jueves, 31 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La comparación entre los seres

HOMOLOGÍAS Y ANALOGÍAS Dichas profundas semejanzas estructurales revelan un origen embrionario y filogenético común; son llamadas homologías. Muchas veces están escondidas bajo diferencias superficiales originadas por las adaptaciones de un mismo órgano a funciones distintas. Así, las alas de las aves y los miembros anteriores del caballo o del hombre son órganos homólogos, originados en un esbozo embrionario idéntico, y oriundos, por evolución, del mismo órgano atávico, el miembro anterior de los reptiles primitivos. Cada uno de esos órganos tiene características propias exigidas por las distintas funciones que desempeñan: el vuelo, la marcha o carrera, la prensión. Pero una cuidadosa comparación de los huesos demuestra indiscutiblemente la homología entre ellos. Por otra parte, hay órganos análogos, pero no homólogos, como los pulmones de los mamíferos y las branquias de los peces, que tienen la misma función pero distintos orígenes. La semejanza superficial entre órganos análogos es a veces muy grande y resulta de la adaptación de órganos distintos a una misma función. Las diferencias de estructura y el estudio del embrión demuestran, no obstante, la diferencia de origen.

PREHISTORIA - El Período Neolítico

CERAMICA NEOLITICA No debe creerse que la cerámica de la Europa occidental y central haya logrado, en seguida la perfección en las proporciones y en el detalle figurativo que caracteriza a las ya recordadas urnas funerarias. Como todas las industrias —y particularmente aquellas que, cual la presente, carecían de antecedentes en el Paleolítico—, la cerámica ha atravesado por oscuros períodos iniciales. Como en muchas otras industrias, no puede hablarse, con propiedad estricta, de una cerámica neolítica, sino de las muchas cerámicas neolíticas que nacen en focos culturales aislados (recuérdese la fragmentación político-cultural característica del Neolítico). En todas partes, en efecto, sus comienzos nos muestran piezas irregulares, inarmónicas, del tipo de los platos playos, hechos de una pasta grosera, de grano grueso, y de cocción imperfecta que revela el uso de hornos de cocción muy primitivos, instalados al aire libre. La elección de la arcilla se verifica sin la requerida discriminación. La mayor parte de la usada está mezclada con areniscas y tierras ordinarias, que le restan plasticidad y cohesión. No es que la arena o los otros elementos incorporados a la arcilla se empleen como antiplásticos, tal como lo hacen los alfareros indígenas modernos. La mezcla se verifica en forma totalmente irregular, fuera de las debidas proporciones, lo que tiende a dar la impresión clara de una utilización no intencional. Otro motivo hay para que los vasos resulten mal hechos: la pasta está apenas amasada, lo que también contribuye, en fuerte grado, a que carezca de plasticidad. La cocción resulta, asimismo, defectuosa, como lo revela el examen en el interior de cualquier fragmento. El color marrón de las capas interior y exterior de la pared del vaso no se mantiene en la zona media. Esta se revela con una coloración grisácea, denunciadora de que la cocción no se ha completado. El calor, mal dirigido o administrado, no ha llegado a penetrar en forma homogénea todo el espesor de la pasta. De ahí que sólo haya cocido realmente las partes superficiales, sin ejercer sus efectos sobre el interior. El vaso presenta, pues, una cocción sólo aparente, que conspira contra su solidez y durabilidad. Dos son los elementos principales para juzgar de la perfección alcanzada por un arte cerámico determinado: la variabilidad y riqueza de las formas y la del decorado. Ambas manifestaciones corren una evolución habitualmente sincrónica, en la mayoría de los focos culturales neolíticos, aunque —en algunos casos— una de estas manifestaciones pueda estancarse por algún tiempo mientras la otra continúa enriqueciéndose y diversificándose. Con respecto a la primera puede notarse, con el andar del tiempo, una creciente complicación, así como una tendencia general a un mayor equilibrio y elegancia. De las manifestaciones fundamentales antes citadas —la forma y la decoración—, la primera es la que primero aparece. Es lógico que así sea. El continente debe preceder siempre al contenido. Toda una serie de vasos groseros, cuya calidad de meros recipientes es notoria, aparecen antes de que las más simples decoraciones sean agregadas. Estas llegan durante el Campigniano. Son meras incisiones o entalladuras, irregulares, hechas sobre arcilla fresca, antes de la cocción. Luego aparecen decoraciones constituidas por una o varias series de puntos, sobresalientes en la superficie exterior del vaso, y, preferentemente, en la región inmediata a su borde. Estos punteados se obtienen con bolitas de arcilla fresca, que se adhieren por presión antes de someter la pieza a la acción del fuego. Gradualmente, este tipo de decoración va invadiendo casi todo el cuerpo del vaso. Otra etapa decorativa está constituida por la que se obtiene con la huella dejada sobre la arcilla fresca por una cuerda enrollada alrededor del cuerpo de la pieza. Y otra, por las huellas, igualmente logradas con una cinta. Ya desde el año 1900, Gotze y Reinecke, casi al mismo tiempo, intentaron la presentación de una sistemática de la cerámica neolítica de la Europa central, buscando el señalamiento de los tipos principales y su cronología. Como consecuencia de estos estudios, los especialistas alemanes se dividieron en dos grandes grupos: los que, encabezados por Gotze, Schliz y Hoernes, afirmaban la mayor antigüedad de la cerámica encordada (schnurkeramik, o céramique cordée), y los que, dirigidos por Schumacher, Konen y Kohl, en Alemania, Heierli en Suiza, y Butchela en Bohemia, proclamaban como más antigua a la cerámica encintada (bandkeramik, o céramique rubanée). Estas disputas cronológicas ocurrieron, aunque sin el rigor metodológico alemán, en otros países. Finalmente, los dibujos de tipo geométrico —triángulos unidos por su base, formando guardas; rombos, ajedrezados, mallas, volutas, grecas— son igualmente producidos sobre la superficie externa de los vasos, por medio del ya conocido sistema de las bolitas de arcilla aplastadas. No ha de creerse, sin embargo, que las discusiones respecto de la antigüedad relativa de cada uno de estos tipos decorativos hayan cesado completamente. Por el contrario, de tanto en tanto, otro clasificador plantea un nuevo problema y provoca la reapertura de la cuestión. Pero, todavía son de estricta aplicación las palabras de Reinecke, de fines del siglo pasado: "Para decir verdad, la cronología del Neolítico no puede establecerse a la ligera, y según una sola fouille, en que los tipos pueden estar mezclados y en que no es fácil determinar la sucesión cronológica de los diversos depósitos. La tipología, por otra parte, es impotente para suplir estas indicaciones precisas. Es necesario, pues, estudiar en su conjunto el material neolítico. Los tipos de sepultura son un elemento de cronología completamente insuficiente". Todavía hoy pueden repetirse con provecho esas palabras sabias. Y la multiplicidad de las manifestaciones culturales del neolítico europeo no ha hecho, en este casi medio siglo de investigaciones arqueológicas, más que ratificar la extrema variabilidad de la presentación local de todos sus diversos problemas. Agreguemos, finalmente, que el proceso de incisiones, como técnica decorativa, es, sin embargo, en toda Europa, más antiguo que cualesquiera de las otras maneras conocidas. Este hecho permite apreciar, también, uno de los motivos que asegura su dominación, en muchas regiones, sobre todas las otras técnicas que hemos reseñado. Más aun, en algunos países, como los escandinavos, alcanza un relieve artístico realmente extraordinario. Sin embargo, frente a las artes manuales, finas y elaboradas, de Egipto, el Asia Menor y algunas de las grandes islas del Mediterráneo oriental, que ya comienzan a mostrarse como grandes centros culturales del futuro, las artes europeas causan la impresión de algo rudimentario y naciente. Será necesario esperar el advenimiento de la Edad de Bronce con los contactos orientales-europeos que ella crea, para que esas industrias nacientes, al contacto de las más desenvueltas, adquieran un nuevo impulso de renovación y de progreso.

miércoles, 30 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La comparación entre los seres

LA FISIOLOGÍA Y LA PSICOLOGÍA COMPARADAS No sólo la comparación entre las formas de los órganos, sino también la comparación entre sus estructuras microscópicas, demuestra la evolución. La fibra muscular estriada, por ejemplo, es igual en todos los animales, excepto en los más primitivos, en los cuales la vemos diferenciarse gradualmente a partir de una célula no especializada. Una escala evolutiva comparable a la que exhiben los órganos, ofrecen las funciones correspondientes, por lo que se pueden obtener de la fisiología comparada los mismos argumentos en favor de la evolución. Hasta la psicología animal muestra claramente una evolución, a partir de la conducta automática de los protozoarios, pasando por la predominantemente instintiva de los insectos, hasta culminar en el hombre con la preponderancia del acto inteligente.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

TRANSICION ENTRE LA EDAD DEL BRONCE Y LA DEL HIERRO Hoernes ha señalado también, con el adecuado empleo de las fuentes literarias, el momento de transición entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Esos mismos textos ratifican, también, que el bronce era instrumental "prescrito por el rito o recomendado por la piedad". Es decir, que se emplea, de manera casi exclusiva, para usos sacerdotales o por la clase sacerdotal. Este dato bastaría para reconocer la jerarquía aristocratizante que anteriormente se le atribuye. El autor recién citado recuerda que "en los cuatro primeros libros de Moisés, el bronce es citado ochenta y tres veces y el hierro tan sólo cuatro; en la Macla, doscientas setenta veces aquél y veintitrés éste; en la Odisea, ochenta y cuatro y veintinueve veces, respectivamente. La magnificencia regia y un estilo artístico como el crético-micénico se acomodan al bronce; una vida como la de las tribus helénicas en la época del estilo geométrico, al hierro". Como había ocurrido durante el Paleolítico con el comercio del sílex, el trueque o comercio de los elementos de la metalurgia alcanzó, durante las edades del Bronce y del Hierro, una enorme difusión y desenvolvimiento. Estas manifestaciones del comercio, si bien por un lado permiten establecer las áreas de difusión de ciertos tipos de instrumental o de ciertas modalidades técnicas en el trabajo de los metales, por otro crean, a veces, alguna confusión respecto de los centros de difusión de aquella industria y del arte que la acompaña. La complejidad creciente de la vida de relación del hombre, el establecimiento cada vez mayor de sus agrupaciones urbanas, crea un panorama de una complicación más elevada. No en balde el hombre va a abandonar definitivamente la Prehistoria para penetrar pujantemente en los tiempos históricos.
DECORACIONES EN BRONCE. Entre los elementos decorados de la Edad del Bronce, las sítulas ocupan un lugar preferente por su riqueza ornamental. Aquí vemos, desplegado, el triple friso circular de una de estas piezas, procedente de Watsch. Obsérvese la cantidad de información que arroja acerca de la cultura de la época, trajes, ornamentos, instrumental, fauna, ceremonias. El caballo aparece totalmente domesticado, tanto para la equitación como para tiro.

