lunes, 17 de junio de 2013

ARQUEOLOGIA - La Edad de los Metales en América

Otro es el problema en cuanto se relaciona con América. Aquí no podemos dividir, como en Europa, las edades metalúrgicas en la del Bronce y la del Hierro. Hay un hecho fundamental que nos lo impide: el hierro fue conocido en América sólo después del descubrimiento de Colón. Por ello algunos autores —basándose subsidiariamente en el hecho de no poder establecerse cronología diferencial alguna entre el empleo del cobre y el de los demás metales—proponen substituir la Edad del Bronce europea por una denominación más amplia: la Edad de los Metales.
PLANTEAMIENTO GENERAL DEL PROBLEMA La observación de un mapa en el cual se señalen las zonas de distribución de los yacimientos de cobre y de estaño de las Américas, y su confrontación con otro mapa etnográfico en el que se establezca el área de las grandes culturas primitivas americanas, permitirá observar en seguida la superposición, casi absoluta, del uno y del otro. En efecto, salvo alguna esporádica presencia de yacimientos de aquellos metales en Groenlandia, la península del Labrador o la zona media de la costa atlántica de los Estados Unidos, así como en América del Sur, de algún otro yacimiento aislado en el interior de la región amazónica o en la costa meridional del Brasil, la inmensa mayoría de los mismos se concentran siguiendo la línea orográfica vertebral de América, sobre la cual se insertan las culturas andinas. Esa vasta sucesión de cultura —esa "cordillera de las altas culturas", como la llama Graebner —que comprende a aztecas (con sus predecesores, los hipotéticos toltecas y los seguros chichimecas), mayas, ístmicos, chibchas, incásicos (con la serie de las civilizaciones preincaicas), omaguacas, diaguitas (y los otros posibles agregados culturales del Noroeste argentino), se escalona, toda ella, de Norte a Sur, a través del territorio medio de las tres Américas, en coincidencia perfecta (y no demasiado sorprendente) con las posibilidades de obtención del mineral en que se basa, con preferencia, su industria metalúrgica. Naturalmente, esto no significa que América no haya producido magníficos especímenes de las industrias del oro y de la plata. Los grandes centros metalíferos primitivos fueron, pues, en líneas generales, México, América Central, Colombia y el vasto Perú prehispánico. Basta recordar a la numerosa y muy valiosa serie de los cronistas de Indias, para darse cuenta de la magnitud y magnificencia de los trabajos en aquellos metales preciosos. Las descripciones de los botines de guerra de un Hernán Cortés o de un Francisco Pizarro, son suficiente para . ello. Pocos ejemplos bastarán para ilustrar definitivamente sobre ese punto, a los que cabría agregar algunas monografías modernas.

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