jueves, 24 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La vida de las plantas

PECULIARIDADES DE LOS VEGETALES La vida nutritiva de las plantas está organizada en torno del fenómeno fundamental de la fotosíntesis. De la necesidad de desempeñar esta función surgen muchos caracteres que distinguen a las plantas de los animales. En primer lugar, la clorofila es responsable del verde característico de las hojas. La ramificación del tallo y la forma laminar de las hojas, que da a las planta superiores su aspecto característico, resulta de la necesidad que tienen todas la células con clorofila de recibir el máximo de luz. Los animales, por el contrario son mucho más macizos; en ellos la superficie del cuerpo es muchísimo menor, en relación con la masa total, que en los vegetales. Como las plantas obtienen del medio las sustancias minerales que necesitan, del aire y de cualquier punto de la tierra fértil, no han menester de trasladarse en procura de alimento, como los animales. Éstos, incapaces de formar sustancias orgánicas, deben cazar o procurarse vegetales para comer. La locomoción se impone, de este modo, a todos los que tengan un régimen alimenticio normal. Los animales degradados por el parasitismo pierden muchas veces la capacidad locomotriz, por vivir aferrados a su víctima como las plantas a la tierra. En los animales la digestión es necesaria para descomponer y volver absorbibles los alimentos orgánicos. En cambio, los vegetales, que obtienen del medio sólo sustancias minerales que no necesitan ser descompuestas, no tienen aparato digestivo. En ellos, la absorción, en vez de producirse en un órgano interno como el intestino, se produce en la superficie de las raíces. Éstas se ramifican por dentro de la tierra, en busca de agua y sales, lo que sirve también para dar una base de sustentación a las partes aéreas. La savia no circula en la planta como la sangre en el animal. No hay, por ejemplo, una bomba propulsora como el corazón. La savia sube contrariando la gravedad, debido principalmente a la pérdida de agua por transpiración en las hojas, lo que provoca una especie de aspiración en los vasos leñosos. La transpiración animal no desempeña un papel semejante; es, en cambio, importante para la regulación térmica, fenómeno inexistente en los vegetales. La locomoción (y el mantenimiento de la temperatura del cuerpo, en las aves y mamíferos) obliga a los animales a un enorme gasto de energía, obtenida de la combustión de los alimentos orgánicos, es decir, de la descomposición que sufren al combinarse con el oxígeno respiratorio. Los vegetales, por el contrario, utilizan las sustancias orgánicas que ellos mismos sintetizan casi exclusivamente para el crecimiento. Siendo incomparablemente menor la combustión de alimentos, la respiración y la excreción son muchísimo menos activas que en los animales. La planta respira, como los animales, absorbiendo oxígeno y desprendiendo anhídrido carbónico. Son éstos, durante la noche, los únicos intercambios gaseosos entre los vegetales y la atmósfera. Pero durante el día predominan los efectos de la fotosíntesis, y el vegetal absorbe anhídrido carbónico y desprende oxígeno. El sistema nervioso, utilísimo para controlar las intensas relaciones con el medio a que la locomoción obliga a los animales, no existe en los vegetales. La coordinación de sus funciones resulta automáticamente del juego de simples fuerzas físicas y de la acción de fermentos y hormonas. Estos productos, al contrario de lo que ocurre en los animales, son producidos por células no diferenciadas especialmente para la secreción. En cuanto a la reproducción de los vegetales, ella es, en esencia, mucho más parecida a la de los animales de lo que parece a primera vista.

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