martes, 29 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

OBSERVACIÓN DE NUESTRAS PROPIAS CÉLULAS Quien disponga de un microscopio y quiera ver sus propias células podrá conseguirlo con la mayor facilidad. Para ello basta raspar con la punta de una cuchara la mejilla, dentro de la boca, y esparcir la gotita de mucosidad que queda adherida a la punta de la cuchara sobre una lámina de vidrio. Se añade una gotita de agua y se cubre todo con una laminilla. Se podrán ver al microscopio las células de la mucosa bucal. También podemos punzar el dedo con un alfiler y colocar una gota de sangre sobre una lámina, para cubrirla inmediatamente con una laminilla. Veremos al microscopio los innumerables glóbulos rojos de la sangre, que aparecen de color ligeramente amarillento, de unas 8 milésimas de milímetro de diámetro, y algunos glóbulos blancos, de color lechoso. Son células muy diferenciadas. Los glóbulos rojos, desprovistos de núcleo, son los encargados de transportar el oxígeno desde los pulmones hasta todos los rincones del organismo; los glóbulos blancos, que poseen núcleo, son los soldados de la sangre, listos para luchar hasta la muerte contra cualquier microbio invasor. Para ver células vegetales basta tomar la epidermis de alguna hoja u obtener con una hojita de afeitar finos cortes de pecíolos o tallos tiernos, y observarlos al microscopio con una gotita de agua, colocándolos entre el porta y el cubreobjetos.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

DONDE SE ORIGINO EL USO DE LOS METALES J. de Morgan nos ha ofrecido un mapa en el cual establece los lugares geográficos en donde aparecen yacimientos naturales de mineral de cobre. Ellos se concentran en determinadas zonas, pero su área de distribución es universal. Los cinco continentes poseen ese metal en proporción variable. De ahí que en todos ellos hayan florecido culturas que lo emplean. Sin embargo, cabe distinguir entre las regiones en las cuales se supone (basándose en pruebas arqueológicas) que han podido nacer la industria y el arte de los metales, y aquellas en las cuales esas nociones han llegado más tardíamente por obra de su difusión. De Morgan desecha, de entrada, a todo el continente americano, como lugar de origen de los conocimientos metalúrgicos. A renglón seguido, elimina a Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Francia, España, y a toda la Europa central. Igualmente lo hace con el norte del Africa, en la región productora de aquel mineral (que es la actualmente correspondiente a Marruecos, Túnez y Argel). Quedan, pues, las islas Egeas, el Egipto y el Asia Menor. No cree que el cobre pueda haber sido originariamente trabajado en la Caldea. Por su parte, el Egipto, cuna de una vieja civilización (y que por esta causa podría ser supuesto, apriorísticamente, como lugar de origen), no posee minas de cobre, de donde resulta la imposibilidad material para el desarrollo de una gran industria primitiva. Lepsius, que confundió los bancos naturales de mineral de manganeso con supuestas escorias de cobre, es el autor de la fábula de la invención del empleo del cobre por los egipcios. En Wadi Maghara existen vestigios insignificantes de minerales carbonatados, pero en tal pequeñez, que desautoriza toda posibilidad de existencia de una industria desenvuelta. Sin embargo, debe hacerse notar que la situación inversa no es, tampoco, de por sí, prueba suficiente de la existencia originaria de una gran industria a base del cobre. La Península Ibérica es, sin duda, en Europa, el centro de concentración más importante de los yacimientos de cobre. Y, a pesar de ello, no ha existido allí tal industria sino tardíamente. Lo mismo ocurre, en el Asia, con las mesetas de Altai y de Pamir, donde encontramos, nuevamente, una gran acumulación natural de mineral de cobre, asociada a una tardía aparición de su industria. Han faltado, sin duda, en tales lugares (y en otros), las condiciones de necesidad y de inventiva humana que han determinado, en alguna otra parte, la aparición de tal descubrimiento. Poco es lo que sabemos respecto de la época en que aparece este metal en otro centro de una gran civilización antigua: la China. Sin embargo, por lo poco que hoy conocemos de aquel dilatado territorio, no ha sido allí, ni en el Japón, ni en los territorios interiores del Irán, la Transcaucasia y la Armenia, en donde aquella manifestación cultural ha florecido por primera vez. El conjunto de las nociones arqueológicas asiáticas que la Edad del Bronce nos ofrece, permite suponer que ello haya ocurrido por primera vez en el Asia occidental y que, por vía de la Caldea, haya llegado a las costas de Fenicia, a las islas Egeas y al Egipto, cuna —todas ellas— de vastos centros culturales de la Antigüedad clásica.

lunes, 28 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

EL MICROSCOPIO La Citología y la Histología, que se ocupan de las células y de los tejidos, no existirían si el hombre no hubiese inventado el microscopio, que nos muestra los objetos aumentados hasta más de un millar de veces. El microscopio está formado por lentes sujetas en las extremidades de un tubo metálico, que por medio de tornillos puede ser aproximado o alejado para enfocar convenientemente, y por una platina, donde se coloca, sobre una lámina de vidrio, el objeto en observación. Esta platina está perforada en el centro, a fin de que la luz reflejada por un espejo colocado debajo de ella pueda atravesar la lámina y el objeto, para penetrar en el tubo de las lentes y llegar al ojo del observador. Cuanto más delgado es el objeto a observar, más nítidamente se podrá ver su estructura. Por lo tanto, si queremos estudiar un trozo de tallo de calabaza o de piel humana, debemos obtener láminas finísimas. En el primer caso, dada la consistencia del material, pueden obtenerse láminas bastante finas empleando una hojita de afeitar o una navaja. En el caso de la piel y de casi todos los tejidos animales, por ser demasiado blandos, debemos prepararlos para cortarlos con el micrótomo, aparato del tipo de las máquinas de cortar fiambres, aunque mucho más perfeccionado, que suministra láminas de cerca de 5 milésimas de milímetro de espesor. También, empleando técnicas especiales, se colorean las láminas o cortes con colorantes apropiados para realzar ciertos detalles de estructura. Por fin se coloca cada corte, con una gota de bálsamo de Canadá, sobre la lámina de vidrio y se cubre con una finísima laminilla. Así el preparado se conserva indefinidamente, y puede ser estudiado hasta muchos años después.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

ETNOLOGIA Y METALES El cuadro étnico de la época se hace aun más confuso por la aparición de un nuevo pueblo migrador, que cae sobre el Mediodía de Francia. Se trata de los iberos, habitantes originarios de la península española que, por razones ignoradas, atraviesan los Pirineos y se instalan en la parte meridional y central de la Galia. Ligures, celtas e iberos son los que, en sus modalidades propias, irán perfeccionando las técnicas del hierro. Cuando las invasiones, siempre brutales, se apaciguan, aparece, con justa razón, esa ansia de lujo, de belleza y de placer, que hemos advertido como características no disimuladas de este gran período cultural. Es la expansión perfectamente clara y lógica de pueblos oprimidos por el temor y la violencia, endurecidos en seculares esfuerzos y deseosos de borrar de sus mentes y de sus corazones el espectáculo brutal de las miserias pasadas. Toda la industria del hierro de la Europa occidental muestra características extraordinarias de uniformidad de tipos, formas y decorados. Es lo que se conoce con el nombre de industria hallstaciana, por el lugar de origen de los hallazgos iniciales más completos e interesantes. Al mismo tiempo, vemos aparecer otro foco cultural intenso en la Armenia rusa y regiones vecinas, especialmente en la Persia. Ambos grupos, el europeo y el asiático, muestran curiosas manifestaciones comunes, que los aproximan y relacionan estrechamente. Sin embargo, no hay evidencias arqueológicas de que ambos grupos hayan establecido contactos permanentes. La distancia geográfica que los separa es tan grande, que si no fuese por la similitud y paralelismo en el desarrollo, estaríamos tentados de negar que tales culturas hubiesen tenido contactos formales. No obstante —y a pesar de la ausencia de investigaciones arqueológicas que prueben la expansión cultural ininterrumpida en los territorios intermedios—, aquellas similitudes son suficientes como para relevarnos de la duda. Por de pronto, el gran repertorio de espadas triangulares, dotadas de fuertes mangos terminados en discos o bolas, se encuentra, con gran despliegue de formas diversas, en ambas provincias culturales. Hoernes ha intentado una clasificación de todo el material hallstaciano, basándose en las características de la cerámica y de las fíbulas. Por su parte, J. de Morgan agrega que la verdadera característica de esa cultura es, a su entender, la introducción del naturalismo en el arte geometrizante y que ésa es la que le distingue muy netamente de la civilización del bronce, tanto para los pueblos de Europa central, como para los de la región occidental del mismo continente. En efecto, tanto la cerámica como los objetos de hierro decorados, que todavía suelen hoy encontrarse en la Armenia rusa, demuestran la existencia de una vieja cultura, menos antigua, sin embargo, que la que se advierte en las sepulturas más antiguas, y ésta tiene su principal expresión en un regreso paulatino al naturalismo, desde la decoración geometrizante muy estilizada que se encuentra en los objetos correspondientes a la etapa inicial. Vale decir, que este proceso de retorno a las formas de la naturaleza se produce, por igual, en ambos grandes centros culturales. Es de advertir, por último, que tal marcha de lo decorativo no se opera únicamente en los adornos y útiles de hierro. Se advierte, en forma igualmente notoria, en la decoración de la cerámica. Otro tanto ocurre con los elementos del adorno personal: aros, anillos, pendientes, cinturones metálicos, todo se presenta en forma análoga. Sólo los alfileres difieren en algo. En cambio, una gran suma de instrumentos de uso diario confirman la similitud, la cual es ratificada, también, por las formas de entierro, entre la que predomina el abandono de sepultar en cuclillas, antes usada, y la adopción de la del cuerpo extendido, recubierto por un leve túmulo de piedra. El carácter especial de este curso, destinado al relato de la vida más antigua del hombre, no debe ir más allá. La Prehistoria ha cesado y el hombre entra en la Historia.

domingo, 27 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

Podemos considerar las cosas de dos maneras distintas: como un todo o como un conjunto de partes. Conseguimos, por un lado, tener una noción unitaria de cosas tan compuestas y heterogéneas como "el pueblo americano", "la flora amazónica", "un gato" o "un automóvil". Pero también somos capaces de llevar el análisis tan lejos que reducimos todo a polvo de átomos. Para comprender bien un ser vivo debemos estudiar su comportamiento global; pero debemos descender también hasta los menores detalles de su estructura, buscando su significación. Todos nosotros somos alternativamente analistas y sintetizadores, y gracias a ello hacemos progresar las artes y las ciencias.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

