lunes, 31 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La era de la dominación asiria

LA CAIDA DEL IMPERIO ASIRIO Al fin, precisamente cuando el imperio había alcanzado su mayor extensión, una de esas sublevaciones logró cabalmente su fruto. Durante todo el siglo VII, los asirios tuvieron que luchar contra un pueblo invasor que amenazaba su frontera norte mientras ellos se extendían por el sur: los escitas. Este nuevo enemigo debilitó su capacidad de lucha y los predispuso para la derrota. En efecto, en los últimos años del siglo, la tribu de los caldis, que se había instalado en la región de Babilonia, se preparó para la insurrección; el propio gobernador de esa ciudad, Nabopolasar, encabezó el movimiento, y se alió para ello con el rey de los me-dos, Ciaxares. Unidos, emprendieron la lucha, y en el año 606 consiguieron apoderarse de Nínive después de un largo sitio, con lo cual el poderío asirio cayó de una vez.

domingo, 30 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

Es fácil precisar la fecha en que comienza la época helenística, porque todos sus caracteres derivan de la violenta sacudida que provocó la caída del Imperio Persa y su traspaso a manos de griegos y macedonios. En cambio, fijar sus últimos límites resulta menos fácil, porque si, desde el punto de vista político, tiene su fin cuando la república romana conquista los principales territorios del Mediterráneo oriental, culturalmente se prolonga durante la época de la hegemonía romana y conserva sus caracteres hasta el siglo II después de Cristo. Puede, pues, distinguirse un período helenístico de otro que suele llamarse helenístico-romano; el primero de ellos es el tema de este título.

sábado, 29 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LOS ESTADOS HELENISTICOS Los núcleos perdurables dentro del imperio de Alejandro fueron tres: el Egipto, la Siria y la Macedonia. El Egipto quedó, desde los primeros tiempos, en manos de Ptolomeo Lagida, uno de los mejores generales que había tenido Alejandro. Defendido por la tradición de sus límites, el Egipto no sufrió alteraciones importantes, excepto cuando la suerte de la guerra le proporcionaba o le arrebataba alguna porción del territorio en la Siria. Poseía la ciudad más poderosa del Mediterráneo por esa época, Alejandría, de la que los lagidas hicieron su capital; las vinculaciones de sus reyes y de su aristocracia griega facilitaron notablemente su desarrollo económico a través de los diversos países del Mediterráneo, para lo cual el Egipto se proveyó de una flota poderosa. Alejandría fue, así, el gran puerto de esta época. La Siria correspondió a otro de los generales macedónicos, Seleuco Nicator, quien constituyó, mediante la guerra y las negociaciones, un imperio que se conoce con el nombre de Imperio Seléucida. Además de la Siria propiamente dicha comprendía parte del Asia Menor, la Mesopotamia y el Irán; pero esta extensión de los dominios fue efímera, porque diversas circunstancias le arrebataron varias provincias, en las que surgieron nuevos estados. La Macedonia constituía ya antes de la conquista el núcleo del imperio, y conservó esta categoría. En el curso del tiempo cambió de manos, pero conservó su personalidad y orientó su influencia hacía la Grecia, sobre cuyas ciudades ejerció directa o indirectamente autoridad, pese a la resistencia que opusieron algunos estados. Alrededor de estos tres surgieron en diversas épocas algunos estados menores, tales como los reinos de Pérgamo, Armenia, Ponto, Capadocia, Galacia y Bitinia. La Tracia fue también por algún tiempo un estado independiente que, junto con el Epiro, flanqueaba la Macedonia. Y al sur de Grecia, Esparta procuraba mantener su autonomía, como lo hicieron las ciudades griegas que se confederaron en la Liga Aquea y la Liga Etolia Finalmente, en el Occidente, las ciudades griegas —como Siracusa, por ejemplo— adquirieron autonomía y constituyeron estados independientes que alcanzaron notable desarrollo en algunos casos.

viernes, 28 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LA DIVISION DEL IMPERIO DE ALEJANDRO El imperio no podía durar. A la muerte del conquistador, sus generales disputaron incesantemente sobre si se mantendría unido —a la espera del hijo póstumo de Alejandro— o si se lo dividirían definitivamente, adjudicándose cada uno las regiones que pudiera defender con su espada. En el transcurso de cincuenta años, las disputas por el reparto provocaron luchas feroces que modificaron repetidas veces los límites establecidos entre las distintas áreas del dominio; pero desde el primer momento quedaron bien establecidas algunas regiones que, inevitablemente, constituían reinos autónomos. Así se formaron algunos estados que perduraron, mientras otros surgían y desaparecían por anexión de sus territorios.

jueves, 27 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LA CULTURA HELENISTICA
LA LITERATURA. En literatura, la época helenística se caracteriza por el afán con que se estudiaron las obras antiguas. El análisis estilístico y gramatical de los poemas homéricos y de
los grandes monumentos literarios del siglo V estimuló una tendencia a la imitación, del que son claro ejemplo el poema de Apolonio titulado Los argonautas y los himnos y epigramas de Calimaco. Más originalidad tuvo el poeta siciliano Teócrito, cuyos Idilios, de ambiente pastoril, revelan fina sensibilidad poética y delicada inspiración. Se destacaron en la historia, por esta época, Timeo de Siracusa, y, sobre todo, Polibio de Magolópolis, este último autor de una historia de Roma que escribió en la segunda mitad del siglo u, y en la cual reflejó cuanto veía del desarrollo político (le la naciente potencia mediterránea a la luz de su experiencia griega.

miércoles, 26 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LA CULTURA HELENISTICA El rasgo peculiar (le esta época es la comunidad de cultura. Sin duda se presentan al observador diferencias notables entre unos estados y otros, según las influencias que predominaron; así, en los estados griegos la cultura de este origen mantuvo su vigor pese a las influencias que el Oriente proyectó sobre ella, en tanto que en los países orientales que se helenizaron no se perdieron por completo los rasgos de la primitiva cultura. Pero por sobre las diferencias locales, ciertos caracteres comunes dieron a la cuenca mediterránea una fisonomía homogénea, a lo que contribuyó en buena parte la difusión de un dialecto griego —el hoiné— que se transformó en lengua internacional. La cultura helenística es el resultado de la interferencia de influencias griegas y orientales sobre las culturas vernáculas de las distintas regiones de la cuenca mediterránea. Pero, al mismo tiempo, contribuyeron a caracterizarla algunas circunstancias propias del desarrollo económico, político y social de la época. Hubo, en efecto, un intenso tráfico internacional que acrecentó la riqueza y modificó la condición social de muchos grupos; de esto resultó también un creciente cosmopolitismo que debilitó la conciencia de las nacionalidades y favoreció las mutaciones políticas por obra de la conquista; y resultó también —y no es lo menos importante— el surgimiento de populosas ciudades que centralizaron el intercambio económico, haciéndose, al mismo tiempo, focos de irradiación de ideas y costumbres. Antioquía, Seleucia, Pérgamo y, sobre todo, Alejandría, son los núcleos en donde se elabora y se difunde la cultura helenística, favorecidas por la población internacional que abunda en ellas y los recursos que poseen.

