sábado, 8 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III

LOS SEVEROS Septimio Severo (193-211) no encontró otro camino para conjurar la naciente anarquía que el establecimiento de una verdadera dictadura militar. Era necesario someter a los numerosos grupos militares que estaban lanzados hacia la conquista del poder, y ello sólo podía hacerse contando con un poder militar más fuerte. Así comenzó un período oscuro para la historia de Roma, en el que sólo la fuerza tuvo significación. Con todo, Septimio Severo fue un hombre recto que procuró ejercer el poder con mesura; pero no pudo ni quiso devolver al estado su antigua estructura, y así fue entregando la totalidad del poder al ejército. Esta política fue llevada hasta sus últimas consecuencias por su hijo y sucesor, Caracalla, cuyo poder tiránico llevó a Roma a las mayores humillaciones (211-217). Durante su gobierno, Caracalla dictó un edicto por el cual se concedía el derecho de ciudadanía a todos los habitantes del imperio (212), medida que llegaba en momentos en que la ciudadanía no entrañaba privilegio alguno. Pero las cosas empeoraron todavía más durante el reinado de Heliogábalo (218-222). En efecto, además del descalabro general de la administración y de la disciplina militar, Heliogábalo, que era un príncipe inmoral y vicioso, se caracterizó por su predilección por el culto sirio del Sol, del que se constituyó Sumo Sacerdote. Con ello, los cultos exóticos entraron en Roma con fuerza torrencial y atrajeron hacia ellos a las multitudes supersticiosas, de modo que muy pronto se perdieron las hondas raíces de la romanidad. Cuando, a la muerte de Heliogábalo, su sucesor Severo Alejandro (222-235) quiso restablecer la disciplina y reorganizar la vida pública, ya era tarde; fue asesinado, pero no por la irritación provocada por sus crímenes, como Heliogábalo, sino por su virtud, que resultaba ya intolerable para los espíritus acostumbrados a los desbordes de todas las pasiones. Así concluyó, en 235, la dinastía de los Severos, inaugurándose la era de la anarquía militar.
EMPERADORES DEL SIGLO III. A la izquierda, Cómodo, hijo de Marco Aurelio; síguenle Septimio Severo, quien entregó el poder al ejército; Caracalla, obsesionado por el Oriente; Heliogábalo, y, por último, Alejandro Severo.

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