sábado, 29 de junio de 2013

MNEMOTECNIA - Tres claves

LA VISITA DEL SEÑOR HEILBRUNNER La piedra grabada guarda indeleble las huellas del cincel; la sabiduría popular de los proverbios nos enseña que palabras escritas en la arena se las lleva el viento. ¿Cuál de estas condiciones corresponde al sistema nervioso? La segunda. El cerebro es plástico, recibe voluntarioso toda impresión que los sentidos recogen; pero en su propia plasticidad guarda, por inercia, la tendencia a volver al estado primero, a borrar toda huella que no abrió profundos surcos. Imaginemos el taller del vidriero que paciente prepara el arabesco de las piezas que el mercado disputará. Su imaginación se concreta en finos trazos que quitan parte de la cera con que cubriera el cristal. Así, el dibujo tiene la duración de las palabras escritas en la arena; lo sabe y no confía en tan simple medio. Sumerge la pieza en agua regia: el ácido corroe las partes señaladas. Aquí no termina la tarea. Es necesario dar vida a la obra y el color se impone. El esmalte debe resistir todo uso y para ello entrega la pieza al calor del horno que lo fragua indeleble con el cristal. Estas operaciones hacen que perdure la obra, y en nuestro sistema nervioso también dos operaciones aseguran la conservación de las impresiones: la penetración y el refuerzo de la impresión. El perfecto funcionamiento de los órganos sensoriales y la integridad orgánica del sistema nervioso aseguran de hecho la penetración. Ningún estímulo se pierde y los nervios lo llevan a su respectivo centro. El número de impresiones que nos solicitan es ilimitado; todas, en principio, tienen igual posibilidad de fijarse, pero el cerebro no actúa como placa fotográfica. Su función es inteligente, de adaptación a las necesidades del individuo, proceso que cumple seleccionando las impresiones según su grado de importancia. ¿Cómo comprueba ese grado de importancia? Por la atención que prestamos a uno u otro suceso. Cuando nos concentramos en una lectura toda vocinglería, el ruido de la calle, pasan inadvertidos. Mas el solo olor a quemado nos hace saltar de nuestro asiento. Instintivamente el reflejo de conservación se sobrepuso al interés de la lectura. Esa sensación que llegó confundida con otras que no reconocíamos se impuso por su importancia. Vemos, pues, que la atención enfoca, por así decirlo, el campo de la conciencia sobre un determinado objeto, pero no anula la posibilidad de saltar a otro de mayor trascendencia. En el estudiante distraído, en el comerciante que olvida pedidos, falta el esfuerzo voluntario de atención. Si la penetración depende casi exclusivamente de factores orgánicos, no ocurre lo mismo con el refuerzo de la impresión. Aquí representa su gran papel la ejercitación. Tenemos en perspectiva un buen negocio y nos presentan la persona indicada para realizarlo. El amigo común introduce al futuro cliente dando su nombre, profesión, e indica con breves alusiones la prisa que tiene al decirnos que viaja a Brasil en el próximo avión. Debemos ser explícitos y no perder tiempo; lo requiere la prisa del visitante y nuestro interés en la operación a concretar. Apresurados, pues, volcamos nuestra atención en las condiciones del contrato a formular; omitimos parcialmente al visitante, que expuestas sus razones se retira. Llegado el momento de llamar a su alojamiento o de escribirle: ¿Cómo se llama...? ¿Es abogado, ingeniero...? ¡Pequeñas y grandes dificultades! La corrección, la seriedad, no permiten tales omisiones y resulta, que por ellas o por no querer cometerlas, perdemos una provechosa operación ¿Qué hubimos de hacer? Simplemente ayudar nuestra memoria, reforzar la impresión de esos detalles triviales, pero imprescindibles. En el transcurso de la conversación decíamos: "Nuestro interés, señor..." "El crédito de la casa exige..." "La calidad de nuestra producción..." Y debíamos decir: "Nuestro interés señor Heilbrunner exige..." "El crédito de la casa, señor Heilbrunner..." "La calidad de nuestra producción, señor Heilbrunner..." Así, al par que corteses y amables, el apellido Heilbrunner llega una y muchas veces a nuestros centros cerebrales, la impresión está reforzada, y las células asaeteadas por la percepción correspondiente a Heilbrunner no dejarán escapar este grupo de sonidos, lo conservarán tenazmente. Además, cuando durante la entrevista tomamos anotaciones, debimos escribir varias veces Heilbrunner, y la impresión auditiva se convierte así en visivo-motora. Es ley en psicología que cuantos más sentidos componen un recuerdo con mayor fuerza se graba.

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