martes, 25 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LA CULTURA HELENISTICA LA FILOSOFIA Y LA CIENCIA. El pensamiento filosófico de la época helenística arranca de Aristóteles. Sus investigaciones habían inaugurado un nuevo método para el estudio por separado de diversos problemas que hasta entonces se confundían en la filosofía, tendencia que fue seguida luego por sus discípulos y continuadores. Aristóteles dejó una obra vastísima, delimitada en una serie de tratados tales como la Poética, la Etica —sobre la cual escribió tres obras— la Metafísica, la Física, la Política, y, sobre todo, el árgano o tratado de lógica; cada una de estas obras correspondía a una rama del saber, que luego continuó siendo estudiada separadamente por sus discípulos y por los que siguieron las huellas de éstos. Hay así, en el período helenístico, una marcada separación entre los estudios puramente filosóficos, y los que corresponden a las distintas ciencias. En el campo de la filosofía, distintas escuelas estudiaron con diferente punto de vista los principales temas de esas disciplinas, pero, en general, coincidían todas en la trascendencia que le atribuían al problema de la moral y de la conducta. Los cínicos primero, los estoicos, epicúreos y escépticos luego, trataron de establecer cuál era el sumo bien a que podía aspirar el hombre y cuáles eran los caminos que debía seguir para alcanzarlo, para lo cual ahondaron en los problemas éticos, psicológicos y metafísicos, y aun en otros campos de la filosofía cuyos secretos parecían decisivos para la resolución de los enigmas que los preocupaban. Zenón el estoico, Epicuro, y Pirrón el escéptico son las primeras figuras de esas escuelas, en las que se destacaron luego Cleanto, y Crisipo entre los estoicos, Metrodoro y Hermarco entre los epicúreos y Timón y Carneades entre los escépticos; hubo luego, en estas tres direcciones, continuadores romanos de valor como Séneca y Marco Aurelio, Lucrecio y Sexto Empírico. En el campo de las ciencias, fueron numerosos los investigadores que alcanzaron valiosos resultados. En materia de astronomía, física y matemáticas se distinguieron Eratóstenes, que midió con bastante exactitud el meridiano terrestre, Aristarco, que insinuó los principios del movimiento de la tierra contra la opinión de todos los sabios de su tiempo, Arquímedes, que descubrió algunos principios fundamentales de la mecánica, y Euclides, que estableció las bases de la geometría. Hubo también médicos ilustres que analizaron los caracteres del cuerpo humano, su anatomía, su fisiología y su patología; y no faltaron naturalistas que comenzaron a describir la fauna y la flora. Estos estudios se difundieron ampliamente por el mundo helenístico gracias a las bibliotecas, academias y universidades que se establecieron en las principales ciudades, fue famosa la biblioteca de Alejandría por el prodigioso número de obras que contenía y por las numerosas copias que de ellas lanzó a la circulación; pero no fue menos famoso el Museo, verdadera universidad a la que concurrían estudiantes de las más lejanas regiones. Así se elaboró y se generalizó un saber rico en posibilidades, que heredaron los árabes y que ha llegado a nuestros días sin perder su valor inicial.

lunes, 24 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época helenística

LA CULTURA HELENISTICA LAS ARTES PLASTICAS. Estas ciudades —y otras menores— se enorgullecían de su poderío y se esforzaban por ponerlo de manifiesto cubriéndose de suntuosos edificios y de magníficas obras de arte. Surgió entonces una plástica de caracteres singulares que, aunque conserva los rasgos fundamentales del arte griego, se caracteriza por su magnitud y por la magnificencia de su ornamentación. Ejemplos característicos son el Altar de Pérgamo, el Faro de Alejandría, el Coloso de Rodas, en todos los cuales el afán del artista es conmover al espectador por la grandiosidad de la mole. Con frecuencia, estos monumentos estaban adornados con estatuas y relieves, según la tradición griega, pero abundaron también las figuras aisladas y se comenzaron a hacer retratos. La escultura helenística es también, en general, de carácter monumental; el rasgo fundamental es, sin embargo, el predominio de los elementos dramáticos: las actitudes contorsionadas, las fisonomías trágicas, todo aquello que puede• producir en el que la observa una impresión fuertemente patética. Los testimonios más significativos son el grupo de Laooconte y el de las Nióbidas, así como también el del galo matando a su esposa. En las figuras aisladas, especialmente en las femeninas, la plástica helenística se caracterizó por un afán de extremar la sensualidad de las formas, como lo muestra la Venus hallada en Afilo.
MAUSOLEO DE HALICARNASO. Rico en motivos decorativos y detalles de gran belleza, se cree fue obra de Scopas, uno de los escultores de más renombre que tuvo la Grecia antigua. Este friso representa la lucha entre griegos y amazonas.

domingo, 23 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

EL PRINCIPADO En efecto, Octavio era dueño absoluto de la situación. Si pretendía haber restaurado la república era solamente porque no quería provocar, como César, la hostilidad de los tradicionalistas que abominaban del poder unipersonal; pero él ejerció una autoridad de esa clase, disimulada tras las formas republicanas. Cuando, en el año 27, Octavio declinó las facultades extraordinarias, sabía muy bien cuál iba a ser la reacción del Senado. El supremo cuerpo político del Estado le confirió el título de Augusto —esto es, sagrado— y le devolvió el mando supremo de los ejércitos así como también el gobierno de algunas provincias. Las instituciones republicanas se mantuvieron, pero Augusto ocupó cuantas magistraturas quiso, pudiendo, además, sugerir cuáles eran los candidatos de su predilección para los distintos cargos. La costumbre hizo lo demás. Los magistrados perdieron su antigua independencia y se hizo entonces norma política el acatar las indicaciones de Augusto, que, sin embargo, procuró ser moderado en todo aquello que no implicaba merma para su autoridad de hecho. El régimen del principado —que él inauguró y que le sobrevivió durante más de dos siglos fue, en el fondo, una ficción jurídica: la república subsistía en la forma, pero el poder era unipersonal en la realidad. Sólo los amigos y consejeros personales de Augusto lograron tener alguna ingerencia en la vida del Estado; con ellos formó el príncipe un consejo, al que pertenecieron Mecenas y Agripa, el primero de los cuales se distinguió por la protección que prestó a artistas y poetas, y el segundo por su actividad militar.
AUGUSTO. Octavio César Augusto fue divinizado por sus conciudadanos, después de su muerte, debido a los triunfos que logró en su vida pública.

