Durante los últimos años del siglo IV, los pueblos germánicos del Danubio entraron en el imperio y produjeron una terrible conmoción. Sin embargo, Roma conservaba todavía algunas reservas y pudo afrontar la situación, gracias a la capacidad de Teodosio, a quien la historia ha llamado el Grande. Su reinado fue, en verdad, la última etapa del imperio.
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