LA EDAD DEL HIERRO Sería inútil querer buscar una fecha que permita señalar el momento preciso en que se opera el paso de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro. Hemos visto la multiplicidad de las culturas del bronce y cómo ellas se producen, en fechas distintas, aun para regiones muy cercanas las unas de las otras. Evoluciones locales, en unos casos, migraciones de pueblos poseedores de los secretos de esa técnica, en otros, dan como resultado ese cuadro movido y a veces casi imprevisible de las culturas del bronce. Cosa análoga ocurre al hacer su aparición el descubrimiento del empleo del hierro. Los hombres de los finales de la Edad del Bronce habitan, preferentemente, túmulos o entierran en ellos a sus muertos. En uno u otro caso, los excavadores modernos llegan a encontrar en los yacimientos la tímida aparición de objetos del nuevo metal íntimamente ligados al antiguo ajuar de bronce. Las características propias de este material le asignaban, desde luego, un empleo preferente en relación a las armas. Un buen repertorio de ellas aparece, efectivamente, desde esas lejanas épocas. Se trata de espadas (que pueden ser largas o cortas), puñales, lanzas, arcos y flechas. Estos objetos, originariamente muy simples, se van diversificando con el tiempo, cuando la inventiva local se ha desarrollado suficientemente. Así aparecen puñales cuyo puño está provisto de antenas y de un pomo cónico muy típico. La rareza del nuevo material empleado comunica a estas armas un gran valor. De ahí que no se la emplee habitualmente para jabalinas u otras armas arrojadizas. Se usa tan sólo para aquellas que no deben abandonar la mano de su dueño. En cuanto a las formas (y salvo las pequeñas modificaciones posteriores que ya hemos empezado a apuntar), repiten preferentemente las de los objetos anteriormente hechos de bronce. Pasa con ello algo parecido a lo que ocurrió durante el período de transición de la piedra pulida al empleo del bronce mismo, en el cual las hachas y otros objetos del nuevo material metálico no hacían sino calcar los viejos tipos líticos. Hemos visto que en la cuenca del Mediterráneo es donde ha llegado a más alto esplendor la Edad del Bronce. No es extraño pues, que las piezas de hierro copien a las del período anterior procedentes de cualquiera de las culturas mediterráneas y, preferentemente, a las de la Europa meridional, cuyos modelos están más a la mano y son más abundantemente difundidos. Como ocurrió en su momento con el sílex y luego con el bronce, el hierro fue objeto de un comercio intenso, que transportó los objetos elaborados con él hasta lugares bien distantes de los de su original procedencia. Este comercio comprende no sólo las armas, sino también, algo más tarde, objetos del instrumental suntuario y funerario: vasos y otros objetos, fabricados con hierro, en Bélgica o en Francia, tanto como en Alemania o Checoeslovaquia. Su similitud es absoluta; lo que prueba el tráfico desde un centro común. A la vez que la aparición del hierro se produce una intensificación del lujo y del deseo de mayores comodidades y belleza para la vida diaria. La batería de cocina, por ejemplo, se hace más numerosa y diversa. Grandes cacerolas de bronce se encuentran junto a parrillas y a enormes horquillas, con las que se podría ensartar una res entera, destinadas a cocinar viandas abundantes para banquetes generosos. La cerámica también se diversifica. Nuevas formas y ornamentaciones tipifican, localmente, las diversas culturas. Como decoración, hombres y animales aparecen estilizados, generalmente en forma un poco ruda. Más fina (así como más abundante) es la decoración geometrizante e incisa. Pero tanto les vasos de este tipo como los pintados reciben un engobe protector, que abrillanta sus paredes. Otro material que se aprovecha intensamente es el vidrio, que no sólo se emplea para la fabricación de vasos y copas de diversos tipos, sino que en ocasiones suele hasta colorearse por zonas, acrecentando con ello su natural belleza. También de vidrio coloreado se hacen los collares, que suelen acompañar, en los ajuares funerarios, a sus similares de metal, de ámbar, de nácar, de marfil o de coral. Ese afán de embellecer la vida, que parece ser uno de los rasgos generales distintivos de esta gran etapa cultural, se advierte claramente en el abundante empleo del oro. Con él se hacen gran número de objetos de adorno individual, tales como los susodichos collares, brazaletes, aros, anillos, agujas para prender ropas, placas pectorales y hasta vasos diversos, para el ornato de la mesa de los más favorecidos. Este abundante empleo del metal áureo se ratifica por su incorporación al mobiliario familiar. Además, para realzar su esplendor, todos los objetos de oro presentan finísimas ornamentaciones grabadas, que unas veces representan seres humanos o animales y otras meras figuraciones geometrizantes —posiblemente, en muchos casos, resultado de la estilización excesiva de aquellas representaciones naturales—, y otras, signos que suponemos poseyeron un sentido religioso que hoy se nos escapa. Así, la rueda, la svástica y el disco solar, signo —posiblemente— este último de la existencia de cultos heliolátricos. Para ese entonces ya el hombre ha logrado la perfecta domesticidad y empleo del caballa como animal de arrastre. No sólo nos lo muestran los vasos con sus figuraciones, sino que también hallamos la prueba directa en los yacimientos arqueológicos, donde es abundante el hallazgo de frenos y trozos de antiguos carros y, excepcionalmente el encuentro de algunos de ellos enteros.

sábado, 26 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

LA DIVISIÓN CELULAR Vemos que toda célula proviene de otra célula. Éste es un principio básico y sin excepción en biología. El modo de división celular más simple, y que es excepcional, consiste simplemente en la bipartición de la célula, quedando cada célula hija con la mitad del citoplasma y del núcleo. La mayor parte de las veces, sin embargo, y éste es el tipo de división normal, llamado cariocinesis, presenciamos en la célula que se va a dividir una serie de preparativos, especialmente en el núcleo.
División celular por cariocinesis. El centrosoma (c) se biparte; la membrana del núcleo (n) se deshace liberando los cromosomas (cr), que se dividen por la mitad para cada célula hija, siendo atraídos por los rayos del centrosoma; el citoplasma se divide.
Primeramente el centrosoma, situado junto al núcleo, se biparte, y cada centrosoma hijo se coloca en uno de los polos del núcleo. Comienzan entonces a distinguirse unos hilos arrollados como en ovillos que poco a poco se van destacando y separando en cierto número de filamentos aislados, los cromosomas (III). El número de cromosomas varía de una especie a otra, pero es el mismo en todos los individuos de una misma especie. Poco a poco los cromosomas se agrupan de a pares en el plano ecuatorial de la célula, mientras que los centrosomas se separan cada vez más, colocándose en los polos de la célula. Los cromosomas se dividen longitudinalmente (IV). La célula, que tenía, digamos, 4 cromosomas, pasa ahora a tener 8; pero éstos se separan inmediatamente en dos grupos iguales de 4 cromosomas, y cada grupo emigra, como atraído por los centrosomas, hacia los polos de la célula (V, VI). Se forma entonces en el ecuador de la célula una membrana que separa el citoplasma en dos mitades iguales. Junto a los centrosomas se reúnen íntimamente los cromosomas de cada grupo, para formar finalmente un núcleo donde ya no se les puede individualizar, el cual entra en reposo hasta la división celular siguiente (VII). Se originarán así dos células hijas, cada cual con el mismo número de cromosomas que tenía la célula madre y con la mitad del volumen de ella. Esta diferencia de tamaño desaparece en seguida, porque las células hijas se nutren y crecen hasta que les llega la oportunidad de dividirse a su vez.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

LA EDAD DEL BRONCE La suma de datos que poseemos acerca de las épocas de los metales, nos permiten asegurar que el hombre los fue conociendo paulatinamente, de una manera empírica, sin la idea previa de su utilización industrial. Esta advino finalmente como consecuencia del conocimiento de las virtudes propias del nuevo material —dureza, ductilidad, elasticidad, maleabilidad, color brillante, etcétera—, en las que el hombre neolítico no había parado, inicialmente, su atención. Como un "salvaje" actual, o como un niño, el hombre primitivo apreció en los metales primero sus condiciones exteriores de brillo y belleza colorista, antes que las virtudes que el empleo mismo le permitió, más tarde, descubrir. De esta suerte, es muy probable que el oro haya sido el metal distinguido o apreciado inicialmente por el hombre. Desde luego, este aprecio nada ha tenido que ver con la estimación crematística de los tiempos modernos. El hombre primitivo ha empleado, en todas partes, el oro en función de su belleza, para realzar su tocado personal, y de ninguna manera para asignarle una función económica de común denominador de los otros valores. Así, por ejemplo, para no citar más que un caso que nos es bien conocido, los indígenas americanos sólo vieron en él un material de ornato. Todos los cronistas concuerdan en aseverar el asombro de los peruanos, contemporáneos de Atahualpa, ante la codicia de los españoles por aquel metal. El caso podría repetirse, con iguales testimonios fidedignos, para varias de las otras culturas andinas americanas que conocieron y emplearon profusamente el oro fundándose en sus propiedades estéticas.

viernes, 25 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La vida de las plantas

LOS TEJIDOS Se acostumbra a agrupar los tejidos vegetales según la función que ejercen. Destaquemos en primer término el tejido de formación, del cual derivan todos los otros y que se encuentra en el embrión y en los sitios de crecimiento, como las puntas de los tallos y raíces. Sus células, aún indiferenciadas, están en constante división.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

EL METAL Y SUS DIFICULTADES TECNICAS Ese metal, tenía el grave inconveniente de no aparecer sino en escasa cantidad y en unidades excesivamente pequeñas. Las pepitas, arrancadas del seno de la tierra, o las partículas auríferas extraídas de las arenas de los ríos gracias al lavado, resultaban, habitualmente, de un tamaño demasiado reducido para poder trabajar con ellas un instrumento determinado. Los objetos resultantes debían de ser, forzosamente, muy pequeños en la época inicial de su empleo. Además, esos fragmentos originales de oro nativo, por su misma pequeñez, y pese a las condiciones de fácil trabajo en caliente, que luego el hombre primitivo descubriría, eran excesivamente reducidos para ser empleados en la técnica de trabajo en frío, que fue, sin duda, la etapa inicial del empleo de los metales. Estas mismas consideraciones debieron haberse suscitado cuando el hombre comenzó a interesarse por el cobre. En efecto, éste aparece, por lo general, en muy reducidas vetas, en estado de pureza. Además, poseía una blandura excesiva. Por ello su empleo sin adiciones extrañas es muy poco frecuente. Felizmente para él, el hombre primitivo aprendió desde temprano que el cobre podía ganar grandemente para los fines de su empleo industrial con la unión de otro metal que le aumentara su poca dureza originaria. Ese metal era el estaño. Las primeras adiciones de estaño al cobre fueron verificadas, posiblemente, de una manera harto casual.

jueves, 24 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La vida de las plantas