sábado, 22 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

LA POLITICA INTERIOR, ROMANIZADORA, Y LA POLITICA EXTERIOR El principal mérito de Augusto ante los ojos de sus contemporáneos fue el restablecimiento de la paz. Tras largos años de lucha civil, los romanos ansiaban la tranquilidad a cualquier precio y no tuvieron inconveniente ya en enajenar una parte de sus derechos políticos con tal de lograrla. Augusto la aseguró con firmeza y energía, y en las provincias especialmente, las consecuencias fueron notables. La administración fue más honesta y las actividades productivas fueron protegidas y estimuladas por el Estado romano, que, al mismo tiempo, organizó el régimen municipal para dar cierta participación a los provinciales en el gobierno local. También merecieron su atención los impuestos, que hizo cobrar directamente y de manera más justa de acuerdo con las posibilidades económicas de cada región. Como administrador, Augusto mostró una extremada habilidad y echó las bases de un sistema que duró largo tiempo dando excelentes resultados. Políticamente, su destreza para el manejo de los hombres le permitió realizar el tránsito entre la antigua y la nueva forma de gobierno sin suscitar mayores resistencias. Supo contener cuantos intentos se insinuaron de restaurar el régimen antiguo y logró incorporar al mecanismo estatal a los sectores económicos y sociales más significativos; especialmente a los ricos, con los cuales reemplazó los restos de la antigua nobleza republicana que aun quedaban en el Senado. Así, cuando murió, el Estado había sufrido una total modificación no sólo en sus mecanismos administrativos y políticos, sino también en las fuerzas humanas que lo tonificaban y lo movían. Conservador por temperamento, Augusto advirtió el peligro que corría el imperio si el Estado no realizaba una labor de romanización de las distintas comarcas sometidas a su autoridad. Para lograrlo, comenzó por estimular el retorno a las antiguas costumbres en Italia, porque veía en ella el núcleo de donde debían irradiar los principios unificadores. Combatió el lujo, las formas exóticas de religiosidad, los hábitos y costumbres provenientes del Oriente y Grecia, todo aquello, en fin, que se opusiera a las tradiciones romanas. Siguiendo la misma política, se preocupó por llevar a las provincias esas mismas tradiciones y costumbres, tratando de que en ellas se produjera, lentamente, su asimilación. Así, vio en los campamentos militares y en las colonias de ciudadanos romanos los instrumentos para la romanización, cuya labor se complementaba con la difusión de los cultos oficiales de Roma y, especialmente, el culto del emperador, alrededor del cual quiso crear el vínculo de unión entre tantas y tan distintas regiones como poseía el imperio. Augusto no era, por temperamento, hombre propenso a las grandes aventuras militares; sin embargo, es posible que pensara en un principio en la posibilidad de acrecentar sus territorios, especialmente aquellos que podían considerarse, por la naturaleza de sus pobladores, como una amenaza para la seguridad de las fronteras. Quiso, por eso, conquistar la Germania; el año 9 a. de J. C., una poderosa fuerza romana al mando de Druso y Tiberio había logrado introducirse más allá del Rin, pero los germanos prepararon una emboscada y aniquilaron completamente, en la selva de Teutoburgo, dos legiones comandadas por el general Varo. Este desastre, así como la grave insurrección de las provincias del alto Danubio, orientó definitivamente su política militar, que desde entonces fue estrictamente defensiva. Durante su largo gobierno, Augusto reorganizó el ejército y dio cabida en él a los provinciales; luego distribuyó las legiones a lo largo de las fronteras, y fortificó las líneas utilizando los recursos naturales cuando era posible; a veces consideró imprescindible, para ese fin, emprender la conquista de algunas zonas con cuyo dominio podía alcanzarse un obstáculo natural de importancia para el sistema defensivo; otras, formó nutridas colonias militares que defendían la retaguardia de las fuerzas avanzadas; así, en cada caso, pudo lograr la mayor seguridad para el imperio que, en general, quedó protegido por los ríos Rin, Danubio y Eufrates y por los desiertos de Arabia y Sahara.

viernes, 21 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

DE LA MUERTE DE CESAR AL ENCUMBRAMIENTO DE OCTAVIO Los funerales del dictador asesinado probaron que el pueblo no había dejado de amarlo y que estaba dispuesto a seguir la bandera de quien prometiera continuar su política. Su lugarteniente Marco Antonio fue, en el primer momento, el sucesor con más probabilidades de triunfo; pero muy pronto tuvo que compartir esta posibilidad con Lépido —otro de los antiguos oficiales de César— y Octavio, hijo adoptivo del dictador, sellándose entre los tres un pacto para apoderarse del control del Estado. Con el título de triunviros, se hicieron cargo del poder y se dedicaron a afianzar su posición mediante el exterminio de sus enemigos. Hubo confiscaciones y sentencias capitales, y, finalmente, una enérgica acción militar contra Marco Bruto y sus secuaces, que se habían refugiado en Grecia. Sin embargo, este acuerdo entre los rivales no podía ser sino efímero. Se dividieron el imperio y Octavio se hizo cargo del Occidente mientras Marco Antonio quedaba con el gobierno del Oriente; pero el comportamiento de ambos fue muy distinto; Octavio afirmó su autoridad en el viejo solar romano, en tanto que Marco Antonio debilitó su causa casándose con Cleopatra, reina del Egipto, y presentándose ante los ojos de sus conciudadanos como un renegado de la tradición patria. Octavio explotó hábilmente esta situación y concitó el odio de los romanos contra su rival, de modo que no le fue difícil desatar una guerra civil que, con el pretexto de aniquilar las ambiciones monárquicas de Marco Antonio, estaba, en realidad, dirigida a eliminarlo como rival. En la batalla naval de Accio, el año 31, Octavio destruyó las fuerzas de Marco Antonio —que se suicidó poco después— y como ya había logrado eliminar a Lépido, se encontró dueño absoluto del poder. Así, cuando consiguió suprimir todos los focos de resistencia, devolvió solemnemente al Senado, el año 27, todos los poderes extraordinarios que le habían sido conferidos y proclamó el comienzo de una era de paz y la restauración de las antiguas instituciones. Sin embargo, un nuevo régimen había surgido para Roma, que se conoce con el nombre del principado.

jueves, 20 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

La muerte de César inauguró un período confuso en la historia política de Roma. Los que habían organizado la conjuración esperaban que las cosas volvieran a su antiguo cauce, pero las situaciones nuevas creadas en los últimos años, y, sobre todo, la aparición de algunos presuntos herederos de la gloria política de César, provocaron un desarrollo inesperado en los acontecimientos. Uno de ellos, Octavio, dominó finalmente la situación y gobernó a Roma durante largos años, dando a su tiempo, con su personalidad y su obra, un sello singular.
LAS BODAS ALDOBRANDINAS. Un vasto fresco de Pompeya, que hoy se conserva en el Vaticano, nos muestra los preparativos de una ceremonia nupcial. En el centro, la novia aparece rodeada por las divinidades protectoras del matrimonio.

miércoles, 19 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La época de Augusto

