domingo, 4 de mayo de 2014

BIOLOGÍA - Parasitismo

ANIMALES PARÁSITOS Muchos insectos obtienen su alimento por succión de animales o plantas, pero fuera del momento de la alimentación llevan una vida independiente. La alimentación de los pulgones y piojos de las plantas es, en cambio, prácticamente continua durante casi toda la vida del parásito. Otros insectos ponen sus huevos dentro de los huéspedes, siendo las larvas las parásitas. Frecuentemente se encuentran en los vegetales unas excrecencias llamadas agallas, dentro de las cuales evolucionan pequeños insectos. A veces salen de la oruga, en vez de crisálidas, pequeñas avispas cuyas larvas se nutren de ella. Cuando la oruga es nociva a la agricultura, las avispas parásitas son valiosas auxiliares del hombre. Pero en ciertos casos hay otras avispitas, parásitas de parásitas, cuyas larvas evolucionan dentro de las larvas que viven en la oruga: ellas destruyen, por lo tanto, a nuestros aliados. El "berne" (larva de la Dermatobia cyaniventris), tan común en el ganado de las regiones donde hay matas próximas (porque la mosca cuya larva es, tiene hábitos silvestres), cuando ya ha crecido suficientemente a expensas de la carne ajena, cae en el terreno y en uno o dos meses se transforma en mosca adulta. Esta mosca no tiene contacto con el ganado, pero hace la postura de huevos durante el vuelo sobre el abdomen de otras moscas o mosquitos. Allí los huevos se transforman en larvas —"bernes"—, que pasan al mamífero cuando su portador involuntario las posa, directa o indirectamente. Éste es el único caso de un parásito que emplea un vehículo aéreo para transportar sus larvas sin que estas lo parasiten. Entre los vermes parásitos encontramos los más complejos ciclos evolutivos. La lombriz (Asearis), que vive en el intestino del cerdo o del hombre, pone millones de huevos que, deglutidos, infectan nuevas víctimas. Al llegar al intestino salen de ellos las larvas, las cuales, perforando las paredes del órgano, caen en los vasos sanguíneos y se dirigen al hígado. De allí van al corazón y de éste a los pulmones, de donde salen en seguida por los bronquios, llegan a la garganta y son entonces nuevamente deglutidos. Sólo después de toda esta migración se transforman las larvas en adultos. La solitaria (Taenia), que puede alcanzar 10 metros de largo, se prende de la pared intestinal por medio de los ganchos que tiene en la cabeza. No tiene tubo digestivo ni boca. El alimento penetra, ya digerido por el hombre, a través de las paredes del cuerpo. Los últimos anillos, llenos de huevos, se desprenden y son expulsados, mientras otros nacen junto a la cabeza. Los huevos, ingeridos por el cerdo o el buey (según la especie de solitaria), producen en el intestino larvas que migran hacia los músculos del animal, donde quedan encapsuladas. El hombre se infecta comiendo carne mal cocida que contenga esas larvas. Como la solitaria, muchos otros parásitos exigen para completar su evolución dos huéspedes sucesivos. Así es como la larva de Schistosoma, verme productor de una seria enfermedad, tiene una fase acuática libre, infecta después un caracol acuático, del cual sale en forma de larva más adelantada que permanece en el agua hasta penetrar por la piel del hombre, en el cual completa su ciclo. Los insectos chupadores de sangre poco nos perjudicarían si no nos transmitiesen parásitos mucho más terribles que ellos mismos, y de los cuales también son víctimas. El plasmodio, protozoario productor del paludismo, penetra en los glóbulos rojos del hombre y se reproduce asexuadamente, alimentándose de ellos y destruyéndolos. Después se forman gametos que pasan al cuerpo de los mosquitos anofeles, cuando éstos pican a un enfermo, y es dentro del insecto donde se produce la fecundación. Picando a otro individuo, el mosquito le transmite el plasmodio y, por lo tanto, el paludismo.

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