lunes, 21 de julio de 2014

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

EL DESCUBRIMIENTO DEL HIERRO La última etapa en el descubrimiento de los metales corresponde al conocimiento del hierro. Sólo en algunas culturas especialmente avanzadas en el campo de la metalurgia, el hombre primitivo se adelanta rápidamente hasta el empleo industrial del hierro. Por lo general, las excelencias del bronce, recién recordadas, le permiten no intentar la utilización de nuevos materiales. Y esas culturas se estacionan, largamente, en la Edad del Bronce. Por ello, en la mayor parte de los casos, la aparición del empleo del hierro coincide, casi, con la entrada en los tiempos históricos. Con el hierro, pues, el hombre abandona la Prehistoria para penetrar, con paso resuelto, en la Historia. Es curioso señalar esta circunstancia de la tardía aparición del hierro, porque —contrariamente con lo que ocurre con el oro y el cobre, tan esquivos en estado de pureza— el hierro suele encontrarse en grandes cantidades en los terrenos asiáticos y europeos, sobre los cuales estaban ya asentadas civilizaciones metalúrgicas importantes. Es un metal simple, pero que generalmente no se halla, tampoco, como los precedentes, en estado de ser directamente utilizado. Generalmente sus vetas lo presentan mezclado con otros minerales o envuelto en gangas de las cuales es difícil desprenderlo. El hombre de la Edad del Bronce lo ignoraba. De ahí que tanto por la satisfacción que obtenía de los materiales que ya sabía emplear, cuanto por las dificultades inherentes a una extracción difícil, cuyo secreto aún no había penetrado, el empleo del hierro fue retardándose, en la mayor parte de los casos, hasta tiempos muy próximos a nosotros. Además —como lo ha hecho notar con mucha propiedad Hoernes—, había otra razón, de orden técnico, para dilatar ese empleo. Esa razón es la siguiente: todas las culturas metalúrgicas de la antigüedad reposaban, hasta entonces, en el arte de la fundición, en tanto que el hierro requería para su empleo una técnica absolutamente distinta y nueva, la de la forja. Cierto es que el procedimiento de la forja en frío había sido ya empleado en la época inicial de la industria metalúrgica (como lo hemos dejado consignado al comenzar a tratar este punto). Pero muchas generaciones habían pasado, y desaparecido desde entonces, y el secreto de este procedimiento técnico se había, posiblemente, perdido bajo el auge de una era de fundición. Además, la forja del hierro, por su elevadísimo grado de dureza (que dejaba tan atrás a la del bronce), era difícil y costosa de aprender. De suerte que fue implantándose poco a poco y sólo gracias a la inapreciable ventaja del instrumental de hierro sobre el anteriormente usado. Aun así, el bronce permaneció como un metal aristocrático, con el cual se confeccionaban las armas, instrumentos, ornamentos y preseas de las gentes de pro, en tanto que el hierro fue considerado como un metal vulgar, apto más bien para ser empleado por las gentes del común. Estas consideraciones no son meras inferencias antojadizas. En numerosísimos trabajos, los arqueólogos han podido señalar, en un mismo yacimiento, la existencia de materiales de bronce y de hierro. En la inmensa mayoría de los casos, el instrumental de bronce está siempre vinculado con los jefes, sacerdotes o dirigentes, en tanto que el de hierro pertenece a los meros soldados o labriegos. Estas atribuciones pueden determinarse con facilidad, especialmente por el ajuar funerario depositado en las tumbas. La riqueza de los elementos cerámicos, del vestuario y de muchas otras manifestaciones de la vida, corroboran decididamente aquella interpretación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario