domingo, 17 de febrero de 2013

FILOSOFIA - La filosofía escolástica

ALBERTO MAGNO
La culminación de la escolástica se debe a Alberto Magno y Tomás de Aquino, cuya doctrina ha
sido, hasta ahora, la filosofía oficial de la Iglesia romana.
Alberto de Bollstaedt, ALBERTO MAGNO, nació en 1193; fue maestro de las universidades de
París y Colonia, en donde murió en 1280. Alberto es, dice Von As-ter, en primera línea, sabio.
Colecciona y ordena un enorme material. "Este material coleccionado y ordenado procede
esencialmente de la tradición, en especial de los escritos aristotélicos. Sin embargo,
en sus
escritos sobre ciencias naturales no falta la utilización de observaciones propias, que nos
autorizan a otorgar al filósofo escolástico el calificativo de investigador de la Naturaleza, sobre
todo en Botánica y Zoología, aunque también respecto a la Química, pues el concepto de
"afinidad" química se remonta a Alberto".
La filosofía árabe y judía venía subrayando desde hacía tiempo la diferencia entre teología, esto
es, la exposición de los dogmas y misterios de la fe, y filosofía, a saber, la teoría racional de los
principios y formas del mundo, de la vida y del conocimiento.
El contraste entre ambas disciplinas dio lugar a la doctrina de la doble verdad: lo que es verdad
en teología puede ser falso en materia filosófica, por ejemplo el misterio de la resurrección de los
muertos.
Alberto Magno, percibe, en efecto, la visible diferencia entre ciertas verdades reveladas y
determinados principios de la filosofía, pero confía y labora por que tal diferencia no se
convierta en oposición. Rechaza desde luego la idea de que los misterios de la teología (la
Trinidad, la Encarnación y otros) puedan explicarse racionalmente, pero prueba que todo lo que
pueda ser conocido por la filosofía mediante la "luz natural" (lumine natural:), vale también en
teología. Mas el alma humana sólo puede conocer plenamente los principios que ella misma trae
consigo y, por tanto, en aquellos problemas en donde el conocimiento filosófico no llega a
ninguna conclusión definitiva, debe permanecer indeciso ante diversas posibilidades. En estos
casos, la revelación da la clave. El mérito de la fe, reside, por consiguiente, en que no puede ser
fundada por conocimiento natural alguno. La revelación es suprarracional, pero no antirracional.
Esta y otras proposiciones fueron desenvueltas in extenso y orgánicamente por su discípulo
Tomás de Aquino. En sus escritos metafísicos sostiene San Alberto, quien mereció el título de
Doctor universalis, por su extraordinario saber: la pluralidad de las formas; la idea de que los
universales son anteriores (como creaciones divinas) a las cosas, pero en las cosas, como objeto
de conocimiento de los hombres; la teoría de la libertad de la voluntad, etc.
Alberto Magno escribió sobre lógica, física, metafísica, matemáticas, filosofía, moral, así como
sobre teología, en donde destacan sus comentarios a las Sentencias de Pedro Lombardo y a los
escritos de Pseudo-Dionisio y dos Sumas.

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