PECULIARIDADES DE LOS VEGETALES La vida nutritiva de las plantas está organizada en torno del fenómeno fundamental de la fotosíntesis. De la necesidad de desempeñar esta función surgen muchos caracteres que distinguen a las plantas de los animales. En primer lugar, la clorofila es responsable del verde característico de las hojas. La ramificación del tallo y la forma laminar de las hojas, que da a las planta superiores su aspecto característico, resulta de la necesidad que tienen todas la células con clorofila de recibir el máximo de luz. Los animales, por el contrario son mucho más macizos; en ellos la superficie del cuerpo es muchísimo menor, en relación con la masa total, que en los vegetales. Como las plantas obtienen del medio las sustancias minerales que necesitan, del aire y de cualquier punto de la tierra fértil, no han menester de trasladarse en procura de alimento, como los animales. Éstos, incapaces de formar sustancias orgánicas, deben cazar o procurarse vegetales para comer. La locomoción se impone, de este modo, a todos los que tengan un régimen alimenticio normal. Los animales degradados por el parasitismo pierden muchas veces la capacidad locomotriz, por vivir aferrados a su víctima como las plantas a la tierra. En los animales la digestión es necesaria para descomponer y volver absorbibles los alimentos orgánicos. En cambio, los vegetales, que obtienen del medio sólo sustancias minerales que no necesitan ser descompuestas, no tienen aparato digestivo. En ellos, la absorción, en vez de producirse en un órgano interno como el intestino, se produce en la superficie de las raíces. Éstas se ramifican por dentro de la tierra, en busca de agua y sales, lo que sirve también para dar una base de sustentación a las partes aéreas. La savia no circula en la planta como la sangre en el animal. No hay, por ejemplo, una bomba propulsora como el corazón. La savia sube contrariando la gravedad, debido principalmente a la pérdida de agua por transpiración en las hojas, lo que provoca una especie de aspiración en los vasos leñosos. La transpiración animal no desempeña un papel semejante; es, en cambio, importante para la regulación térmica, fenómeno inexistente en los vegetales. La locomoción (y el mantenimiento de la temperatura del cuerpo, en las aves y mamíferos) obliga a los animales a un enorme gasto de energía, obtenida de la combustión de los alimentos orgánicos, es decir, de la descomposición que sufren al combinarse con el oxígeno respiratorio. Los vegetales, por el contrario, utilizan las sustancias orgánicas que ellos mismos sintetizan casi exclusivamente para el crecimiento. Siendo incomparablemente menor la combustión de alimentos, la respiración y la excreción son muchísimo menos activas que en los animales. La planta respira, como los animales, absorbiendo oxígeno y desprendiendo anhídrido carbónico. Son éstos, durante la noche, los únicos intercambios gaseosos entre los vegetales y la atmósfera. Pero durante el día predominan los efectos de la fotosíntesis, y el vegetal absorbe anhídrido carbónico y desprende oxígeno. El sistema nervioso, utilísimo para controlar las intensas relaciones con el medio a que la locomoción obliga a los animales, no existe en los vegetales. La coordinación de sus funciones resulta automáticamente del juego de simples fuerzas físicas y de la acción de fermentos y hormonas. Estos productos, al contrario de lo que ocurre en los animales, son producidos por células no diferenciadas especialmente para la secreción. En cuanto a la reproducción de los vegetales, ella es, en esencia, mucho más parecida a la de los animales de lo que parece a primera vista.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

LA EDAD DEL HIERRO Sería inútil querer buscar una fecha que permita señalar el momento preciso en que se opera el paso de la Edad del Bronce a la Edad del Hierro. Hemos visto la multiplicidad de las culturas del bronce y cómo ellas se producen, en fechas distintas, aun para regiones muy cercanas las unas de las otras. Evoluciones locales, en unos casos, migraciones de pueblos poseedores de los secretos de esa técnica, en otros, dan como resultado ese cuadro movido y a veces casi imprevisible de las culturas del bronce. Cosa análoga ocurre al hacer su aparición el descubrimiento del empleo del hierro. Los hombres de los finales de la Edad del Bronce habitan, preferentemente, túmulos o entierran en ellos a sus muertos. En uno u otro caso, los excavadores modernos llegan a encontrar en los yacimientos la tímida aparición de objetos del nuevo metal íntimamente ligados al antiguo ajuar de bronce. Las características propias de este material le asignaban, desde luego, un empleo preferente en relación a las armas. Un buen repertorio de ellas aparece, efectivamente, desde esas lejanas épocas. Se trata de espadas (que pueden ser largas o cortas), puñales, lanzas, arcos y flechas. Estos objetos, originariamente muy simples, se van diversificando con el tiempo, cuando la inventiva local se ha desarrollado suficientemente. Así aparecen puñales cuyo puño está provisto de antenas y de un pomo cónico muy típico. La rareza del nuevo material empleado comunica a estas armas un gran valor. De ahí que no se la emplee habitualmente para jabalinas u otras armas arrojadizas. Se usa tan sólo para aquellas que no deben abandonar la mano de su dueño. En cuanto a las formas (y salvo las pequeñas modificaciones posteriores que ya hemos empezado a apuntar), repiten preferentemente las de los objetos anteriormente hechos de bronce. Pasa con ello algo parecido a lo que ocurrió durante el período de transición de la piedra pulida al empleo del bronce mismo, en el cual las hachas y otros objetos del nuevo material metálico no hacían sino calcar los viejos tipos líticos. Hemos visto que en la cuenca del Mediterráneo es donde ha llegado a más alto esplendor la Edad del Bronce. No es extraño pues, que las piezas de hierro copien a las del período anterior procedentes de cualquiera de las culturas mediterráneas y, preferentemente, a las de la Europa meridional, cuyos modelos están más a la mano y son más abundantemente difundidos. Como ocurrió en su momento con el sílex y luego con el bronce, el hierro fue objeto de un comercio intenso, que transportó los objetos elaborados con él hasta lugares bien distantes de los de su original procedencia. Este comercio comprende no sólo las armas, sino también, algo más tarde, objetos del instrumental suntuario y funerario: vasos y otros objetos, fabricados con hierro, en Bélgica o en Francia, tanto como en Alemania o Checoeslovaquia. Su similitud es absoluta; lo que prueba el tráfico desde un centro común. A la vez que la aparición del hierro se produce una intensificación del lujo y del deseo de mayores comodidades y belleza para la vida diaria. La batería de cocina, por ejemplo, se hace más numerosa y diversa. Grandes cacerolas de bronce se encuentran junto a parrillas y a enormes horquillas, con las que se podría ensartar una res entera, destinadas a cocinar viandas abundantes para banquetes generosos. La cerámica también se diversifica. Nuevas formas y ornamentaciones tipifican, localmente, las diversas culturas. Como decoración, hombres y animales aparecen estilizados, generalmente en forma un poco ruda. Más fina (así como más abundante) es la decoración geometrizante e incisa. Pero tanto les vasos de este tipo como los pintados reciben un engobe protector, que abrillanta sus paredes. Otro material que se aprovecha intensamente es el vidrio, que no sólo se emplea para la fabricación de vasos y copas de diversos tipos, sino que en ocasiones suele hasta colorearse por zonas, acrecentando con ello su natural belleza. También de vidrio coloreado se hacen los collares, que suelen acompañar, en los ajuares funerarios, a sus similares de metal, de ámbar, de nácar, de marfil o de coral. Ese afán de embellecer la vida, que parece ser uno de los rasgos generales distintivos de esta gran etapa cultural, se advierte claramente en el abundante empleo del oro. Con él se hacen gran número de objetos de adorno individual, tales como los susodichos collares, brazaletes, aros, anillos, agujas para prender ropas, placas pectorales y hasta vasos diversos, para el ornato de la mesa de los más favorecidos. Este abundante empleo del metal áureo se ratifica por su incorporación al mobiliario familiar. Además, para realzar su esplendor, todos los objetos de oro presentan finísimas ornamentaciones grabadas, que unas veces representan seres humanos o animales y otras meras figuraciones geometrizantes —posiblemente, en muchos casos, resultado de la estilización excesiva de aquellas representaciones naturales—, y otras, signos que suponemos poseyeron un sentido religioso que hoy se nos escapa. Así, la rueda, la svástica y el disco solar, signo —posiblemente— este último de la existencia de cultos heliolátricos. Para ese entonces ya el hombre ha logrado la perfecta domesticidad y empleo del caballa como animal de arrastre. No sólo nos lo muestran los vasos con sus figuraciones, sino que también hallamos la prueba directa en los yacimientos arqueológicos, donde es abundante el hallazgo de frenos y trozos de antiguos carros y, excepcionalmente el encuentro de algunos de ellos enteros.

miércoles, 23 de julio de 2014

BIOLOGÍA - Las células de nuestro organismo

DIFERENCIACIÓN Cada uno de nosotros se origina en una célula única, la célula huevo, resultante de la unión del espermatozoide con el óvulo. Esta célula única, de centésimas de milímetro, que produce por divisiones sucesivas, alternadas con fases de crecimiento, todos los tejidos y órganos de nuestro cuerpo, es una de las mayores maravillas del Universo. La célula huevo se divide en dos, éstas en otras dos, y así sucesivamente. Al principio todas las células formadas son iguales; pero poco a poco van tomando formas distintas que les permitirán, en el futuro, desempeñar las diversas funciones orgánicas. A través del embrión vamos apreciando así una diferenciación celular, que implica una especialización y restringe las posibilidades funcionales de la célula. Las células embrionarias iniciales, aun indiferenciadas, dan origen a células que se van diferenciando y especializando hasta que, en el organismo ya completamente formado, cada célula sólo puede desempeñar una función única, para la cual su localización, su forma y su estructura se tornan adecuadas. Sin embargo, en muchos seres algunas estirpes celulares conservan la potencialidad de las células embrionarias y son capaces por sí mismas de regenerar todo el organismo. En el hombre esa capacidad de regeneración está muy reducida, pero se revela todavía en la cicatrización de las heridas, en la consolidación de los huesos fracturados, en los nervios, que cortados, o aun extirpados en cierta extensión, crecen nuevamente y se regeneran. Del conjunto de todas las células de nuestro organismo es necesario destacar las células germinales que darán origen a las células reproductoras, óvulos y espermatozoides. Mientras todas las demás estirpes celulares habrán de extinguirse irrevocablemente con el individuo de que forman parte, la estirpe germinal se prolongará a través de las generaciones, siendo potencialmente inmortal.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

LA EDAD DEL BRONCE La suma de datos que poseemos acerca de las épocas de los metales, nos permiten asegurar que el hombre los fue conociendo paulatinamente, de una manera empírica, sin la idea previa de su utilización industrial. Esta advino finalmente como consecuencia del conocimiento de las virtudes propias del nuevo material —dureza, ductilidad, elasticidad, maleabilidad, color brillante, etcétera—, en las que el hombre neolítico no había parado, inicialmente, su atención. Como un "salvaje" actual, o como un niño, el hombre primitivo apreció en los metales primero sus condiciones exteriores de brillo y belleza colorista, antes que las virtudes que el empleo mismo le permitió, más tarde, descubrir. De esta suerte, es muy probable que el oro haya sido el metal distinguido o apreciado inicialmente por el hombre. Desde luego, este aprecio nada ha tenido que ver con la estimación crematística de los tiempos modernos. El hombre primitivo ha empleado, en todas partes, el oro en función de su belleza, para realzar su tocado personal, y de ninguna manera para asignarle una función económica de común denominador de los otros valores. Así, por ejemplo, para no citar más que un caso que nos es bien conocido, los indígenas americanos sólo vieron en él un material de ornato. Todos los cronistas concuerdan en aseverar el asombro de los peruanos, contemporáneos de Atahualpa, ante la codicia de los españoles por aquel metal. El caso podría repetirse, con iguales testimonios fidedignos, para varias de las otras culturas andinas americanas que conocieron y emplearon profusamente el oro fundándose en sus propiedades estéticas.

martes, 22 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La vida de las plantas

LA NUTRICIÓNDos grandes funciones orgánicas dominan a la vida vegetal: la nutrición y la reproducción, que merecerá un capítulo especial. Raíces, tallos y hojas, desempeñan principalmente la ardua tarea nutritiva de los vegetales. El agua del suelo, con diversas sales en solución, es absorbida por los innumerables pequeños pelos que envuelven las raíces jóvenes, y después de atravesar algunas capas de células, acaba por penetrar en los vasos leñosos, canales microscópicos formados por células muertas que han perdido el citoplasma y el núcleo y que conservan apenas las paredes laterales, espesadas. La savia, formada por el líquido absorbido, sube por el tallo y llega a las células de las hojas. Por otra parte, es también absorbido por las células de las hojas el anhídrido carbónico existente en el aire. Durante el día existen todas las condiciones necesarias para la fotosíntesis en los minúsculos e innumerables laboratorios que son las células de las hojas. Allí se encuentra la materia prima: anhídrido carbónico, agua y sales minerales. Está presente el químico, que es la clorofila, y no falta la energía necesaria para la reacción, que es suministrada por el sol. Las sustancias sintetizadas en las hojas circulan, disueltas en el agua, por los vasos liberianos, canales más finos aun que los leñosos, formados por células vivas dispuestas en hileras y con los tabiques de separación cribados. Son así llevadas a todas las partes del vegetal, para ser utilizadas en el crecimiento o quemadas para proveer energía. El exceso se acumula en los órganos de reserva, como las raíces (remolacha) o tallos subterráneos (tubérculos de batata).

