miércoles, 23 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

DIFERENCIACIÓN Cada uno de nosotros se origina en una célula única, la célula huevo, resultante de la unión del espermatozoide con el óvulo. Esta célula única, de centésimas de milímetro, que produce por divisiones sucesivas, alternadas con fases de crecimiento, todos los tejidos y órganos de nuestro cuerpo, es una de las mayores maravillas del Universo. La célula huevo se divide en dos, éstas en otras dos, y así sucesivamente. Al principio todas las células formadas son iguales; pero poco a poco van tomando formas distintas que les permitirán, en el futuro, desempeñar las diversas funciones orgánicas. A través del embrión vamos apreciando así una diferenciación celular, que implica una especialización y restringe las posibilidades funcionales de la célula. Las células embrionarias iniciales, aun indiferenciadas, dan origen a células que se van diferenciando y especializando hasta que, en el organismo ya completamente formado, cada célula sólo puede desempeñar una función única, para la cual su localización, su forma y su estructura se tornan adecuadas. Sin embargo, en muchos seres algunas estirpes celulares conservan la potencialidad de las células embrionarias y son capaces por sí mismas de regenerar todo el organismo. En el hombre esa capacidad de regeneración está muy reducida, pero se revela todavía en la cicatrización de las heridas, en la consolidación de los huesos fracturados, en los nervios, que cortados, o aun extirpados en cierta extensión, crecen nuevamente y se regeneran. Del conjunto de todas las células de nuestro organismo es necesario destacar las células germinales que darán origen a las células reproductoras, óvulos y espermatozoides. Mientras todas las demás estirpes celulares habrán de extinguirse irrevocablemente con el individuo de que forman parte, la estirpe germinal se prolongará a través de las generaciones, siendo potencialmente inmortal.

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