viernes, 21 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

DE LA MUERTE DE CESAR AL ENCUMBRAMIENTO DE OCTAVIO Los funerales del dictador asesinado probaron que el pueblo no había dejado de amarlo y que estaba dispuesto a seguir la bandera de quien prometiera continuar su política. Su lugarteniente Marco Antonio fue, en el primer momento, el sucesor con más probabilidades de triunfo; pero muy pronto tuvo que compartir esta posibilidad con Lépido —otro de los antiguos oficiales de César— y Octavio, hijo adoptivo del dictador, sellándose entre los tres un pacto para apoderarse del control del Estado. Con el título de triunviros, se hicieron cargo del poder y se dedicaron a afianzar su posición mediante el exterminio de sus enemigos. Hubo confiscaciones y sentencias capitales, y, finalmente, una enérgica acción militar contra Marco Bruto y sus secuaces, que se habían refugiado en Grecia. Sin embargo, este acuerdo entre los rivales no podía ser sino efímero. Se dividieron el imperio y Octavio se hizo cargo del Occidente mientras Marco Antonio quedaba con el gobierno del Oriente; pero el comportamiento de ambos fue muy distinto; Octavio afirmó su autoridad en el viejo solar romano, en tanto que Marco Antonio debilitó su causa casándose con Cleopatra, reina del Egipto, y presentándose ante los ojos de sus conciudadanos como un renegado de la tradición patria. Octavio explotó hábilmente esta situación y concitó el odio de los romanos contra su rival, de modo que no le fue difícil desatar una guerra civil que, con el pretexto de aniquilar las ambiciones monárquicas de Marco Antonio, estaba, en realidad, dirigida a eliminarlo como rival. En la batalla naval de Accio, el año 31, Octavio destruyó las fuerzas de Marco Antonio —que se suicidó poco después— y como ya había logrado eliminar a Lépido, se encontró dueño absoluto del poder. Así, cuando consiguió suprimir todos los focos de resistencia, devolvió solemnemente al Senado, el año 27, todos los poderes extraordinarios que le habían sido conferidos y proclamó el comienzo de una era de paz y la restauración de las antiguas instituciones. Sin embargo, un nuevo régimen había surgido para Roma, que se conoce con el nombre del principado.

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