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

EL METAL Y SUS DIFICULTADES TECNICAS Ese metal, tenía el grave inconveniente de no aparecer sino en escasa cantidad y en unidades excesivamente pequeñas. Las pepitas, arrancadas del seno de la tierra, o las partículas auríferas extraídas de las arenas de los ríos gracias al lavado, resultaban, habitualmente, de un tamaño demasiado reducido para poder trabajar con ellas un instrumento determinado. Los objetos resultantes debían de ser, forzosamente, muy pequeños en la época inicial de su empleo. Además, esos fragmentos originales de oro nativo, por su misma pequeñez, y pese a las condiciones de fácil trabajo en caliente, que luego el hombre primitivo descubriría, eran excesivamente reducidos para ser empleados en la técnica de trabajo en frío, que fue, sin duda, la etapa inicial del empleo de los metales. Estas mismas consideraciones debieron haberse suscitado cuando el hombre comenzó a interesarse por el cobre. En efecto, éste aparece, por lo general, en muy reducidas vetas, en estado de pureza. Además, poseía una blandura excesiva. Por ello su empleo sin adiciones extrañas es muy poco frecuente. Felizmente para él, el hombre primitivo aprendió desde temprano que el cobre podía ganar grandemente para los fines de su empleo industrial con la unión de otro metal que le aumentara su poca dureza originaria. Ese metal era el estaño. Las primeras adiciones de estaño al cobre fueron verificadas, posiblemente, de una manera harto casual.

lunes, 21 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La vida de las plantas

Siendo seres vivos, las plantas necesitan nutrirse y reproducirse, cosa que también hacen los animales. Pero siendo vegetales, desempeñan otras funciones que los animales no realizan, la más importante de las cuales, y que ocupa en la historia de la vida un lugar de .enorme realce, es la fotosíntesis, mediante la cual las partes verdes de los vegetales fabrican sustancias orgánicas, empleando para ello como materia prima el agua y las sales que absorben del suelo y el anhídrido carbónico que toman del aire. Esta síntesis —reunión de sustancias para formar otra más compleja— sólo se realiza en presencia de clorofila, sustancia verde de los vegetales, y cuando ella recibe los rayos solares. Los animales, carentes de clorofila, son incapaces de realizar la fotosíntesis. Sin los vegetales verdes no se formarían en la Naturaleza sustancias orgánicas, base de la alimentación de los animales, y éstos, por consiguiente, no podrían existir.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

EL DESCUBRIMIENTO DEL HIERRO La última etapa en el descubrimiento de los metales corresponde al conocimiento del hierro. Sólo en algunas culturas especialmente avanzadas en el campo de la metalurgia, el hombre primitivo se adelanta rápidamente hasta el empleo industrial del hierro. Por lo general, las excelencias del bronce, recién recordadas, le permiten no intentar la utilización de nuevos materiales. Y esas culturas se estacionan, largamente, en la Edad del Bronce. Por ello, en la mayor parte de los casos, la aparición del empleo del hierro coincide, casi, con la entrada en los tiempos históricos. Con el hierro, pues, el hombre abandona la Prehistoria para penetrar, con paso resuelto, en la Historia. Es curioso señalar esta circunstancia de la tardía aparición del hierro, porque —contrariamente con lo que ocurre con el oro y el cobre, tan esquivos en estado de pureza— el hierro suele encontrarse en grandes cantidades en los terrenos asiáticos y europeos, sobre los cuales estaban ya asentadas civilizaciones metalúrgicas importantes. Es un metal simple, pero que generalmente no se halla, tampoco, como los precedentes, en estado de ser directamente utilizado. Generalmente sus vetas lo presentan mezclado con otros minerales o envuelto en gangas de las cuales es difícil desprenderlo. El hombre de la Edad del Bronce lo ignoraba. De ahí que tanto por la satisfacción que obtenía de los materiales que ya sabía emplear, cuanto por las dificultades inherentes a una extracción difícil, cuyo secreto aún no había penetrado, el empleo del hierro fue retardándose, en la mayor parte de los casos, hasta tiempos muy próximos a nosotros. Además —como lo ha hecho notar con mucha propiedad Hoernes—, había otra razón, de orden técnico, para dilatar ese empleo. Esa razón es la siguiente: todas las culturas metalúrgicas de la antigüedad reposaban, hasta entonces, en el arte de la fundición, en tanto que el hierro requería para su empleo una técnica absolutamente distinta y nueva, la de la forja. Cierto es que el procedimiento de la forja en frío había sido ya empleado en la época inicial de la industria metalúrgica (como lo hemos dejado consignado al comenzar a tratar este punto). Pero muchas generaciones habían pasado, y desaparecido desde entonces, y el secreto de este procedimiento técnico se había, posiblemente, perdido bajo el auge de una era de fundición. Además, la forja del hierro, por su elevadísimo grado de dureza (que dejaba tan atrás a la del bronce), era difícil y costosa de aprender. De suerte que fue implantándose poco a poco y sólo gracias a la inapreciable ventaja del instrumental de hierro sobre el anteriormente usado. Aun así, el bronce permaneció como un metal aristocrático, con el cual se confeccionaban las armas, instrumentos, ornamentos y preseas de las gentes de pro, en tanto que el hierro fue considerado como un metal vulgar, apto más bien para ser empleado por las gentes del común. Estas consideraciones no son meras inferencias antojadizas. En numerosísimos trabajos, los arqueólogos han podido señalar, en un mismo yacimiento, la existencia de materiales de bronce y de hierro. En la inmensa mayoría de los casos, el instrumental de bronce está siempre vinculado con los jefes, sacerdotes o dirigentes, en tanto que el de hierro pertenece a los meros soldados o labriegos. Estas atribuciones pueden determinarse con facilidad, especialmente por el ajuar funerario depositado en las tumbas. La riqueza de los elementos cerámicos, del vestuario y de muchas otras manifestaciones de la vida, corroboran decididamente aquella interpretación.

domingo, 20 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la recapitulación

OTROS ASPECTOS Sin embargo, hay una parte de verdad en la ley biogenética, que puede expresarse así: "Algunas estructuras de ciertas fases del desarrollo embrionario de un animal, recuerdan estructuras existentes en algunos de sus antepasados en la fase adulta." Esto no excluye, sin embargo, otras posibilidades. En algunos casos se produce exactamente lo contrario: las membranas que envuelven el embrión de los mamíferos no recuerdan ni de lejos ninguna estructura de la fase adulta atávica. En otros casos se produce invertida la recapitulación: un animal adulto presenta caracteres existentes sólo en los embriones de las especies que son sus antepasados. Los insectos adultos tienen tres pares de patas, como las larvas de miriápodos, sus antecesores, que cuando adultos tienen un gran número de patas. Muchos hechos que parecían apoyar vigorosamente la teoría de la recapitulación, pierden esa cualidad cuando se interpretan correctamente. Veamos el caso del llamado esbozo branquial del embrión humano, que Haeckel decía ser la recapitulación abreviada de las branquias de los peces. De él no se generan las branquias, puesto que no las tenemos, sino las amígdalas, las trompas de Eustaquio, que ligan la faringe al oído medio, y el timo, glándula de secreción interna. Olvidando por un momento los peces, ¿no es más razonable llamar a aquel esbozo embrionario esbozo de las amígdalas, trompas de Eustaquio y timo? Es cierto que este mismo esbozo produce branquias en los peces; en estos animales, por lo tanto, es en realidad un esbozo branquial. Esto significa que una misma estructura embrionaria puede producir en animales distintos órganos diferentes, lo que nada tiene que ver con la recapitulación.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

CREADORES DE LA METALURGIA ¿Quiénes son los creadores de la metalurgia? Por las razones ya expuestas anteriormente, la respuesta es ardua y no siempre la misma para todos los autores. Sin embargo, la mayor parte de ellos admiten su nacimiento entre los ligures, pueblo mal definido, que unos consideran como resultado de la suma de las invasiones arias y otros entienden que es el resultado de la combinación de aquéllos con poblaciones autóctonas, tan mal caracterizadas como ellos mismos. A esos ligures se les atribuye un papel prevaleciente en la cultura del occidente europeo: ellos habrían de ser los introductores de las culturas neolíticas, los constructores de los palafitos y de los dólmenes y, luego, los creadores de la metalurgia. Sin embargo, es muy posible que haya que rebajar buena parte de esos hipotéticos méritos y que los ligures no hayan hecho otra cosa que recoger las influencias provenientes de otros pueblos. Ello será ratificado o rectificado en el futuro, por investigaciones sistemáticas que nos faltan en estos momentos. Según algunos autores, celtas y dorios habrían sido los mayores propagandistas de las industrias del hierro, haciendo conocer la materia prima y la técnica necesaria para su empleo. Tal técnica comprende la realización de hornos mucho más altos y evolucionados que los anteriormente existentes. Los arqueólogos franceses han encontrado algunos buenos ejemplares de ellos, como los de la región del Jura. Otros similares han sido hallados en Silesia y Hungría. Muchos de ellos mostraban el empleo de toberas metálicas en forma de cono truncado y terminadas en codo. Los celtas habrían llegado del este de Europa, remontando la vía natural constituida por el valledel Danubio, siguiendo por elnorte de Alemania hasta lascostas del mar Báltico, y surcando desde allí por mar o continuando su migración por tierra, habrían llegado a Bélgica y a la Bretaña. Esta invasión céltica —quizás el resultado de hambres y conmociones marítimas o terrestres— habría sojuzgado a los ligures, que ya habitaban aquellos territorios, y cubierto, hacia comienzos del siglo III,no sólo Francia, sino también Bélgica, Inglaterra y el norte de Italia, dejando huellas de su paso (reveladas por el mantenimiento de otros contingentes de población) en Alemania y Hungría. Pero su expansión debe haber sido mucho más vasta, con migraciones, igualmente extendidas, hacia el Este, es decir, ya en territorio asiático, pues se les encuentra en el Asia Menor, la Tracia y Macedonia. Esto significa un área territorial enorme y, por ende, una función cultural sumamente importante.
ESPADAS DECORADAS. Tres tipos distintos de espadas cortas de hierro, halladas en las excavaciones practicadas en Helénendorf (Transcaucasia), con decoración geometrizante. Son del periodo de Hallstadt.

sábado, 19 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la recapitulación