LAS ARTES Y LAS LETRAS Si esta época mereció el nombre de "siglo de Augusto", no fue solamente por la paz que proporcionó a Roma ni por la estructura política y administrativa que supo crear; fue también por el esplendor que alcanzaron por entonces las artes y las letras, a las que estimuló el príncipe con su protección a los poetas y a los artistas. Roma se cubrió por entonces de hermosos monumentos. Arquitectos y escultores, muchos de ellos traídos de Grecia, pusieron al servicio del engrandecimiento de la ciudad su talento y su experiencia; se levantaron templos, palacios y estatuas, y se construyeron también obras públicas de importancia para la vida urbana, especialmente puentes sobre el río Tíber. Pero lo que tuvo un brillo inusitado en la época de Augusto fue la poesía. Vivió por entonces Virgilio, el gran poeta mantuano a quien protegió Mecenas. Dos obras poéticas —las Bucólicas y las Geórgicas— lo acreditaron como espíritu de inspiración fresca y profunda; describía en ellas la vida de los campos y servía indirectamente, de ese modo, los ideales de Augusto en cuanto procuraban devolver a las viejas costumbres el perdido encanto. Donde Virgilio mostró su madurez poética, sin embargo, fue en otro poema de corte épico que tituló la Eneida. Era un poema histórico, en el que narraba el lejano y legendario origen de los romanos, a quienes, según cierta tradición, emparentaba con los griegos. El poema no sólo posee raras cualidades literarias sino que se caracteriza también por el fervor patriótico del poeta, a quien mueve la visión de la grandeza de Roma. Horacio, el autor de las Epístolas y las Odas, de las Sátiras y del Canto Secular, mereció también el apoyo de Augusto y de Mecenas. Era un temperamento menos apasionado que Virgilio, menos profundo, pero más intencionado y crítico. A su lado florecieron otros poetas: Ovidio, el autor de las Metamorfosis y los Fastos, y Propercio, de quien se conservan las Elegías. Pero es necesario no olvidar otras formas literarias que alcanzaron por entonces alto vuelo, especialmente la Historia. Ya durante la época republicana hubo historiadores eminentes, como Salustio y Julio César. Contemporáneo de Augusto fue Tito Livio, cuya Historia de Roma constituye un inmenso monumento a la antigua gloria de la ciudad. Los relatos sobre los orígenes del pueblo romano y de la ciudad, las narraciones de las batallas y de los actos heroicos, los discursos de los más eminentes ciudadanos, todo constituyó, con el tiempo, la versión oficial de la historia del pasado romano. Por eso tiene importancia no sólo como obra histórica sino también como testimonio del alma nacional, que se vio reflejada en ella con sus más señalados caracteres. Durante los siglos siguientes no faltaron en el imperio poetas y prosistas de valor, pero no volvió a darse nunca esta conjunción de figuras excelsas, y por eso el siglo de Augusto adquiere en la historia de Roma una significación inigualable.
VIRGILIO. El gran poeta mantuano aparece aquí sentado entre dos musas inspiradoras de su apasionada poesía. Este mosaico fue hallado en la ciudad de Susa (Túnez).

martes, 18 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

LA UNIFICACION DEL EGIPTO Entre estos dos reinos se entabló muy pronto la lucha. Vagos testimonios nos enseñan que hubo varios reyes del Alto Egipto o reino del Sur que derrotaron a los del Bajo Egipto o reino del Norte. Finalmente, hacia el año 3315 a. de J. C., un rey del Alto Egipto llamado Menes logró reunir definitivamente las dos regiones y constituir un solo reino. Menes estableció la capital en la ciudad de Tinis, en el valle, y allí residieron también sus sucesores de las dos primeras dinastías de reyes que tuvo el país. Por esta época, el Egipto es ya un país de evolucionada civilización. Su religión reconoce como divinidades fundamentales al río Nilo, representado por el dios Osiris; a su hijo, el halcón Horus; a la diosa Isis, y otras divinidades menores que no son sino antiguos totems de los que adoraban los diversos clanes. Osiris protege al faraón —así se llamaba 'al rey— porque en él se encarna su hijo Horus; el faraón, por su parte, se preocupa de que el culto de Osiris tenga toda la magnificencia que merece una divinidad que ha enseñado a su pueblo todos los goces de la civilización y, especialmente, el cultivo de la tierra: templos y numerosos sacerdotes están dedicados a honrar su memoria. Ya por entonces conocían los egipcios el calendario y poseían una escritura cuyos jeroglíficos podían expresar las más abstrusas ideas religiosas; regulaban las crecidas del Nilo, sembraban y recogían de acuerdo con ellas, construían tumbas y viviendas. Desde entonces, un ininterrumpido desarrollo se manifiesta en la feraz cuenca del río divino.
ESTELA VOTIVA DEL REY NARMER (PRIMERA DINASTIA). La unificación del Egipto no se logró sin resistencias. El rey Nármer tuvo que someter a los nomos líbicos de la región occidental del delta, y esta estela fue dedicada en homenaje a la victoria. Representa al rey ornado con la corona blanca del Alto Egipto, y se ve al dios Halcón sujetando a uno de los vencidos.

lunes, 17 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

EL PRIMER IMPERIO TEBANO Hacia el año 2100 a. de J. C. ya es la ciudad de Tebas, en el valle, la nueva capital del Egipto. Allí tendrán su sede muchas dinastías de faraones, de las cuales tres —de la XI a la XIII— gobiernan durante el período que se conoce con el nombre de primer Imperio Tebano, cuya duración se extiende hasta que el país es invadido por los hicsos. Los reyes tebanos restauraron la monarquía; pero si bien iniciaron una época de orden y de disciplinada actividad, no restauraron la autocracia de sus antecesores menfitas. Fueron, por el contrario, liberales y moderados, y procuraron apoyarse en el pueblo, de cuyas filas solían sacar algunos funcionarios, porque no tenían arraigados prejuicios de casta. A pesar de todo, con el tiempo se formó también una aristocracia particularmente apta para el desempeño de las funciones públicas. Por esta época, los funcionarios dieron prueba de su capacidad e iniciativa. Grandes obras públicas cubrieron el país, y fue entonces cuando se construyó el lago Meris para aprovechar una depresión del terreno, cuando se levantaron los grandes templos y las tumbas reales de Tebas. Al mismo tiempo, los faraones estimulan el comercio y la navegación, en tanto que sus ejércitos tratan de extender el territorio aguas arriba del Nilo, en la Nubia, y de asegurar las fronteras siempre amenazadas del delta. Pero este esplendor no duró mucho: una ola de invasores se lanzó sobre el país y el Egipto cayó en sus manos por algún tiempo.
EL REY MICERINO CON LAS DIOSAS HATHOR Y DEL NOMO DE AFRODITOPOLIS. En el centro, el rey aparece con la corona real; a su derecha está Hathor, con cuerpo de mujer y cuernos de vaca y a su izquierda la diosa local con los signos totémicos que la identifican.

