domingo, 9 de marzo de 2014

ASTRONOMIA - La Tierra

INTERIOR DE LA TIERRA Lo que más luz ha proyectado para conjeturar el interior de la Tierra es la manera cómo se propagan las ondas de los terremotos. Hasta el presente, tres verdades fundamentales han sido puestas de relieve por este método: 1) una rigidez o resistencia a la deformación del núcleo terrestre mayor que la del acero; 2) una velocidad de propagación creciente con la profundidad de las capas; 3) discontinuidad en la distribución de la masa con indicios de zonas de diferenciación a los 1.200 y 2.900 kilómetros. De todos estos indicios deduce H HAALCK que el interior de la Tierra se halla formado de un núcleo homogéneo de 3.470 kilómetros de radio sobre el que descansa una capa de 2.900 kilómetros de espesor, integrada a su vez por otras dos capas concéntricas y homogéneas, entre las cuales la solución de continuidad más notable se halla a 1.200 kilómetros de la superficie. Por el conocimiento, aunque todavía imperfecto, de la densidad de la Tierra, concluye v. M. GOLDSCHMIDT, que el núcleo central se halla formado principalmente de hierro y níquel con densidad 9; la zona intermedia, de hierro y azufre, con densidad 6; y la zona más externa, de silicatos, con densidad 3: de esta suerte se llega a la densidad media de la Tierra, que es 5,52. Por el aumento de temperatura con la profundidad, que es a razón de 2,9° por cada 100 metros, lo cual da un gradiente geotérmico de 34,5 metros por cada grado centígrado, y también por la elevada temperatura de la lava arrojada por los volcanes, es obvio suponer que el calor central de la Tierra debe llegar a varios miles de grados. Atendiendo a esta temperatura, que sin duda supera a la considerada hasta ahora como crítica para todos los cuerpos, el núcleo de la Tierra debería hallarse en estado gaseoso: no obstante, como las enormes presiones a que está sometido pueden elevar las temperaturas críticas de sus componentes, de aquí que generalmente se le considera en un estado intermedio entre el líquido y el sólido, es decir, que lo más verosímil es considerarlo semifluido.

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