Al comenzar el primer milenio, los asirios se transformaron en los más poderosos guerreros del Asia y sus armas les proporcionaron un vasto imperio. Pero sólo las armas lo sustentaban y defendían, porque su crueldad y su desprecio por los sometidos trajeron a los asirios un odio universal. Cada cierto tiempo se sublevaban las distintas regiones, hasta que un día los rebeldes lograron someter a sus opresores. Del Imperio Asirio no quedó casi nada: sólo el recuerdo de su sanguinario rigor.
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