El hombre ha conseguido mejorar enormemente los animales y plantas útiles. Es imprescindible que se ocupe de hacer lo mismo con su propia especie. Pero la mayor dificultad estriba en que la técnica de los criadores, basada en la selección artificial de los tipos mejores y en el sacrificio de los inferiores, es inaplicable a la especie humana. También la selección natural, que entre los seres salvajes premia a los mejor dotados con una prole más numerosa, encuentra en nuestra sociedad justamente lo contrario: aquí son los mejor dotados los que menos se reproducen. La vida artificial que llevamos ha quebrado los mecanismos ciegos que defendían la especie contra la degeneración. Debemos sustituirlos por medidas basadas en los conocimientos científicos, que respeten los postulados morales justos, y que combatan sin descanso los errores y preconceptos. El estudio y propaganda de estas medidas corresponden a los eugenistas.
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