jueves, 21 de febrero de 2013

PEDAGOGÍA - Etapas fundamentales de la educación

CARACTER DE LA FORMACION DEL NIÑO EN EL JARDIN DE INFANTES
El desarrollo
del pequeñuelo se logra utilizando de la manera más racional y completa sus
propios recursos, y las deficiencias de su naturaleza se salvan, en la medida de lo posible, por la
educación. Fundamentalmente se persigue que al salir del jardín de infantes sea atento,
observador sagaz, que su memoria esté ejercitada, su sensibilidad ampliada y agudizada; se ha
vigilado todo lo que puede crearle complejos, se ha abierto su inteligencia para que capte los
matices de la vida que le rodea, y se le han hecho sentir las alegrías que proporciona el
perfeccionamiento moral. En el momento que abandona el jardín, sólo se requiere la continuación
de ese desarrollo armónico.
Si bien la educación de los sentidos, de la atención y la memoria son primordiales, en el jardín de
infantes no se debe olvidar la formación estética, ya que está estrechamente ligada con el
desarrollo de los sentimientos. El oído y la vista son los aparatos sensoriales que mayor
ejercitación requieren, y por ellos —los más sensibles del hombre— entra lo esencial de toda
inclinación hacia lo bello y armónico. La música es un gran factor educativo: brinda ritmo a los
movimientos, les da plasticidad y es propicia para la contemplación callada y silenciosa. La
elección de los temas musicales adecuados para los pequeños no siempre es acertada; con ellos
ocurre como con los cuentos; se los infantiliza tanto, que pierden todo interés para el niño y nada
dicen a su imaginación, vivaz y siempre ávida de novedades. Por esto se debe procurar que las
piezas sean todas de elevada jerarquía artística, y cuando se aprovecha el folklore, que se realice
una severa depuración. En lo que respecta a ejemplos, indicaremos como guía algunas
composiciones maestras que se adecuan perfectamente a lo que la sensibilidad del niño exige: la
Gayola de Glück, el Minuetto de Paderewsky, el Tamborín de Rameau, la Marcha turca de Mozart,
y muchas de las melodías de Schumann. Estas son obras que incitan al movimiento, ora suave y
acompasado, grave o risueño, enérgico y rápido. La danza, corolario de la música, debe ocupar un
lugar de privilegio en el jardín de infantes; toda sesión de música debe acompañarse con
movimientos: el niño no puede actuar de espectador; en todo exige ser parte activa, y la danza
unida a la música satisface cumplidamente la necesidad de un desarrollo armónico de su
sentimiento estético, la recreación del tema escuchado y la educación de los movimientos, que
adquieren soltura y flexibilidad.
El desarrollo de la imaginación es también de capital importancia, y para ello la jardinera debe
narrar cuentos, organizar representaciones teatrales en las cuales los niños sean los actores. El
carácter del cuento infantil ha sido siempre muy discutido y pocas veces comprendido. El cuento
infantil debe, pues, dirigirse a la imaginación del niño, a su gusto por la decoración, por la
naturaleza y, tratándose de párvulos, no estará de más la inclusión de parábolas o ejemplos que
entrañen una elevada enseñanza moral.
De este modo, el jardín de infantes llena los tres principios que Fróbel, con genial intuición, puso
como base de su tarea:
Conocimiento de los niños;
Contacto con la naturaleza y la vida; 
Educación armónica de los sentimientos, de la mente y de los músculos

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