domingo, 16 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

EL PERIODO MENFITA A principios del tercer milenio —quizás en 2895— los faraones egipcios decidieron llevar su capital a una ciudad que estuviera en el límite entre el Alto y Bajo Egipto. Había allí un monumento, el Muro Blanco, en donde se realizaba la coronación de los faraones con las dos coronas: la corona blanca del Alto Egipto y la corona roja del Bajo Egipto. Alrededor de ese monumento surgió la ciudad de Menfis, en la que residieron los reyes de seis dinastías, desde 2895 hasta 2360 a. de J. C. Esta época recibe el nombre de período menfita o Antiguo Imperio, y durante ella la autoridad de los faraones se hizo cada vez más omnipotente; ahora se considera al rey no sólo hijo de Osiris sino también hijo de Ra, el Sol, divinidad que adquiere cada vez más prestigio y a la que sirven con devoción los sacerdotes de la ciudad de Heliópolis. El rey utiliza su inmenso poder para obligar a todos los habitantes a trabajar en grandes obras arquitectónicas que exalten su calidad divina; así se comenzaron a construir, durante la IV dinastía, las pirámides, en las que se depositarían los cuerpos sagrados de los faraones. Estas tumbas se componían de una cámara sepulcral y de otros recintos destinados a las ofrendas, sobre los cuales se elevaba la inmensa mole de piedra. Pero no son tumbas solamente lo que hacen construir los reyes; también se hacen diques y canales para las aguas del Nilo, templos para honrar al Sol, palacios para los reyes y su corte. Por debajo del faraón, en efecto, hay una serie de funcionarios de toda jerarquía que gozan de una vida fácil. Muchos de ellos son parientes del rey, pero otros pertenecen a las familias más poderosas: así se recluta la legión de empleados del Estado, sacerdotes y guerreros, todos los cuales se superponen sobre la masa del pueblo, cuyo trabajo debe producir para abastecer a la nación toda. Al fin, algunos de estos poderosos que dominaban en las provincias, comenzaron a independizarse y a pretender el dominio incontrolado de sus territorios. Los sacerdotes, por su parte, fueron creciendo en autoridad y trataron de someter a los faraones. Muy pronto empezó una época de guerras civiles que trajo una larga secuela de injusticias y miserias, tras de la cual un jefe tebano consiguió imponerse y dominar en el país.
LA ESFINGE Y LAS PIRAMIDES DE GIZEH. Tallada en roca viva, la Esfinge no es sino la estatua del rey Quefren representado con cuerpo de león y cabeza humana. Más atrás se ven las pirámides, tumbas formidables, la mayor de las cuales mide 145 metros de alto. Se ha calculado que la construcción de este vasto conjunto arquitectónico de la IV dinastía ha debido de llevar un período de tiempo que osciló entre treinta y cuarenta años.

sábado, 15 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

LOS NOMOS Y LOS REINOS PRIMITIVOS Esas regiones o provincias fueron llamadas más tarde por los griegos nomos. Eran en un principio, verdaderos reinos independientes, en los cuales fueron apareciendo nuevas formas políticas. En efecto, en el clan primitivo, la autoridad residía en la totalidad del grupo; pero, poco a poco, el mago o sacerdote o el jefe militar que se elegía para caso de guerra fue logrando que su investidura se hiciera permanente, y así surgió la monarquía. Sin embargo, la independencia de los nomos no duró mucho tiempo. En el Egipto todo incitaba a la unificación: la continuidad de la larga faja de tierra fértil, el curso de agua que comunicaba todas las provincias, la estrecha dependencia que imponía a todas ellas el régimen de las inundaciones y la necesidad de aprovecharlas convenientemente. Seguramente fueron muchas las contiendas que se produjeron porque un nomo del curso superior del río detenía o desviaba las aguas impidiendo que llegara suficiente caudal a las regiones del curso inferior. De todas estas guerras surgieron dos reinos, en los que se reunieron todos los nomos. En la zona del valle, el nomo que tenía como divinidad al halcón logró dominar a todos los otros nomos del Alto Egipto y constituir un solo reino que se extendía, quizá, desde la primera catarata del Nilo hasta el lugar donde dicho río se abre en varias ramas formando un delta. Por la misma época, la zona del delta fue unificada también, y entonces sólo dos reinos se disputaron la supremacía de la fértil región.

viernes, 14 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

LA INVASION DE LOS HICSOS Durante el segundo milenio, diversos pueblos aparecen en todo el ámbito del mundo antiguo provocando migraciones en masa. Hacia 1700 a. de J. C. un raro conglomerado de pueblos se lanza sobre las fronteras egipcias, debilitadas en ese momento como consecuencia de algunos conflictos internos; no constituyen una masa compacta; se mezclan allí algunos indoeuropeos, de los que han llegado poco antes al Asia occidental, con muchos semitas que vienen huyendo de otras bandas invasoras que los han despojado de sus tierras; a todos ellos la tradición egipcia los denominó hicsos, o reyes pastores, y la era de la invasión fue recordada como un tiempo amargo. Instalados en el delta, los invasores procuraron entrar en el valle y dominar el país, pero chocaron con la resistencia de las ciudades, difíciles de tomar. Durante un siglo los hicsos permanecieron en el territorio, dominándolo desde su capital, que establecieron en la ciudad de Avaris; pero a principios del siglo XVI a. de J. C. el faraón Amasis I consiguió expulsarlos, y entonces restableció el poder en la antigua capital, dando comienzo al segundo Imperio Tebano.
MOMIAS Y SARCOFAGOS EGIPCIOS. El culto de los muertos es uno de los rasgos fundamentales de la religión egipcia. Como el cuerpo debía conservarse, lo momificaban cuidadosamente y lo encerraban en un sarcófago que reproducía las líneas generales del cuerpo humano y, especialmente, la fisonomía del muerto. Luego se pintaban en él escenas variadas, en las que hoy hallamos un rico testimonio de la vida egipcia.

jueves, 13 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

El valle del Nilo, con sus crecidas periódicas que cubrían el valle con un fértil limo, constituyó una zona de atracción para los pueblos nómadas de los alrededores. Ya en tiempos remotos, acaso mucho antes del quinto milenio antes de Cristo, comenzaron a establecerse en él algunas tribus que fijaron allí definitivamente su residencia. Así nació un Estado que alcanzó con el tiempo un altísimo nivel de civilización y un formidable poderío.
ESTELA EGIPCIA. La agricultura fue la principal actividad en Egipto, gracias a la fertilidad del suelo, regado por el Nilo. El grabado muestra un paisaje rural.

miércoles, 12 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - El Egipto hasta la invasión de los hicsos

LOS CLANES PRIMITIVOS En tiempos muy antiguos, una numerosa población comenzó a establecerse en el valle del Nilo. Allí desarrollaron una civilización paleolítica y allí aprendieron, luego, a pulir la piedra y a trabajar los metales. Por esta época —quizás hacia el cuarto o quinto milenio antes de Cristo— estas poblaciones poseían una organización social y religiosa muy curiosa. Un grupo de hombres que creían tener un antepasado común constituía un clan, en el cual todos los miembros se consideraban iguales, poseían en común los bienes y adoraban del mismo modo a aquel antepasado divinizado que era su tótem. El clan fue, durante algún tiempo, errante, pero a la larga acabó por fijarse en una comarca y fundar un pequeño reino que, con frecuencia, debía combatir con los clanes vecinos para mantener la posesión de su tierra. Entonces, el antepasado divinizado se convirtió en divinidad de la región y así aparecieron numerosos dioses: el halcón, el perro, el lobo, la serpiente, cada uno de los cuales tuvo su santuario. Alrededor de ese templo se fue construyendo la ciudad —generalmente en la ladera de una colina, para evitar las inundaciones— y allí se asentaron las autoridades del grupo.

martes, 11 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - Egipto en la época del segundo imperio tebano

LOS "PUEBLOS DEL MAR" La tradición llamó a estos invasores con el nombre vago de "pueblos del mar", pero hoy sabemos que son los mismos que los aqueos; sus distintas ramas ocuparon diversos territorios: Grecia, las islas del mar Egeo, las costas del Asia, todo fue invadido y dominado por este pueblo belicoso y aguerrido. Los hititas y los egipcios resolvieron aliarse contra ellos, pero no lograron impedir que sus fronteras fueran violadas y sus territorios ocupados. Un jefe extranjero se coronó faraón egipcio a fines del siglo XIII y los hititas se redujeron a una pequeña zona del Asia Menor, adonde no llegaron los invasores.

lunes, 10 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - Egipto en la época del segundo imperio tebano

EL SEGUNDO IMPERIO TEBANO Los jefes que encabezaron la lucha contra los hicsos establecieron su capital en Tebas. Allí se sucedieron varias dinastías, a las cuales pertenecen algunos de los faraones más famosos de la historia egipcia. El país se cubrió entonces de magníficos monumentos, entre los que se destacan los templos de Luxor y de Karnak, las tumbas reales y los monumentos recordatorios de la grandeza de los reyes. Pero el más curioso acontecimiento de esta época es la revolución religiosa que encabezó el faraón Ameno-lis IV, sobre cuyo espíritu pesaron las influencias de otros pueblos y resolvió instaurar un culto monoteísta. La gran divinidad fue Atón, el disco solar; el faraón cambió su nombre por el de Aknatón, que significaba "Gloria de Atón", y la capital religiosa fue instalada en otra ciudad, que recibió el nombre de Khutatón; todo cambió entonces: las formas del culto, la manera de representar los objetos sagrados y, como consecuencia, desaparecieron muchas convenciones tradicionales que caracterizaban las pinturas, los relieves y las esculturas egipcias. Esta transformación religiosa fue efímera pese al vigor con que la había emprendido su creador; a su muerte, su sucesor, Tutankamón, a quien presionaba el sacerdocio irritado por la pérdida de su poderío, anuló toda la obra de Arnenofis IV y volvió al antiguo culto de Amón. Pero, con todo, esa época tiene una particular significación porque revela una faz nueva del genio egipcio. La época del segundo imperio tebano se caracteriza por la actividad militar. Tras la invasión de los hicsos, los faraones comprendieron que era necesario proteger las fronteras asegurando el dominio de las regiones limítrofes; su principal preocupación fue, pues, dominar la Siria, por donde habían llegado los invasores. Durante los reinados de los Tutmés (siglos XVI a XIV), diversas expediciones permitieron a los egipcios dominar las ciudades más importantes de esa región y hasta lograron llegar al Eufrates. Pero su expansión amenazaba a un imperio que había surgido en el Norte y que tenía también aspiraciones a extenderse hacia esa región: el de los hititas, que pasarnos a reseñar.
RUINAS DEL TEMPLO DE LUXOR. Los templos de la época tebana se componían de un enorme patio, al que podían entrar todos los que llevaban ofrendas; la sala hipóstila, cubierta de columnas, reservada a los iniciados; y la cámara del dios, en la que sólo entraban el faraón y el sacerdote.

domingo, 9 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - Egipto en la época del segundo imperio tebano

LOS HITITAS Los hititas eran de origen indoeuropeo y habían llegado a principios del segundo milenio al Asia occidental. Durante algún tiempo recorrieron extensas regiones, estableciéndose transitoriamente en la Mesopotamia, pero, al fin, prefirieron radicarse en el centro de la meseta de Anatolia, en el país que luego se llamó Capadocia. Allí fundaron su capital, Hati, y desde allí comenzaron a extenderse en diversos sentidos; muy pronto chocaron con los egipcios y se inició una etapa de luchas en la que estos últimos llevaron la mejor parte debido a sus alianzas con los mitanios, los asirios y los babilonios. Sin embargo, en el siglo XIV, los hititas lograron algunas ventajas debido a cierta crisis interna que debilitó el poderío egipcio, y las fuerzas llegaron a homologarse. En tales circunstancias hace su aparición un nuevo pueblo que invade sus territorios, amenazando a unos y a otros, por lo que los decide a unirse.
DEMONIOS DE LA MITOLOGIA HITITA. La historia de los hititas ha sido desconocida hasta hace poco tiempo. Hoy han aparecido sus ciudades y se han explorado sus ruinas.

sábado, 8 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III

LOS SEVEROS Septimio Severo (193-211) no encontró otro camino para conjurar la naciente anarquía que el establecimiento de una verdadera dictadura militar. Era necesario someter a los numerosos grupos militares que estaban lanzados hacia la conquista del poder, y ello sólo podía hacerse contando con un poder militar más fuerte. Así comenzó un período oscuro para la historia de Roma, en el que sólo la fuerza tuvo significación. Con todo, Septimio Severo fue un hombre recto que procuró ejercer el poder con mesura; pero no pudo ni quiso devolver al estado su antigua estructura, y así fue entregando la totalidad del poder al ejército. Esta política fue llevada hasta sus últimas consecuencias por su hijo y sucesor, Caracalla, cuyo poder tiránico llevó a Roma a las mayores humillaciones (211-217). Durante su gobierno, Caracalla dictó un edicto por el cual se concedía el derecho de ciudadanía a todos los habitantes del imperio (212), medida que llegaba en momentos en que la ciudadanía no entrañaba privilegio alguno. Pero las cosas empeoraron todavía más durante el reinado de Heliogábalo (218-222). En efecto, además del descalabro general de la administración y de la disciplina militar, Heliogábalo, que era un príncipe inmoral y vicioso, se caracterizó por su predilección por el culto sirio del Sol, del que se constituyó Sumo Sacerdote. Con ello, los cultos exóticos entraron en Roma con fuerza torrencial y atrajeron hacia ellos a las multitudes supersticiosas, de modo que muy pronto se perdieron las hondas raíces de la romanidad. Cuando, a la muerte de Heliogábalo, su sucesor Severo Alejandro (222-235) quiso restablecer la disciplina y reorganizar la vida pública, ya era tarde; fue asesinado, pero no por la irritación provocada por sus crímenes, como Heliogábalo, sino por su virtud, que resultaba ya intolerable para los espíritus acostumbrados a los desbordes de todas las pasiones. Así concluyó, en 235, la dinastía de los Severos, inaugurándose la era de la anarquía militar.
EMPERADORES DEL SIGLO III. A la izquierda, Cómodo, hijo de Marco Aurelio; síguenle Septimio Severo, quien entregó el poder al ejército; Caracalla, obsesionado por el Oriente; Heliogábalo, y, por último, Alejandro Severo.

viernes, 7 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III

La muerte de Cómodo sumió al imperio en una nueva crisis política. Los soldados de la guardia pretoriana y los diversos ejércitos pugnaron por llevar al poder a sus jefes, con la esperanza de gozar luego de los mayores privilegios. Sin embargo, triunfó en la contienda un hombre que procuraría retrasar el desencadenamiento de la anarquía: Septimio Severo, cuyos sucesores pertenecieron a su misma familia durante algún tiempo.