LA LEY BIOGENÉTICA Fue, sin embargo, en un aspecto menos riguroso, aunque más brillante, puesto de relieve por Haeckel, uno de los mayores divulgadores del darwinismo, donde la prueba embriológica de la evolución cobró fama. Explotando una idea ya esbozada por algunos naturalistas, Haeckel sustentaba que durante el desarrollo embrionario o larval cada animal pasa por fases que corresponden a las formas adultas de los animales situados más abajo en la escala. Así, el embrión humano se inicia por una célula única, como si fuese una ameba; su fase de mórula correspondería a una colonia de protozoarios, y la gástrula a una hidra de agua dulce. Se compara a los peces la fase del embrión humano que tiene esbozos de branquias, y a los reptiles la fase en que el corazón sólo tiene tres cavidades. Empleando frases que se han hecho clásicas, la ontogenia (desarrollo del individuo) sería una recapitulación sumaria y rápida de la filogenia (evolución de la serie animal). Durante su desarrollo el individuo asciende por su árbol genealógico. La filogenia sería la causa y la explicación de la ontogenia. Esta ley biogenética, como la llamaba pomposamente Haeckel, aun cuando ganó gran popularidad entre los legos, siempre fue combatida por algunos embriólogos y criticada por otros. En estos últimos tiempos su prestigio ha decaído notablemente.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

COBRE PURO, Y COBRE Y ESTAÑO Ya hemos visto cómo, desde lejanas épocas, el hombre primitivo experimentó la necesidad de alear el cobre con el estaño. Algunos autores suponen que hasta llegó a tentar la inclusión de otros elementos —arsénico, antimonio o cinc—para lograr las modificaciones del estado molecular del cobre, indispensables para adquirir dureza. Ello se basa en el hallazgo de piezas arqueológicas que contienen los minerales citados, en vez de estaño. En Hungría, por ejemplo, se han hallado hachas de cobre que contienen hasta un 18 % del primero. Desgraciadamente, la visible impureza de los metales con que están construidas tales clases de instrumentos hace muy difícil determinar si la presencia de esos minerales subsidiarios es debida o noa una incorporación voluntaria practicada por el artífice. Es en este punto, precisamente, donde se dividen las opiniones de los técnicos. No queda, pues, más seguridad que la relativa al estaño. Pero, si las minas de cobre puro (o nativo) son raras, también es sumamente raro, y aun mucho más raro que el del cobre, el hallazgo de las minas de estaño. Habitualmente no se le encuentra más que en un muy pequeño número de regiones, donde se presenta en filones, bajo las formas de cristalitos incrustados en el núcleo de las rocas cristalinas. De ahí el nombre de granulitos, con que se le conoce. Esta situación puede ser alterada por la destrucción de aquellos núcleos de rocas cristalinas que lo contienen. En tal caso, ya sea por la denudación del terreno, producida por las lluvias o los vientos, ya por conmociones del terreno, que movilizan y hacen aflorar las capas profundas, aquellos núcleos se rompen y dispersan, siendo transportados, como material aluvional, a regiones cercanas. Generalmente estos desprendimientos ruedan por las pendientes de las montañas como material de relleno de las depresiones y de los valles. La disgregación de las rocas cristalinas se acentúa y el mineral de estaño es conservado en el estado de areniscas minerales. Precipitaciones pluviales o el lavado de esas areniscas por obra de cualquier corriente superficial de agua, son suficientes para extraer de dichas areniscas el óxido de estaño (o casiterita). Este desprendimiento se produce con gran facilidad por la intensa diferencia de densidad entre aquel óxido y las areniscas que lo contienen. Es inútil tratar de encontrar estaño nativo, o absolutamente puro. Siempre se le halla al estado de óxido. Esta oxidación -fácil es una de sus principales características. De ahí que los metalúrgicos primitivos tuviesen necesidad de fundir la casiterita para obtener el estaño puro. Es muy posible, además, que el hombre primitivo advirtiera, desde casi el comienzo de la Edad del Bronce, las ventajas de lavar las areniscas portadorasdel estaño, produciendo a voluntad el fenómeno de disgregación de la casiterita, sin esperar la acción de la naturaleza. Estas especiales condiciones en que el estaño aparece, revisten particular importancia, pues permiten —asociando estos hechos con las regiones también productoras del cobre— ir eliminando zonas geográficas, en busca de aquella donde apareció por vez primera el empleo del bronce. España, algunas regiones de Francia (como la Bretaña), Inglaterra y Finlandia son en Europa las zonas de producción del estaño. Pero, en todas ellas, la aparición tardía del bronce impide que se las pueda tener por su lugar de origen. En Africa, estas regiones están situadas demasiado al Sur (en el cabo de Buena Esperanza y la isla de Madagascar), de manera que no es posible sospechar que pueda haber sido ninguno de éstos su centro de difusión. En el Asia, Persia y Armenia los poseen, pero los da tos —sobre ser dudosos— nos impiden establecer si su conocimiento existió en las épocas primitivas. Sólo quedan, en el continente asiático, las regiones de China, la India y la península indo-malaya. Es conveniente señalar, todavía, que la explotación primitiva del estaño, por el lavado de las areniscas y el empleo de los hornos bajos, prosigue allí en nuestros días, con procedimientos de una rusticidad sugestiva, indicadora de una gran antigüedad en el mantenimiento de tales técnicas. Es, por lo tanto y según el estado actual de nuestros conocimientos en la materia, de las tres regiones antes mencionadas —o de alguna de ellas— de donde debió partir la industria del bronce que luego se extendió triunfalmente por el resto del continente asiático, Europa y alguna parte del Africa del Norte.
PARA LA BELLEZA Y ASEO PERSONAL. Estos instrumentos destinados al tocado, muestran ya un avanzado estado de cultura y una indiscutible preocupación por la atención de ciertos detalles. Destinados a las mujeres, estas limas para uñas, retocadores y removedores de la cutícula, etc., están cuidadosamente decorados. El grupo de arriba, a la izquierda, proviene de un yacimiento francés; los otros de tres distintos yacimientos italianos.

viernes, 18 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la recapitulación

Los embriones se parecen entre sí mucho más que los adultos respectivos. Es lo que muestra la figura, donde podemos comparar los embriones de toro, conejo y nombre en tres edades sucesivas. Se ve claramente que cuanto más jóvenes, tanto más se parecen los embriones.
Embriones de toro, conejo y hombre en tres estadios del desarrollo. Se ve que son tanto más semejantes cuanto más jóvenes, y mucho más parecidos que los adultos entre sí.
La embriología comparada suministra, por lo tanto, una prolongación valiosísima de la prueba de la evolución extraída de la anatomía comparada. Aun donde las formas adultas son bien distintas, la embriología señala tales semejanzas que queda claro el parentesco, el origen común.

PREHISTORIA - El descubrimiento de los metales

ALBORES DE TECNICISMO La comprobación del endurecimiento de los objetos trabajados con esa mezcla determinó su utilización voluntaria. De allí nació la aleación habitual de ambos metales, realizada en casi todas las culturas metalúrgicas con un criterio puramente empírico. Ello se revela por el examen de series algo nutridas de objetos del mismo tipo. Ese examen permite, por lo general, comprobar que la agregación del estaño al cobre se efectúa en proporciones que oscilan grandemente. No hay un criterio fijo para cada tipo de objetos realizados. Hasta en un mismo yacimiento suelen encontrarse objetos del mismo tipo en los cuales el ensayo del metal revela muy diversas proporciones de estaño. Sin embargo, todas ellas llegan hasta un cierto límite, generalmente no mayor de la cuarta parte. Hay una espléndida razón para eso, que ha sido comprobada por nuestras modernas nociones acerca de la composición y propiedades de los metales. Si a una porción dada de cobre se le agregan partes de estaño, la mezcla aumentará su dureza hasta llegar a un límite extremo, dado por la unión de dos partes de cobre con una de estaño. La combinación resultante adquiere una dureza tal, que ya no puede ser trabajada por los métodos habituales. Requiere serlo por la lima metálica, con una penosa y lenta acción de desgaste. Vale decir, que se torna muy dura; lo que permite suponer que no pudo ser empleada en trabajos metalúrgicos primitivos, y que de haber llegado a serlo, hubiera requerido una labor ardua y demasiado prolongada, sin ventajas apreciables. Y si, por hipótesis, se siguiera aumentando la proporción de estaño, a expensas de la del cobre, la dureza de la mezcla se resentiría en relación con aquel aumento. El metal fundido resultante se romperla en pedazos fácilmente. Estas reglas primarias han sido, sin duda, rápidamente conocidas por los confeccionadores de la metalurgia de la Edad del Bronce. Ello les ha permitido ir evolucionando hasta graduar con bastante exactitud, al menos en las mejores manifestaciones de esta industria, las cantidades de cobre y estaño requeridas para conceder a cada objeto la dureza que mejor convenía para los fines a que se le destinaba. De esta manera aparece, por unión de ambos metales, el bronce, material compuesto que reúne condiciones ideales para su empleo en la fabricación del ajuar instrumental. Además, su color amarillo brillante —que le aproxima al espléndido fulgor del oro—, la facilidad de llenar de una manera más perfecta que el cobre nativo todos los intersticios del molde de piedra, y otras ventajas, en parte ya recordadas, le transforman en el elemento sobre el cual ha de reposar una industria —y aun un arte— tan importante como para que todo el tiempo en que se usa predominantemente sea bautizado con su nombre. Las ventajas recién recordadas de colmar muy perfectamente todos los lugares del molde permiten obtener, una vez enfriado el metal depositado en él, piezas de una superficie mucho más tersa y unida. Esta falta de granulaciones externas, que no tiene nunca el cobre puro, da una terminación mucho más fina y pulida a los objetos de bronce. Además, permite diseñar directamente sobre el molde de piedra decorados en bajo o alto relieve, cuyas líneas resaltarán luego fielmente en el objeto, por la susodicha propiedad del metal en fusión de llenar todos los resquicios del molde. Esta condición permite decorar las piezas, no ya por el lento y difícil trabajo, empleado anteriormente (es decir, tallando las figuras decorativas sobre la pieza metálica concluida), sino por un procedimiento técnico mucho más breve y seguro, ya que la fidelidad de la decoración es absoluta. Ello, en cambio, conspira un poco contra la originalidad artística. Antes cada pieza recibe una decoración única, pues aunque el artista quiera repetir el motivo, ocurre —lo que es propio en todo arte manual— que imprimirá leves variantes de confección o de diseño en cada caso particular. Ahora, en cambio, el molde de piedra permitirá la repetición, sin variantes, de un únicodiseño efectuado en el molde. Sin embargo, no debe inferirse de ello (como podríamos estar tentados de hacerlo si nos dejáramos llevar por nuestros hábitos comerciales modernos) que se repitan "en serie" los objetos decorados. Las condiciones de vida en pequeñas comunidades eran tales que, pese al empleo reiterado de los moldes, los objetos no se repetían hasta la saciedad, como sucede en nuestros días. El empleo del bronce, por la natural dureza resultante de su mezcla, permite aliviar considerablemente, también, las etapas de la fabricación. Con el cobre solo es necesario forjar y endurecer la lámina metálica por medio del martillo. Esto supone un trabajo lento y de gran esfuerzo muscular, y aun así no alcanza nunca a proveer al instrumento del grado de dureza natural que obtiene el bronce. Modernamente existen diversos procedimientos químicos de endurecimiento del cobre. Pero esos procedimientos eran totalmente desconocidos por las culturas metalúrgicas de la antigüedad. En cambio, se sabía, sí, endurecer aun más el bronce por la reiteración de las fundiciones, o por el agregado, en la mezcla nueva, de escorias (restos de antiguos instrumentos de bronce). Esto es justamente lo contrario de lo que ocurre con el cobre puro, al cual las refundiciones repetidas le aumentan la elasticidad pero no la dureza.
BRONCES ORNAMENTALES. Empuñadura de espada —con su pomo redondo, visto desde arriba, en la parte superior— que muestra las típicas decoraciones geometrizantes de la Edad de Bronce.

jueves, 17 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la recapitulación

EMBRIOLOGÍA Y EVOLUCIÓN La Embriología, comparando los seres desde el huevo hasta la fase adulta, muestra homologías que sólo pueden explicarse por la evolución. Muchas veces, sin embargo, surgen estructuras embrionarias correspondientes en etapas distintas de la ontogenia de especies emparentadas. Si en la especie más reciente la estructura surgió antes que en la más antigua, podemos hablar de recapitulación. Pero también se produce lo contrario. La recapitulación sólo es, pues, un caso particular de la relación entre ontogenia y filogenia; existen otros. Y lo importante es que cualquiera de ellos sólo puede explicarse con el auxilio imprescindible de la teoría de la evolución.

PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado

LAS PRIMERAS INVESTIGACIONES PREHISTORICAS El hallazgo de los más antiguos restos humanos, asociados a los de animales fósiles, fue logrado por Esper en 1774. Este descubrimiento aislado, al cual casi no se le concede importancia, queda en el olvido hasta muchos años después. Todos los restantes hallazgos pertenecen al siglo XIX. Su enumeración puede ser fácilmente rehecha: Ami Boué, en 1823, los practica en la zona barrosa cercana al Rin, en el Lhar; Buckland, en 1824, realiza sus famosos hallazgos en el norte de Inglaterra, creando con ello la celebridad de las grutas de Paviland; Tournal y Christol, en 1826 y 1829, respectivamente, excavan con fortuna en la caverna de Bize, en el Aude y en las de Gard; Dumas, así como los anteriores, demostró la coexistencia del hombre y de los grandes mamíferos fósiles en aquellas cavernas; lo mismo hicieron, en 1829, Pitore, en Fauzan (Hérault) , y Schmerling, en unas grutas cercanas a Lieja; Austen, en 1842, reitera exploraciones de este tipo y halla interesantes pruebas de aquella coexistencia en la caverna de Kent, en tanto que Henry insiste en estas mismas investigaciones al año siguiente; una década después, Noulet excava en una caverna de Haute-Garonne; al año siguiente Rigollot encuentra los célebres sílex de Saint- Acheul; en 1858, Prestwych, Falconer y Penquelly trabajan en la caverna de Baumann (Harz) ; el mismo Prestwych lo hace en Hoxne, en Inglaterra, mientras que Vibraye le imita en la caverna de Arcy, y Fontan en la de Massat (Ariége). Esta enumeración, que se va haciendo larga, nos autoriza a llegar al año 1860, en que Lartet comienza una serie de investigaciones en las cavernas francesas, que le permiten recoger los magníficos materiales con que, más adelante, llegará a componer su espléndido álbum. Desde ese momento podemos afirmar que comienzan los estudios prehistóricos, con la clásica división tripartita, en edades, que se ha mantenido hasta el presente. En 1864 se creó la Sociedad de Antropología, presidida por Broca. De esa misma fecha data también la primera revista destinada a estos estudios, la cual —bajo el título de Materiales para la historia natural y primitiva del hombre— apareció bajo la dirección de Gabriel de Mortillet. En 1865 se reunió, en Spezia, el primer Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistóricas, y diez años más tarde se celebraba, en Nancy, la primera sesión del Congreso Internacional de Americanistas.

miércoles, 16 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la recapitulación

LA COLA DEL EMBRIÓN HUMANO Para Haeckel la filogenia sería la "causa mecánica" de la ontogenia, es decir, las novedades que aparecen en el desarrollo embrionario de un animal tendrían origen en los caracteres de sus antepasados adultos. El hecho de tener en la fase embrionaria un esbozo de cola, sería causado por la circunstancia de tener ese apéndice los antepasados adultos de nuestra especie. En realidad, la cosa es mucho más simple. Este vestigio existe en nuestro embrión por el mismo motivo que existe en el embrión del mono o del toro, es decir, porque los genes que heredamos de las especies atávicas así lo determinan. No se trata de indagar por qué nuestro embrión tiene cola, lo que es muy natural, ya que descendemos de animales cuyos embriones la tienen. La pregunta que debe hacerse es: ¿por qué no tenemos, como ellos, cola cuando adultos? La respuesta es que los genes que condicionan la cola en el adulto no llegaron hasta nosotros; se modificaron a través de la evolución. La ontogenia humana es causada no por la filogenia de las especies atávicas, sino por la acción de muchos de los genes que determinaron la ontogenia de aquéllas, completada por la acción de los genes mutados que ellas no poseían. Los primeros son los que provocan las semejanzas y los segundos las diferencias existentes entre el hombre y las especies de que proviene. Ahora bien: considerando la formación de un órgano complejo como es la cola, constituida por huesos, músculos, vasos, nervios, piel, condicionada por numerosos genes, es muy poco probable que todos ellos se modificasen a tal punto que no quedara ni vestigio del órgano. Lo más fácil de suceder es que, por distintas modificaciones de estos o aquellos genes, la cola, a través de la evolución de las especies, presente varias modificaciones en la forma, estructura, color, v llegue a ser muy grande o muy reducida, lo que se verifica en las muchas especies de vertebrados. Hasta puede desaparecer del todo en el adulto, como sucede con el sapo (cuya larva tiene cola) y con el hombre. Que hasta cualquier esbozo embrionario de cola desaparezca, no es teóricamente imposible, pero es casi improbable, y en la realidad eso no ocurre.

PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado

NOMENCLATURA FUNDAMENTAL Conviene, ahora, que nos pongamos de acuerdo respecto del valor de algunos términos fundamentales, sin cuya apreciación precisa no sería posible pasar adelante. Las "ciencias del hombre" están constituidas por un conjunto de disciplinas que tienden, todas ellas, al estudio del hombre primitivo desde diferentes puntos de vista. Al decir hombre primitivo no debe entenderse que deseamos referirnos únicamente a los hombres de los albores de la humanidad. Así como hay "primitivos antiguos", hay también "primitivos modernos": todos los indígenas de Asia, Africa, Oceanía y América que aún viven sin contacto, o con trato apenas ocasional, con los blancos, entran, por igual razón, en esta categoría. De ellos, pues, tanto como de los cazadores paleolíticos o neolíticos, se ocupan los estudiosos de estas ciencias. Pero el enfoque con que lo hacen puede y debe ser muy diferente. El prehistoriador se ocupará de los restos (humanos o de industria) más primitivos, de aquellos que corresponden, realmente, como antes dijéramos, a los albores de la humanidad. El antropólogo estudiará al hombre desde el punto de vista de su ser físico (realizando las determinaciones de las medidas de las distintas partes de su cuerpo y verificando, con este motivo, las comparaciones pertinentes). El arqueólogo tendrá a su cargo la investigación de los usos y costumbres de los primitivos antiguos (tanto en lo que se refiere a su cultura material —economía, vivienda, patrimonio, artes e industrias—, como lo que atañe a su vida espiritual: gobierno, organización familiar, religión y culto de los muertos, juegos y arte). El etnógrafo, en cambio, hará lo propio con los primitivos modernos. El etnólogo considerará los problemas emergentes del estudio comparativo de diversos grupos humanos o, más modestamente, perseguirá una institución o una costumbre a través de diversos pueblos y religiones. Lo enunciado demuestra, acabadamente, lo difícil que resulta deslindar terminantemente el territorio propio de cada una de las disciplinas que componen las "ciencias del hombre". El prehistoriador, al estudiar los más viejos restos, invade por un lado el campo del arqueólogo (al detenerse a considerar las más rudimentarias industrias); por el otro, el del antropólogo (al describir, minuciosamente, los vestigios esqueletarios hallados). Y la recíproca es igualmente sostenible: antropólogos y arqueólogos, al referirse a los tiempos más antiguos de la vida del hombre, penetran en el campo propio del prehistoriador. De igual modo, hay disciplinas que tienen propósitos de estudio muy similares, diferenciables sobre todo desde el punto de vista cronológico: la Arqueología y la Etnografía. Y otras, que aunque se denominen de manera asaz parecida, tienen métodos y objetivos diametralmente opuestos: la Etnografía y la Etnología. En efecto, la Etnografía es una disciplina concreta y particular; la Etnología una disciplina abstracta y general. Todo esto debe ser retenido por quien desee penetrar en el campo de las "ciencias del hombre" de una manera neta, pues sólo así podrá comprender acabadamente por qué temas enunciados de una manera general en este artículo sobre Prehistoria, se repiten (aunque estudiados en su detalle) en los dedicados a Arqueología o Antropología. Por último, no debe olvidarse que otras disciplinas coadyuvarán al mejor conocimiento de las poblaciones aborígenes: la Lingüística es una de las más importantes.

martes, 15 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la evolución

EL TESTIMONIO DE LOS FÓSILES La Geología dispone de medios para determinar la edad relativa de las rocas fosilíferas. Podemos establecer, por lo tanto, la cronología de los fósiles, es decir, saber cuáles vivieron primero y cuáles después. Los fósiles se suceden, en las rocas superpuestas, justamente en orden creciente de complejidad. Agrupándolos por edad, vemos que los diversos grupos de animales y plantas surgieron y predominaron sobre la Tierra en épocas sucesivas. Aparecieron primero los seres más simples, y después, poco a poco, durante millones de años, fueron surgiendo los grupos más adelantados. Estos hechos son muy exigentes; sólo una explicación les satisface, y es que las especies más simples se fueron modificando a través de los tiempos y originando otras que, sucesivamente, dejaron su testimonio en las rocas de diferentes edades.

PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado

Una de las cosas que caracterizan la posición del hombre moderno frente a los problemas del Universo, es su curiosidad por los hechos del pasado; es su impresión ante la diversidad existente entre esos hechos y el presente; es —por fin— su visión histórica. Esta manera de contemplar las cosas fue desconocida para los antiguos, quienes tenían una visión intemporal. Esta concepción estática del transcurrir mudable de las cosas nos parece extraña e imposible. Sin embargo, basta contemplar algunos cuadros de los maestros del Renacimiento —y, desde luego, todas las escuelas pictóricas de los llamados "primitivos"—, para advertir las incongruencias a que esa visión intemporal los lleva: escenas bíblicas con personajes que visten los ropajes de los lansquenetes y ballesteros de la época del pintor, etc. La contemplación del panorama de lo histórico, con un sentir y una sensibilidad propiamente histórica, sobreviene, pues, con el advenimiento de la Edad Moderna. Desde entonces se aguza este enfoque y se escudriña en busca de lo típico, de lo diferencial, de cada época, de cada cultura, de cada región. Pero si el descubrimiento de las características de la Historia se remonta hasta ese momento, debemos esperar hasta el siglo XIX para hallarnos en presencia de la época en que se descubre la Prehistoria.

lunes, 14 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la evolución

RAZAS Y ESPECIES ARTIFICIALES Aunque no haya sido hecha con fines científicos sino utilitarios, la domesticación de los animales, practicada desde los tiempos más remotos, equivale a una gigantesca experiencia sobre evolución. Se obtuvieron las más diversas razas de perros, palomas, caballos, bueyes, etc., seleccionando los reproductores juzgados más perfectos. Los hombres de ciencia no dejaron de realizar trabajos comparables, y naturalmente mucho más rigurosos. Morgan y sus continuadores, en una de las experiencias más importantes de la biología, obtuvieron en la mosquita Drosophila melanogaster más de mil caracteres hereditarios nuevos, que no existían en la mosca salvaje (mutaciones). La conclusión de todo ello es que las especies tienen un potencial de variación formidable. Demostrada así, esta variabilidad es el primer paso comprobatorio de la teoría de la evolución. Sin embargo, es necesario hacer notar que en esas experiencias y en muchas otras análogas, se crearon razas o variedades nuevas dentro de una misma especie. Mucho más difícil es transponer los límites específicos y crear una especie nueva, que no se cruce más con la que le dio origen. Aun esto fue conseguido ya, pero en los vegetales. Esta imitación de los pasos fundamentales del proceso evolutivo natural constituye la demostración más directa y satisfactoria de que la evolución es un hecho.

PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado

LAS IDEAS DE CUVIER, LYELL Y BOUCHER DE PERTHES El punto de partida, en Europa, de este gran movimiento de ideas, destinado a rescatar para el conocimiento humano las edades prehistóricas, sobre las cuales el tiempo y el olvido de los hombres había echado un velo aparentemente impenetrable, fue Boucher de Perthes, cuyas primeras investigaciones en Abbeville fueron seguidas de la sonrisa, irónica y piadosa, de la ciencia oficial de su tiempo, representada por Elie de Beaumont, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias francesa. El duelo entre ambas autoridades —la que había intuido la verdad y la que representaba a la verdad académica— duró más de quince años. Ello motivó amarguras y dolores en la vida del precursor, pero los investigadores ingleses concurrieron en ayuda de Boucher de Perthes, y el prestigio de sus afirmaciones contribuyó a hacer la luz ante la opinión pública francesa. Con todo, esta batalla en favor de las "ciencias del hombre" ha merecido ser recordada por la posteridad. ¿Cuál era el problema fundamental que motivaba las resistencias y enconaba los espíritus ante la afirmación de la existencia del hombre como contemporáneo de la fauna extinguida? Este problema, que hoy parece totalmente superado desde el punto de vista científico, aparecía entonces como de una enorme y revolucionaria gravedad. En efecto, todas las ideas respecto de la aparición del hombre sobre el planeta estaban regidas por los conceptos bíblicos del Génesis, según el cual el Supremo Hacedor habría creado al mundo de la nada en los siete días de su labor. El orden de sucesión de los trabajos del Creador, dado por el texto sagrado, implicaba la imposibilidad de la coexistencia del hombre con los grandes seres de la fauna extinguida. Postularlo, ahora, sobre la base de sospechosos hallazgos, implicaba pretender trastocar lo aseverado por el texto bíblico; es decir, negar la verdad revelada; incurrir, por tanto, en irreparable y perniciosa herejía. Era en balde que las demostraciones se acumularan sobre las demostraciones; que nuevos yacimientos, explotados por los técnicos, arrojaran una luz cada vez más clara sobre el problema; que las observaciones, en terrenos vírgenes de toda búsqueda hasta el presente, excluyeran la posibilidad de engaños. La opinión oficial no cedía. Ya Lyell había demostrado que las transformaciones sufridas por la corteza terrestre no eran el fruto de magnas catástrofes —de las "revoluciones" del globo, como las denominaba Cuvier—, sino que eran el fruto de minúsculas, de imperceptibles transformaciones provocadas por la acción diminuta, pero constante, de los agentes naturales. Antes de llegar a esta concepción naturalista, sobre la que se basa toda la moderna geología, los naturalistas europeos se habían visto en figurillas para explicarse las diferencias, a veces profundas, que existían entre las formas vivientes cuyos restos fósiles se extraían del subsuelo. Por ello, Cuvier, obligado a explicarse aquellas diferencias, suponía que todo el haz de la tierra había estado sometido, de tiempo en tiempo, a enormes cataclismos, que arrasaban con todos los elementos vivientes, de tal manera que la vida renacía otra vez totalmente, cuando el Sumo Hacedor, por un nuevo acto de su omnipotencia, resolvía crearla. La doctrina de Cuvier perduró por un tiempo, aun después de la aparición de la de Lyell, de tal suerte que los seguidores de la posición cuvieriana, ante la necesidad de explicar, por catástrofes, las diferencias resultantes en las formas vivientes, cada vez más numerosas, que se iban conociendo, no encontraron otra vía de escape que multiplicar el número de las susodichas catástrofes. Saint-Hilaire, discípulo de Cuvier, admitía alrededor de una veintena. Tanto esta exageración de la doctrina de las "revoluciones del globo", como la sencillez y simplicidad admirables de la de su antagonista, fueron llevando al descrédito la actitud de los seguidores de Cuvier, que a la muerte de éste habían ya raleado considerablemente sus filas. Boucher de Perthes —como nuestro Ameghino— había hecho de la obra de Lyell su libro de cabecera. Para aquél, el hombre no había nacido con Adán, sino que se remontaba a una antigüedad muchísimo mayor, a siglos y siglos de una vida oscura, instintiva, casi animal, de la cual había ido emergiendo poco a poco, con la adquisición paulatina de diversas técnicas. Hechos humildes, cuya simplicidad hoy nos haría sonreír, pero que para el adelantamiento — casi diríamos, para la humanización— del hombre primitivo tenían una importancia mucho más trascendente que nuestros sutiles y complicados inventos modernos. La obtención voluntaria del fuego, el enmangar las hachas de mano, por ejemplo, han sido hechos que marcaron un jalón en la vida de nuestros antepasados. Etapa ésta tan grande, que acaso no podamos valorarla íntegramente aun cuando nos esforcemos por hacerlo.

domingo, 13 de julio de 2014

BIOLOGÍA - La teoría de la evolución

EL MÉTODO COMPARATIVO La mayor arma de que dispone el evolucionista es la comparación. Tiene una importancia primordial, porque, manteniendo la herencia los caracteres de los antecesores, las semejanzas entre los seres indican parentesco. Todos los gatos del mundo son muy parecidos, a pesar de las diferencias de detalle, lo que indica que son parientes, es decir, descienden de un solo tronco atávico, tal como, hablando simbólicamente, todos los hombres descienden de Adán y Eva. Pero los antecesores de los gatos, de los hombres y de otros mamíferos también presentan semejanzas entre sí (esqueletos comparables, presencia de mamas, pelos, etc.); por lo tanto, también son parientes, derivan de un mismo antecesor remotísimo. Una semejanza mayor o menor significa, pues, parentesco más o menos próximo. El método comparativo nos permite avaluar el grado de parentesco entre las especies y ayuda a establecer el sentido en que evolucionarán. Es también el que orienta la mayor parte de las pruebas de la evolución.Examinaremos en los capítulos siguientes algunos hechos, extraídos de diversos sectores de la biología, de entre los muchos que comprueban la evolución. Pero ahora sólo mostraremos la naturaleza de esas pruebas.

PREHISTORIA - Curiosidad por el pasado

LAS EDADES DEL HOMBRE Las investigaciones, que a partir de 1860 se intensificaron en todos los sectores de las "ciencias del hombre", trajeron como consecuencia la reunión de una masa formidable de materiales, en los que la crítica y la discriminación de los especialistas intentó poner un orden adecuado. En realidad, desde 1836, según ya queda dicho, se había iniciado esta etapa clasificatoria. En ese año, Thomsen había establecido las tres edades cronológicas del desenvolvimiento cultural del hombre. Según esta clasificación, el ser humano ha pasado, durante la prehistoria, desde el punto de vista técnico, por tres períodos consecutivos: la Edad de la Piedra, la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. Esta primera división tríplice, admitida universalmente hasta nuestros días para la prehistoria europea, ha sufrido algunas modificaciones en su estructura interna, dividiendo interiormente estas edades. La principal de tales divisiones es la que fue introducida desde la época en que se vieron triunfar las ideas de Boucher de Perthes: la primera de aquellas edades fue dividida en dos períodos: de la piedra tallada o Paleolítico y la de la piedra pulida o Neolítico. Más tarde algunos autores han intentado la introducción del Mesolítico, período intermedio entre los dos señalados. Esta clasificación, como se ve, toma por base el material predominante en las industrias del hombre. Lartet ha ideado otra clasificación, basándose en la fauna fósil asociada a los restos de la industria humana, tal como se los encuentra en el piso y subsuelo de las cavernas europeas. Para ello ha dividido el período prehistórico en cuatro grandes edades: la Edad del gran oso, la Edad del mamut, la Edad del reno y la Edad del uro. Como la anterior, esta clasificación ha sufrido posteriormente algunas modificaciones; pero contrariamente a aquélla, en el sentido de la simplificación. Así, Dupont la ha simplificado, reuniendo los dos primeros períodos en uno solo, el del mamut (o de los animales extinguidos) y los dos últimos en otro, que llamó del reno o de los animales emigrados. Aquellas clasificaciones, según se habrá advertido, reposaban en elementos extraños a lo puramente arqueológico, de manera que eran aceptadas con alguna resistencia por parte de los arqueólogos puros, a cuya cabeza se encontraba, en Francia, de Mortillet. Por ello, éste, en 1869, creó una clasificación exclusivamente arqueológica, basada en las distintas fases del trabajo industrial del hombre primitivo. Tres de sus grandes épocas comprendían la extensión del período Paleolítico, y la cuarta, y final, se desarrollaba en el período Neolítico. También esta clasificación, al igual de las anteriores, ha sido objeto de modificaciones internas. Las primeras de ellas fueron propuestas por su mismo autor; las subsiguientes, por otros estudiosos. La causa de tales innovaciones era el constante aumento de los materiales y del conocimiento de las particularidades de la vida y de la industria del hombre prehistórico que ello implicaba, lo cual permitía establecer fases particulares, que resultaban de la subdivisión de las grandes épocas iniciales. Por ello, en la actualidad, cada época ha sido subdividida en dos o tres períodos internos. De Mortillet fue el primero en advertir la imposibilidad de conceder un valor general, ecuménico, a su clasificación. En nuestros días ésta no es absolutamente aceptable, ni siquiera para toda Europa. Los estudiosos contemporáneos la admiten más bien como una norma general que como una clasificación general. La secuencia de períodos que ella indica tiene sólo un valor local, especialmente para la parte occidental de Europa, que es, por otro lado, la más estudiada y la mejor conocida desde el punto de vista prehistórico. En este sentido, ha habido un cambio profundo y sustancial en el enfoque del proceso del desarrollo de la cultura del hombre. Para Mortillet y sus continuadores inmediatos, la sucesión de épocas prehistóricas no constituía más que el desarrollo regular y lógico de una serie única: la de la industria humana. En nuestros días, consideramos que ese concepto unitario debe ser sustituido por el de la multiplicidad de las culturas y civilizaciones diferentes que, desde los albores de la humanidad, se agitan, migran y se entrechocan, siguiendo en cada caso particular la prosecución de su propio ciclo evolutivo. La duración de estos ciclos es harto variable. Los que tienen vitalidad suficiente se dilatan en el tiempo y se expanden en el espacio. Los otros recorren fugazmente su trayectoria vital y se agotan y desaparecen.