martes, 29 de julio de 2014

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

DONDE SE ORIGINO EL USO DE LOS METALES J. de Morgan nos ha ofrecido un mapa en el cual establece los lugares geográficos en donde aparecen yacimientos naturales de mineral de cobre. Ellos se concentran en determinadas zonas, pero su área de distribución es universal. Los cinco continentes poseen ese metal en proporción variable. De ahí que en todos ellos hayan florecido culturas que lo emplean. Sin embargo, cabe distinguir entre las regiones en las cuales se supone (basándose en pruebas arqueológicas) que han podido nacer la industria y el arte de los metales, y aquellas en las cuales esas nociones han llegado más tardíamente por obra de su difusión. De Morgan desecha, de entrada, a todo el continente americano, como lugar de origen de los conocimientos metalúrgicos. A renglón seguido, elimina a Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Francia, España, y a toda la Europa central. Igualmente lo hace con el norte del Africa, en la región productora de aquel mineral (que es la actualmente correspondiente a Marruecos, Túnez y Argel). Quedan, pues, las islas Egeas, el Egipto y el Asia Menor. No cree que el cobre pueda haber sido originariamente trabajado en la Caldea. Por su parte, el Egipto, cuna de una vieja civilización (y que por esta causa podría ser supuesto, apriorísticamente, como lugar de origen), no posee minas de cobre, de donde resulta la imposibilidad material para el desarrollo de una gran industria primitiva. Lepsius, que confundió los bancos naturales de mineral de manganeso con supuestas escorias de cobre, es el autor de la fábula de la invención del empleo del cobre por los egipcios. En Wadi Maghara existen vestigios insignificantes de minerales carbonatados, pero en tal pequeñez, que desautoriza toda posibilidad de existencia de una industria desenvuelta. Sin embargo, debe hacerse notar que la situación inversa no es, tampoco, de por sí, prueba suficiente de la existencia originaria de una gran industria a base del cobre. La Península Ibérica es, sin duda, en Europa, el centro de concentración más importante de los yacimientos de cobre. Y, a pesar de ello, no ha existido allí tal industria sino tardíamente. Lo mismo ocurre, en el Asia, con las mesetas de Altai y de Pamir, donde encontramos, nuevamente, una gran acumulación natural de mineral de cobre, asociada a una tardía aparición de su industria. Han faltado, sin duda, en tales lugares (y en otros), las condiciones de necesidad y de inventiva humana que han determinado, en alguna otra parte, la aparición de tal descubrimiento. Poco es lo que sabemos respecto de la época en que aparece este metal en otro centro de una gran civilización antigua: la China. Sin embargo, por lo poco que hoy conocemos de aquel dilatado territorio, no ha sido allí, ni en el Japón, ni en los territorios interiores del Irán, la Transcaucasia y la Armenia, en donde aquella manifestación cultural ha florecido por primera vez. El conjunto de las nociones arqueológicas asiáticas que la Edad del Bronce nos ofrece, permite suponer que ello haya ocurrido por primera vez en el Asia occidental y que, por vía de la Caldea, haya llegado a las costas de Fenicia, a las islas Egeas y al Egipto, cuna —todas ellas— de vastos centros culturales de la Antigüedad clásica.

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