jueves, 6 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III

DIOCLECIANO Diocleciano subió al poder el año 285. Era de origen ilirio, y se había formado en las filas del ejército, donde había adquirido prestigio y experiencia en los negocios públicos. Su obra de gobierno, cumplida a lo largo de veinte años de infatigable labor, tuvo consecuencias definitivas para el imperio, sobre todo en cuanto a su organización interior, hasta el punto que su reinado constituye un jalón en la historia romana: con él se inicia el Bajo Imperio. La transformación introducida por Diocleciano se caracterizó por el propósito de crear un régimen absolutista. Era la época en que florecía el Imperio Parto, cuyas modalidades políticas impresionaron a los romanos; en efecto, aquel florecimiento del viejo país persa fue explicado por el régimen autocrático que impuso la dinastía parta, y fueron muchos los jefes del imperio —sobre todo los de origen oriental, como Diocleciano— que juzgaron que la solución del problema romano consistía en imitar aquella organización. Esta idea dirigió los pasos de Diocleciano. Los restos de la tradición republicana que aún subsistían fueron eliminados. El emperador se hizo llamar dominus, que quería decir señor, y los súbditos fueron obligados a saludarlo con una genuflexión, como la que se acostumbraba a hacer ante los reyes orientales. Además, todas las funciones públicas se concentraron en manos de una burocracia directamente dependiente del emperador, transformándose el Senado en un cuerpo municipal de la ciudad de Roma. Diocleciano quiso, también, poner freno a las luchas civiles mediante un riguroso sistema para determinar la sucesión imperial. Dividió el imperio en dos partes —el de Oriente y el de Occidente— y, sin perder él la máxima autoridad, se reservó el mando directo del Imperio de Oriente, entregando el de Occidente a un colega. Además, cada uno de los emperadores debía nombrar un César, que sería su lugarteniente y, luego, su sucesor. A este sistema se le llamó la "tetrarquía", y Diocleciano lo puso en vigencia inmediatamente. Una política estatal muy firme y acentuada caracterizó el gobierno de Diocleciano. Todo aquello que, de cerca o de lejos, podía importar a la vida colectiva fue minuciosamente ordenado por el Estado, que legisló sobre precios, estableció controles oficiales sobre las diversas actividades y, sobre todo, procuró mantener a cada individuo en la misma profesión u ocupación que tenía, sin permitir a los soldados o a los campesinos, por ejemplo, que cambiaran de oficio. De este modo, Diocleciano inmovilizó la sociedad romana, y, si bien es cierto que evitó, de momento, que se volvieran a desencadenar los conflictos civiles, detuvo también todos los gérmenes de evolución y de progreso. Así ocurrió que el estancamiento general, y especialmente el estancamiento económico, prepararon la decadencia del imperio, que Diocleciano sólo pudo contener en su aspecto formal y exterior.
TERMAS DE DIOCLECIANO. Las termas eran grandes construcciones a las que concurrían los romanos para tomar baños fríos o calientes. Eran, además, algo así como clubes en los que se reunían las personas elegantes para conversar y distraerse. El grabado representa una reconstrucción ideal de lo que debieron ser. Da una idea de su difusión el hecho de que bajo el gobierno del cónsul Agripa, se construyeron sólo en Roma 170 baños públicos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis del siglo III

LA ANARQUIA MILITAR Desde la muerte de Severo Alejandro hasta la asunción del poder por Diocleciano, el imperio se sume en una terrible confusión. Los diversos ejércitos provinciales se negaron a reconocer autoridad alguna que no hubiera sido nombrada por ellos, y así, al cabo de poco tiempo, comenzaron las luchas entre los distintos emperadores que, simultáneamente, eran designados por las diferentes fuerzas militares. Las consecuencias fueron terribles. De la antigua disciplina, de la organización institucional y legal del imperio, no quedó nada en pie en medio de este cataclismo general. Ni siquiera se salvó la unidad del imperio, porque algunas regiones —Galias, el reino de Palmira— se independizaron en la práctica, mientras las otras luchaban entre sí con una violencia extremada. Pero no fue eso la única consecuencia. Los enemigos que hasta entonces habían estado contenidos más allá de las fronteras encontraron propicia la ocasión para introducirse en el territorio imperial, y así se produjo la primera gran invasión bárbara en el imperio. Fueron los godos, sobre todo, los que más daños produjeron; entraron en la península de los Balcanes y la recorrieron y saquearon sin piedad, ante la impotencia de los ejércitos imperiales, a los que carcomía el virus de la guerra civil. Pero quedaban algunas reservas todavía en el viejo imperio, y, a partir del reinado de Claudio II, una marcada reacción comenzó a hacerse visible. Durante su breve reinado —desde 268 hasta 270—, Claudio II, a quien llamaron el Gótico, pudo organizar sus fuerzas y afianzar su autoridad en la medida necesaria para oponerse con éxito a los godos, a quienes logró expulsar de la Península Balcánica. Su sucesor, Aureliano (270-275), logró asimismo, alejar de territorio romano a otros pueblos invasores panonios y alemanes, y adoptó algunas medidas para prevenir nuevos peligros; así, ordenó construir un muro —que se llamó Aureliano— para asegurar a la ciudad de Roma contra posibles asaltos y dispuso el abandono de la Dacia para fortalecer las líneas romanas detrás del Danubio. Luego incorporó al imperio las regiones de Galia y Palmira que se habían separado, y, de ese modo, completó su labor de reordenación del imperio. Sólo quedaba por lograr la reorganización interna, y esa misión correspondió a un emperador de extraordinarias calidades como hombre de mando, llamado Diocleciano.

martes, 4 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis de la República

MARIO Y SILA. Este hombre pudo ser Mario; era un caudillo popular dotado de grandes condiciones militares, y se había ilustrado en la guerra que Roma condujo contra Yugurta, rey de Numidia, en la que él había obtenido la victoria, así como también en las campañas triunfales que dirigió contra los invasores cimbrios y teutones. El peligro que para Roma significaron estas guerras permitieron que Mario ocupara el consulado repetidas veces, y de ese modo hubiera podido favorecer la política de su partido. Pero ante la oposición de la nobleza sólo supo acudir a la violencia, que ejercían sus lugartenientes sin freno ni control. Así se vio obligado, un día, a contenerlos por la fuerza, y perdió su prestigio entre los populares sin lograr la estimación de la nobleza, cuyo jefe, Sila, se levantó contra él y lo desplazó del poder. Sila alcanzó esa situación de caudillo de la oligarquía también por sus méritos militares. Conjuró los peligros de la insurrección que habían desatado los aliados itálicos —irritados por la inferioridad política en que se los mantenía— y luego venció a Mitrídates, rey del Ponto. Con el prestigio ganado en estas luchas y con la ventaja que le daba el apoyo de la nobleza senatorial, que lo reconoció como su jefe, Sila regresó a Italia desde el Oriente en el año 84 dispuesto a apoderarse del mando, que en ese momento detentaban los populares. Sila entró con sus fuerzas en Roma e instauró una dictadura violenta. Las penas capitales, las confiscaciones y proscripciones que ordenó le permitieron destruir toda organización enemiga, y así pudo dictar una serie de leyes que aseguraran a la nobleza el monopolio del poder. Sin embargo, su obra fue efímera. Cuando creyó que había cumplido su misión abandonó la dictadura; pero sus antiguos partidarios comprendieron que era imposible mantener la organización del Estado que él creara y se dispusieron a modificarla para favorecer a los elementos populares, labor que cumplieron Pompeyo y Craso. Pompeyo, sobre todo, se benefició con esta política, que le atrajo la simpatía de los humildes y de los ricos. Se le concedieron mandos militares importantes, y así pudo contar también con el apoyo de las tropas, gracias a lo cual su posición dentro del Estado se hizo privilegiada. Sin embargo, su posición intermedia entre sus antiguos partidarios y sus nuevos favorecedores permitió que, de uno y otro bando, surgieran hombres que podían hacerle sombra: fueron Cicerón en el bando senatorial y julio César en el de los populares. Una circunstancia singular acrecentó la autoridad de Cicerón, famoso orador y prudente político. El grupo extremista de los populares organizó una conjuración que dirigía Catilina. Cicerón, que el año 63 ocupaba el consulado, la denunció enérgicamente y contribuyó a sofocarla, uniéndose de ese modo definitivamente al partido senatorial, que vio en éla su representante más eminente. Debido a ello, Pompeyo, que acababa de regresar de una campaña triunfal por el Oriente, decidió apoyarse en los populares y concertó un acuerdo con julio César y Craso; se formó entonces un triunvirato que repartió entre sus miembros los puestos más importantes, gracias a lo cual pudieron controlar el Estado.
CORNELIO SILA Y POMPEYO RUFO. En estas monedas aparecen las efigies de los dos cónsules. Gracias a esta costumbre la Numismática ha permitido ahondar en la Historia.

