domingo, 5 de octubre de 2014

BIOLOGÍA - La herencia

Nadie creería a quien dijese que de un huevo de pata vio salir una cría de buitre; tal es la confianza que inspira la herencia como fuerza inflexible; pero como las cosas habituales no provocan admiración, a nadie le llama la atención que de un huevo de pata salga justamente un patito, hecho que envuelve en sí un misterio que la ciencia apenas ha comenzado a aclarar. La casi totalidad de un huevo de ave está constituida por reservas alimenticias, y apenas un punto de la yema es de materia viva, la cual originará el embrión y el adulto. El huevo humano y el de casi todos los mamíferos es microscópico, pues no tiene prácticamente reservas alimenticias. Esa gotita de protoplasma, el huevo, resulta de la reunión de los dos gametos, el espermatozoide y el óvulo, que son los únicos puntos vivos que ligan a los padres con los hijos; es forzoso reconocer que dentro de ellos existe algo que hace aparecer en el hijo todos los caracteres de la especie de los padres, que de los huevos de pata hace nacer patitos y no otra ave cualquiera. Pero ¿de qué modo los centenares de caracteres que permiten distinguir una especie de otra cualquiera pueden estar representados en los minúsculos gametos, y de manera tan perfecta que aun los más ínfimos detalles de los padres se repiten en los descendientes? La idea de los autores antiguos, que es por otra parte la más intuitiva, era que dentro del gameto existía una miniatura del ser, con todos los caracteres del adulto. Así, el espermatozoide de un hombre rubio contendría un hombrecillo rubio, que en el organismo materno engendraría necesariamente una criatura rubia. Pero la Citología (estudio de la célula) desacreditó toda hipótesis de esta naturaleza, escudriñando el interior de los gametos y mostrando que son células comparables a todas las demás, que no contienen nada que se parezca a un hombrecillo. En el gameto de un hombre rubio y de nariz aguileña no hay cabello ni nariz de ninguna especie; pero forzosamente hay dentro de él algún factor, sin forma de nariz o cabello, que hace que aparezcan en el hijo esos caracteres paternos. La Genética, ciencia de la herencia, ha conseguido en gran parte revelar la naturaleza de esos factores llamados genes, mostrar en qué punto de la célula se localizan y por qué mecanismo se transmiten y distribuyen en los descendientes. Pero aún falta mucho por dilucidar, principalmente lo que se refiere al modo por el cual los genes, presentes en el huevo, consiguen influir en el desarrollo para hacer surgir en los adultos los caracteres que representan. En Genética la investigación ha sido hecha por dos métodos principales que se completan y confirman. Por un lado, cruzando individuos que difieren en algunos caracteres hereditarios, se verifica cómo éstos se distribuyen en la descendencia. Por otro lado, se verifica con el microscopio el comportamiento, dentro de las células, de las partículas donde se supone que están los genes. Se correlacionan los resultados de las hibridaciones con los de las observaciones citológicas y se extraen conclusiones. Este método combinado ha demostrado ser de enorme eficacia, como veremos a través de varios ejemplos.

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