martes, 29 de septiembre de 2015

HISTORIA ANTIGUA - Las dos primeras guerras púnicas

LA PRIMERA GUERRA PUNICA Y EL IMPERIO CARTAGINES EN ESPAÑA La rivalidad entre Roma y Cartago comenzó cuando la primera se transformó en potencia marítima por la conquista de las ciudades griegas; hasta entonces habían mantenido los dos países buenas relaciones, pero desde ese momento se agriaron hasta el punto de que un pequeño incidente llegó a provocar el conflicto armado entre ellos. En efecto, en 264 se apoderaron los cartagineses de Mesina, cuyos habitantes pidieron ayuda a Roma; no sin vacilaciones, Roma se decidió a intervenir, pese a que no se consideraba todavía en condiciones de afrontar la lucha con un rival que poseía mayores recursos que ella en los mares; pero las circunstancias precipitaron los acontecimientos, y muy pronto obtuvieron sus ejércitos una victoria en Sicilia, donde los cartagineses fueron arrojados de Mesina. Poco después, y ante la amenaza de que Cartago cortara sus comunicaciones a través del estrecho, una flota romana mandada por el cónsul Duilio trabó combate con las naves cartaginesas y logró derrotarlas en la batalla de Miles, frente a la costa siciliana. Para definir el conflicto, el cónsul Régulo concibió un vasto plan estratégico que consistía en desembarcar en la costa africana y dirigirse directamente contra Cartago. Puesto en acción el plan, Régulo fue derrotado por el ejército cartaginés que mandaba el general espartano Jantipo y la operación terminó en un terrible fracaso. Las operaciones se limitaron por algún tiempo a las guerras de Sicilia, pero, finalmente, los romanos consiguieron una formidable victoria naval frente a las islas Egatas en 241 y Cartago, vencida en el mar, ce vio obligada a pedir la paz. Roma supo aprovechar su victoria. Se estableció en, Sicilia, donde sólo quedó fuera de su autoridad la ciudad de Siracusa, que estaba en manos de un rey amigo; y en los años subsiguientes, sus fuerzas ocuparon Córcega y Cerdeña, de modo que los cartagineses perdieron todas sus bases para el comercio del mar Tirreno. Para resarcirse, los cartagineses, bajo la inspiración y el mando de Amílcar Barca, lograron establecerse en las costas de España. Allí se dedicaron a explotar sistemáticamente las riquezas minerales y a someter a los naturales del país, que fueron incorporados paulatinamente al ejército. Poco después, el yerno y sucesor de Amílcar, Asdrúbal, fundó la ciudad de Cartago Nova (Cartagena) y acentuó la penetración hacia el interior. Finalmente, en 221, Aníbal, hijo de Amílcar, sucedió a Asdrúbal y dio a su política un aire desafiante contra Roma, a la que odiaba desde niño. Roma trató de contener los impulsos del cartaginés y apoyó a algunas ciudades, entre ellas Sagunto; pero en 219 Aníbal estaba ya decidido a atacar a Roma por tierra y provocó a Sagunto, tomándola después de un feroz asedio, a pesar de las prevenciones que Roma había tomado. La guerra, pues, estaba decidida.
ACUEDUCTO DE TARRAGONA. Las grandes obras públicas romanas muestran la audacia y la capacidad de empresa que caracterizó a este pueblo. Este acueducto, como otros tantos, servía no sólo para conducir las aguas sino también como puente y camino. Junto con el de Segovia, también en España, goza de merecida fama.

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