lunes, 3 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis de la República

JULIO CESAR Y LA GUERRA CIVIL Mientras Pompeyo obtenía el mando militar de España, Julio César alcanzaba el consulado el año 59. Su política fue netamente popular y le atrajo la adhesión incondicional de ese partido, así como el odio de la nobleza senatorial; pero Julio César tenía un plan bien madurado y no le atemorizaba arrostrar las iras de los poderosos: en efecto, al concluir su mandato recibió el proconsulado de Galia, con el cual obtenía un ejército que él podía robustecer haciendo nuevas levas en la provincia. Julio César emprendió una campaña gracias a la cual agregó al territorio romano toda la Galia Transalpina —la actual Francia—, pero que, para sus fines personales, significó sobre todo la posesión de un formidable ejército queestaba atado a él con lazos indisolubles. El crecimiento del poderío de César aterró a los nobles, y no asustó menos a Pompeyo. Ante el aspecto que tomaban los sucesos, Pompeyo volvió a pasarse al bando senatorial y se dispuso a combatir a César. Pero éste tenía su decisión tomada. Así, cuando, en el año 49, llegó el momento de deponer su autoridad —y con ella sus fuerzas— exigió que se le concediera otro mando militar, y, al no obtenerlo, resolvió desencadenar la guerra civil. El Senado intimó a César para que se despojara del mando, en cuya situación podía ser víctima de los odios de la nobleza. César se opuso, y para no dar tiempo al Senado y a las fuerzas de Pompeyo que lo respaldaban, entró en Italia repentinamente con sus tropas. El Senado resolvió escapar llevando consigo las fuerzas de Pompeyo, y cruzó el mar dirigiéndose al Africa. César, por su parte, ocupó la península y se consagró dictador. Poco después partió en persecución de sus enemigos y venció a Pompeyo en la batalla de Farsalia, Grecia, el año 48. El gobierno dictatorial de César duró cuatro años, durante los cuales debió realizar numerosas expediciones para derrotar a los antiguos pompeyanos. En ese tiempo, numerosas medidas de carácter social, económico y político pusieron de manifiesto el propósito de César de reorganizar la república según nuevas bases. A la autoridad de un jefe absoluto correspondería una masa estrechamente solidarizada con él y que gozaría de la protección del Estado; la antigua nobleza, en cambio, quedaría definitivamente excluida del poder y perdería sus privilegios. Este plan suscitó en los miembros de la clase amenazada una violenta indignación. Sus privilegios parecían unidos a la constitución del Estado, y los ataques de César parecían dirigirse no sólo contra ellos sino también contra la tradición política de la ciudad. Una conspiración encabezada por Marco Bruto puso fin a la vida de César, el año 44, y el primer gran ensayo revolucionario quedó terminado. Pero la república no se salvó por ello, porque estaba condenada ya por un siglo de profundos conflictos sociales a los que era menester hallar solución.
JULIO CESAR. Político, historiador y guerrero, ensanchó con las Galias el poderío de Roma, pero cayó asesinado a los cuatro años de dictadura.r

domingo, 2 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis de la República

Al promediar el siglo u, cuando los ejércitos romanos lograban poner fin a las amenazas de todos sus enemigos y destruían Numancia, Cartago y Corinto, la nobleza romana parecía dar señales de que se había embotado su sensibilidad cívica. Inmensas fortunas se amasaban en actividades lícitas e ilícitas, mientras las preocupaciones por la propia dignidad se desvanecían en la conciencia de los nuevos ciudadanos.
TEATRO DE ARLES. A igual de los griegos, los romanos gustaron del teatro. Platito y Terencio fueron sus mejores comediógrafos cuyas obras, festivas, pero de intención satírica, contribuyeron, como pocos, a transformar las costumbres.

sábado, 1 de agosto de 2015

HISTORIA ANTIGUA - La crisis de la República

LOS GRACOS Una ola de escepticismo se apoderaba de la ciudadanía romana, en tanto que una inmensa masa de desheredados esperaba que el Estado y los ricos se ocuparan de ellos. Un día, un hombre de corazón y de energía exigió para ellos ayuda y protección, y desencadenó un conflicto social que contribuyó, no poco por cierto, a que naufragaran las instituciones de la reciente república. Este hombre se llamaba Tiberio Graco y era descendiente de Escipión. Llegado en 133 al tribunado de la plebe, presentó un proyecto de ley agraria, según la cual el Estado debía reivindicar las tierras públicas que la nobleza senatorial había ocupado indebidamente, para entregarlas a los desheredados en pequeños lotes. El proyecto irritó a los poseedores, pese a que se les ofrecía indemnización, y se opusieron violentamente; pero Tiberio respondió también con la violencia y gracias a ella logró convertir en ley su proyecto. Poco después, Tiberio Graco caía víctima de una conjuración, y su reforma, sin ser suprimida, languideció frente a los obstáculos puestos por el gobierno de la oligarquía senatorial. Diez años después, Cayo Graco, hermano de Tiberio, ocupó el mismo cargo con idénticos propósitos; pero esta vez estaba mejor preparada la masa además, el tribuno consiguió la alianza de los nuevos ricos, que eran también enemigos de la nobleza senatorial. Unidos ambos grupos sociales, consiguieron imponer muchas de sus iniciativas; pero el Senado supo combatir con su demagogia la sana política de Cayo Graco y logró debilitar el apoyo que hasta entonces le prestaba la masa proletaria. Así pudo, un día, hacer asesinar a Cayo Graco como lo había hecho con su hermano. Desde entonces, quedó diseñado en el panorama político un partido popular que sólo esperaba que alguien lo organizara convenientemente para adquirir una terrible gravitación en la vida romana.