viernes, 2 de mayo de 2014

ZOOLOGIA - La vida en las aguas marinas

LA VIDA INVADE Y OCUPA LOS MARES La vida se formó en los mares, pero se esparció por su inmensa masa líquida sólo muy lentamente. Durante millones de años, fueron poblándose gradualmente la superficie y el fondo del mar, en tanto que la gran masa de agua comprendida entre las capas superficiales y el fondo permaneció casi deshabitada. Solamente mucho tiempo después fue esta última poblada y dominada por los animales, debido a la aparición de un tipo que para el medio marino era revolucionario, los peces, capaces de flotar fácilmente gradas a su vejiga natatoria y a un sistema de locomoción enteramente nuevo y altamente eficaz, las aletas. Los crustáceos, los invertebrados más rápidos que hay en las aguas marinas, no poseen un sistema locomotor ni una organización tan adecuada como la de los peces. Sus apéndices locomotores sírvenles más bien para la marcha por el fondo del mar, no siendo órganos exclusivos de natación, sino órganos empleados eventualmente para este fin. Los crustáceos descienden de animales que tenían una organización apropiada para evolucionar en el futuro fuera del agua, en tierra, adquiriendo allí un desarrollo enorme, como ocurre con sus próximos parientes los miriápodos, los arácnidos y los insectos. Un paso de importancia extraordinaria en la ocupación de los mares fue la agrupación de protozoarios en colonias, dando origen a los primeros animales pluricelulares, espongiarios y celenterados, que se fijaron sobre las plataformas submarinas. Todos los demás animales se desarrollaron prácticamente sobre el suelo submarino, a partir de esos primitivos tipos fijos, y, o bien llevaron una existencia sedentaria, o se arrastraron o caminaron sobre las plataformas submarinas. Muchas fueron las tentativas de los animales pluricelulares para ganar la inmensa masa líquida comprendida entre la superficie y el fondo; algunas de ellas fueron coronadas por el éxito, pero la mayor parte no consiguieron el objetivo perseguido, pues, aun siendo capaces de desplazarse por la natación (como muchos langostines, cangrejos y gusanos), los animales no dejaban de volver al suelo para descansar antes de emprender un nuevo avance. Algunos de ellos, sin embargo, lograron penetrar en esas aguas; ciertos moluscos de concha atrofiada (Aplysia y los pterópolos) consiguieron nadar con bastante facilidad; algunos celenterados abandonaron el fondo del agua y vinieron hasta la superficie, como las grandes medusas y las colonias flotantes de sifonóforos (las fisalías). Hubo crustáceos minúsculos que, gracias a su poco peso y a las adaptaciones de sus apéndices, consiguieron igualmente reunirse con los demás moradores de las capas superficiales. Con todo, el suelo submarino continuó abrigando la mayor parte de las ramas zoológicas. Espongiarios, celenterados, diversos gusanos briozoarios, equinodermos (crinoideos), moluscos (distintos lamelibranquio)), fijábanse en el fondo del mar; diferentes gusanos, braquiópodos, equinodermos, moluscos y crustáceos se arrastraban sobre ese mismo fondo. Todo este conjunto de animales constituía el bentos, o agrupación de habitantes fijos o que se arrastran en el fondo submarino. Mientras el bentos se desarrollaba en la profundidad de los mares, las larvas libres de casi todos los animales fijos y los animales libres derivados del mismo bentos habitaban la superficie de las aguas y constituían el plancton, o agrupación de habitantes de superficie, de locomoción restringida y moviéndose llevados por el agua. Sólo faltaba la aparición del necton, formado por aquellos animales que surcan libremente las aguas entre la superficie y el fondo con ayuda de eficaces órganos de natación, y constituido esencialmente por los peces. Los peces actuales se derivan de formas primitivas, con esqueleto cartilaginoso y revestidas exteriormente de placas óseas (los ostracodermos), muy pesadas, y que no sobrevivieron hasta nuestros días. En los peces modernos, cuyo cuerpo está más perfeccionado, hay un órgano de equilibrio que los hace más livianos, la vejiga natatoria, en comunicación con el esófago. Esta comunicación se cierra después en varios peces. La presencia de dicha vejiga, formada por un divertículo de la pared del esófago, es de trascendental importancia para la evolución y para la conquista del medio aéreo. Representa, en efecto, un órgano de respiración secundaria, y algunos peces (dipnoos) respiran casi exclusivamente por medio de ella. Es esta vejiga la que ulteriormente se va a modificar y perfeccionar para cumplir la función de un pulmón en los animales que respiran el oxígeno del aire atmosférico. Mientras distintos peces se desarrollaron en este sentido y dieron origen a los antecesores de los anfibios y de los primeros reptiles, la mayor parte de los que poseían vejiga natatoria ocuparon gradualmente el inmenso intervalo de agua entre la superficie y el fondo del mar. La aparición del tipo pez fue, sin duda, una creación extraordinaria, que vino a contrastar con los animales que hasta entonces habitaban el mar, de los cuales, solamente algunos, en virtud de adaptaciones secundarias, lograron algún éxito en la invasión de la gran masa líquida interior. La velocidad alcanzada por los peces sólo fue posible gracias a nuevas modalidades orgánicas: una estructura interna sólida, un endoesqueleto cartilaginoso u óseo que permitía los movimientos laterales de la cola, la presencia de aletas rígidas, y un cuerpo liviano flotando fácilmente en el agua. Este advenimiento revolucionario solamente fue igualado, y aun sobrepasado, millones de años más tarde, con la conquista de la vida terrestre por animales con miembros bien desarrollados y una respiración pulmonar, aérea.

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