domingo, 16 de marzo de 2014

ASTRONOMIA - Una visión de conjunto

EL FIRMAMENTO DE DIA Y DE NOCHE El cielo o firmamento se nos presenta bajo dos aspectos muy diferentes: uno de día y otro de noche. El cielo durante el día se nos ofrece como una inmensa cúpula azul, interrumpida a veces por nubes, por la que se pasea el Sol; el cielo durante la noche se nos ofrece también como una inmensa cúpula oscura, con numerosos objetos más o menos brillantes, llamados CUERPOS CELESTES O ASTROS. Según esto, se llaman astros, el Sol, la Luna y demás objetos luminosos que, de día y sobre todo de noche, se observan en el cielo, ya sea a simple vista, ya sea por medio de algún anteojo o telescopio. Imaginémonos por unos momentos que nos hallamos a la caída de una tarde de verano en lo alto de una prominencia, desde donde se divisa en todas direcciones el lejano horizonte. El Sol está a punto de ocultar su dorado disco detrás de las apartadas montañas, entre celajes de nubes, que con sus fulgores adquieren los más vivos y variados matices. Aquella parte por donde se nos oculta el Sol forma uno de los llamados puntos cardinales: a saber, el Poniente u Oeste (W u O). Pero a medida que el Sol se hunde detrás del horizonte, la luz por aquella parte presenta diversas tonalidades, desde el amarillo al rojo y púrpura. Luego comienzan a aparecer en el firmamento puntitos brillantes, cuyo número aumenta progresivamente a medida que oscurece: son los cuerpos celestes o ASTROS, los cuales diríase que se hallan como enclavados en esa inmensa cúpula, conocida con el nombre de BOVEDA CELESTE. Al fijar nuestra atención en los astros, observamos que la inmensa mayoría de ellos presentan unas rápidas variaciones y cambiantes de luz, que constituyen lo que comúnmente se llama CENTELLEO, y son las ESTRELLAS; otros, por el contrario, si bien muy pocos, conservan su luz inalterable, y son los PLANETAS. Las estrellas son astros de colosales dimensiones, colocados a distancias de nosotros inconcebibles y dotados de luz propia; en cambio, los planetas son astros de dimensiones mucho más modestas, situados a distancias relativamente pequeñas y además opacos, pues la luz con que se nos ofrecen es la del Sol reflejada. La observación atenta de todos estos astros nos revela un movimiento de conjunto, en torno de una recta imaginaria, llamada EJE DEL MUNDO. Por esto, Si durante varias horas tuviésemos enfocada hacia el extremo de esta recta imaginaria una cámara fotográfica fija, al revelar la placa obtendríamos una serie de porciones de circunferencia de diferentes radios, pero con un centro común, debido a las varias estrellas situadas dentro del campo fotográfico. En el caso de haberse efectuado esta observación en el hemisferio norte de la Tierra, por ejemplo en España, se advertiría, casi en el mismo centro común, la traza de una estrella llamada POLAR, por hallarse muy próxima al punto donde el eje del mundo corta la bóveda celeste, o sea, junto al Polo Norte, y por lo tanto, sin participar apenas de ese movimiento circular de los astros, conocido con el nombre de MOVIMIENTO DIURNO, por razón de cumplirse en el espacio de un día. Si la observación hubiese tenido lugar en el hemisferio sur, por ejemplo en la Argentina, la porción correspondiente al Polo Sur celeste aparecería sin ningún circulito, por no haber en el hemisferio sur ninguna estrella visible cerca de dicho polo. Si observásemos atentamente las estrellas y los planetas, no ya en una sola noche, sino en el decurso de una porción de noches, advertiríamos otra diferencia notable entre unos y otros astros; pues, mientras las estrellas conservan siempre las mismas posiciones relativas, los planetas se van corriendo con respecto a las estrellas, por lo cual éstas se llaman fijas y los planetas errantes, que esto significa en griego la palabra planeta, andar errante. Esta fijeza en la posición relativa de las estrellas ha permitido reunirlas en grupos, llamados CONSTELACIONES, que unas veces reciben el nombre de las figuras que representan, como Cruz, Triángulo, Corona Boreal, Carro u Osa mayor, y otras veces se designan con nombres arbitrarios, principalmente mitológicos, como Orión, Centauro, Erídano, Navío, Tucán, etc. Excepcionalmente se divisan en el cielo otros astros errantes de forma caprichosa, consistente en una luminosidad acompañada de un largo y tenue resplandor: son los COMETAS, que tantas veces en el decurso de los tiempos han excitado la imaginación popular. En cambio, se observarán con bastante frecuencia unos súbitos fulgores, que a manera de cohetes o ráfagas luminosas, cruzan el firmamento para desaparecer a los pocos instantes: son las ESTRELLAS FUGACES O ASTROLITOS, debidas a pequeños fragmentos de astros que se ponen incandescentes al rozar con la atmósfera terrestre. Todavía no terminan aquí los cuerpos celestes que nuestros ojos pueden descubrir en el firmamento, sino que, además, se observará una inmensa banda irregular, blanquecina, que a manera de cinturón gigantesco, abraza todo el cielo. Es la Vía Láctea o Camino de Santiago o Galaxia, como la llaman modernamente los astrónomos, formada por aglomeraciones de infinidad de estrellas. En realidad, todas las estrellas perceptibles aun con los mayores telescopios forman parte integrante de la Vía Láctea, que presenta la forma de un disco muy aplanado, algo así como la de una lenteja de dimensiones verdaderamente gigantescas. El Sol no es más que una de tantas estrellas como forman la Vía Láctea, y —por cierto— no de las mayores. El Sol es un millón trescientas mil veces mayor que la Tierra, y, sin embargo, la estrella Antares, de la constelación del Escorpión, bien visible desde ambos hemisferios, posee un volumen ciento trece millones de veces mayor que el Sol.
MOVIMIENTO DE ROTACION DE LA ESFERA CELESTE. Fotografiado con una máquina fija durante varias horas y dirigida al polo celeste. Durante la exposición cruzó el campo de la máquina un aerolito, que dejó impresa su estela.

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