jueves, 6 de febrero de 2014

ASTRONOMIA - Las nebulosas galácticas

NATURALEZA Y ORIGEN Sobre su naturaleza y origen cabe destacar la hipótesis señalada por el padre RODES, según la cual, las nebulosas planetarias serían estrellas que, en el decurso de su existencia, habrían sido disgregadas, bien fuese por un encuentro más o menos directo con otra estrella, bien por haber atravesado un medio de mayor resistencia, con el consiguiente aumento de calor, que en parte habría disipado su masa y combinado notablemente sus propiedades físicas. De conformidad con esta explicación, las nebulosas planetarias vendrían a ser estrellas nuevas permanentes, en contraposición a las nuevas pasajeras, que, fuese por su menor masa, fuese por no haber alcanzado en ellas la catástrofe tan grandes proporciones, no llegaron a ser tan conspicuas, ni quedaron después profundamente alteradas. Esta hipótesis recibe confirmación por el hecho de que muchas estrellas nuevas se han convertido, como término de su evolución, en estrellas rodeadas de una nebulosidad. NUBES COSMICAS y también nebulosas difusas y nebulosas amorfas. llámase a ciertos objetos celestes sin forma bien determinada que, a veces, abarcan grandes extensiones de la bóveda celeste. Estas nebulosas pueden ser: luminosas, oscuras o simples campos nebulosos. NUBES COSMICAS LUMINOSAS Son nebulosas difusas que se presentan en el cielo a manera de nubes, todas de cierta luminosidad. Estas nubes cósmicas se suponen constituidas de aglomeraciones de moléculas gaseosas y de polvo cósmico, irradiado por las estrellas quizá por la presión de la energía radiante. Su luminosidad se cree debida, en unos casos, a la reflexión de la luz proveniente de las estrellas cercanas y, en otros, a fenómenos de fosforescencia, análogos a los de las auroras polares y de las colas cometarias, por acción del bombardeo electrónico de las estrellas más próximas, que actuarán de astros excitadores. Actualmente se conocen unas 100 nubes cósmicas luminosas que, en su configuración, suelen presentar filamentos luminosos algo pronunciados. Sus espectros suelen ser continuos, con rayas brillantes de emisión. El análisis espectral ha comprobado en estas nebulosas la existencia del hidrógeno, helio, carbono y probablemente del nitrógeno. Entre estas nebulosas difusas sobresale la de Orión, la de Encaje, la Trífida y la de las Pléyadas. La Nebulosa de Orión, claramente perceptible a simple vista, dista unos 450 años de luz y su diámetro real es de unos 10 años de luz. Como su masa es unas 4.000 veces la del Sol, resulta que su densidad debe ser extraordinariamente tenue, o sea, de sólo 20 átomos por centímetro cúbico. La Nebulosa de Encaje, situada en la constelación del Cisne, ha recibido este nombre por su estructura filamentosa, que la asemeja a masas de cirrus. Esta nebulosa presenta la particularidad de que, en un borde, posee una velocidad de alejamiento de 100 kilómetros por segundo y, en el otro, de acercamiento de 18 kilómetros por segundo. La Nebulosa Tripida o Tripartita se halla en la constelación del Sagitario y aparece como fracturada en varios pedazos, sin que la astrofísica haya podido resolver si se trata de materia gaseosa opaca, superpuesta a la nebulosa brillante, o más bien de una verdadera falla en el seno de esas enormes masas gaseosas. La Nebulosa de las Pléyadas envuelve a este grupo de estrellas reflejando la luz que recibe de las mismas, como lo demuestra la identidad de los espectros de la nebulosa y de las estrellas integrantes del grupo. Esta nebulosa dista unos 326 años de luz y posee un diámetro muy superior al de la nebulosa de Orión, o sea con una magnitud de 55 años de luz. NEBULOSAS OSCURAS. Son masas cósmicas apagadas, cuya visibilidad resulta del contraste, o sea, de su proyección negra sobre el fondo brillante de las estrellas. A mediados del siglo XIX, W. HERSCHEL designó con el nombre de vacíos interestelares las regiones oscuras del cielo, que formaban contraste con regiones ricas en estrellas. Más tarde BARNARD demostró que, en la mayoría de los casos, estos vacíos son tan sólo aparentes y que se deben a masas absorbentes oscuras que, a modo de pantalla, ocultan a las estrellas
más alejadas. La mayor nebulosa oscura se encuentra entre las dos ramas en que se divide la Vía Láctea entre las constelaciones del Cisne y del Centauro, como que cubre un arco de unos 100° de extensión. Hasta ahora se han contado ya 1.550 nebulosas oscuras, que cubren en conjunto 850 grados celestes. Las existentes en la Vía Láctea ofrecen el aspecto de canales oscuros, en contraste con el brillo de las regiones vecinas. Las nebulosas oscuras más curiosas se encuentran en las constelaciones de Orión, Toro, Ofiuco y Escorpión.
NEBULOSAS OSCURAS. Inmensos raudales de materia opaca en la constelación de Ofiuco.
Cuanto al estado de estas enormes masas flotantes en el firmamento, lo más probable es que estén en forma de finísimo polvo integrado por partículas del orden de cienmilésimas de milímetro de diámetro, dimensión la más apropiada para ejercer una absorción mínima sobre la luz, y experimentar a su vez el efecto de la presión que las dispersa por el espacio. En algunos casos estas regiones oscuras no parece que se deban a masas de materia opaca, sino que se trataría de verdaderas soledades en un espacio cercado por miles de soles. CAMPOS NEBULOSOS. Son ciertas regiones del cielo, de 2 a 3 grados cuadrados cada una, donde la esfera celeste parece perder su diafanidad, apareciendo como cubierta de pequeñas nubes. Herschel encontró 52 de estas regiones, que después fueron especialmente estudiadas por ROBERTS, BECKER y el PADRE HACEN, S. J. Becker clasificó estos campos en rojos y blancos: en los primeros el color de las estrellas presenta una marcada tendencia hacia el rojo, y en los segundos la tendencia es hacia el blanco. Se cree que los campos rojos están constituidos por tenues condensaciones de gases y polvo cósmico, que adquiere el color rojizo por absorción de las radiaciones azules y violetas de la luz. Sobre la existencia de campos blancos no ha sido hasta ahora propuesta ninguna explicación satisfactoria, a pesar de que los astrónomos y astrofísicos modernos se ocupan con especial dedicación del problema.

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