martes, 14 de julio de 2015

HISTORIA ANTIGUA - Atenas en el siglo V

LA POESIA Y EL TEATRO También conoció el siglo y un intenso despertar del sentimiento poético. Entre los líricos, Píndaro fue sin duda el más grande, y sus odas —las Olímpicas, las Istmicas— revelan la profundidad y el vigor de su inspiración. Sin embargo, fue entre los trágicos donde se advirtió un desarrollo más sostenido de la inspiración poética en el siglo v. El teatro había surgido como una forma más o menos espontánea de expresión y había sido ordenado y sometido a reglas en el curso del siglo VI Desde entonces, los poetas comenzaron a escribir obras para que fueran representadas, unas pocas del tipo de la tragedia, y otras del tipo de la comedia. Tres grandes poetas aparecen en el siglo V que llevan la tragedia a su mayor grandeza: Esquilo, Sófocles y Eurípides. Esquilo, en quien perdura la recia influencia del mito y la tradición homérica, nos ha dejado sólo siete obras, pues se perdieron muchas; Agamenón, Las coéforas y Las euménides componen la trilogía que se conoce con el nombre de Orestíada, porque narra la historia de Agamenón y Orestes; otras de sus tragedias se titulan Prometeo encadenado, Los persas, Las suplicantes y Los siete contra Tebas. Más joven que Esquilo era Sófocles, quien compitió con aquél en varios de los concursos anuales a que se presentaban las obras teatrales. Sófocles consiguió imponer su concepción más flexible del alma humana; le atrajo el tema de Edipo, acerca del cual escribió una trilogía de la que nos han llegado Edipo Rey y Edipo en Colona, y al que se vincula su Antígona. Finalmente, Eurípides consiguió llevar al teatro el sentimiento humano y el drama individual; de él se conserva mayor número de obras que de los otros dos gran- des trágicos, seguramente porque su prestigio fue más sostenido y se hicieron más copias; Ifigenia en Tauris, Ifigenia en Aulis, Alceste, Las bacantes, Hipólito y tantas otras son testimonios que han llegado hasta nosotros de su apasionado sentimiento de la vida. Junto a la tragedia, solía representarse siempre en Atenas una comedia, género satírico en el que era frecuente la burla cruel no sólo de las costumbres sino también de las personas y, especialmente, de las que tenían algún prestigio o alguna función importante. Sólo de Aristófanes nos han llegado algunas comedias, pero era fama en la Antigüedad que había sido el más ilustre autor de ese género. Nos quedan de él entre otras, Los caballeros, Las avispas, Las ranas, La asamblea de las mujeres, comedías todas en que la gracia despreocupada se alterna con la crítica mordaz y, a veces, grosera para el gusto moderno.

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