miércoles, 5 de junio de 2013

FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX

LA VUELTA A KANT. LA VUELTA A SANTO TOMAS. LA VUELTA A ARISTOTELES Junto al positivismo, aparece en Europa otra tendencia que, pasada la primera mitad del siglo XIX, lucha con denuedo, aunque con armas más endebles, contra la filosofía idealista y romántica: el materialismo. Conforme a esta doctrina, todo lo real es corporal. Incluso la vida anímica, inespacial por esencia, es considerada como un producto del cerebro, de parecida manera como la bilis lo es del hígado. Los más destacados materialistas de esta época son JACOBO MOLESCHOTT (El Ciclo de la Vida, 1852), CARLOS VOGT (La fe del carbonero y la ciencia, 1855), y sobre todo, LUIS BÜCHNER (Fuerza y Materia, 1854). A fines del siglo, esta orientación materialista se convierte en un monismo naturalista, según el cual la concepción unitaria del mundo tiene, por única base sólida, los conocimientos científicos que la razón humana ha obtenido mediante la experiencia y, por tanto, son falsas las ideas de revelación de Dios, de alma, etc. ERNESTO HAECKEL (Los Enigmas del Universo) y GUILLERMO OSTWALD (La Energía) son los monistas más importantes. El materialismo y el monismo naturalista estaban, en rigor, poco informados de la filosofía. El primero en poner al desnudo esta deficiencia fue el investigador GERMAN VON HELMHOLTZ (18211895) al hacer notar que la ciencia de la naturaleza tiene necesidad de una investigación filosófica, es decir, una investigación teórica del conocimiento y un esclarecimiento de sus propios conceptos fundamentales, y aludía a Kant, para quien la filosofía era precisamente teoría del conocimiento y no especulación. En parecida actitud procede FEDERICO ALBERTO LANGE (1828-1875) en su importante obra Historia del Materialismo, 1866. En ella se reconoce que el materialismo es justificado y fecundo para la investigación científico-natural. En cambio, la convicción ingenua de que la realidad absoluta nos es dada en la materia y sus fuerzas, es impugnada desde el punto de vista de la teoría kantiana del conocimiento, la cual no parte del mundo exterior, como de algo evidente, sino de la conciencia cognoscente. Todo ello contribuyó a buscar una nueva fundamentación de la filosofía, apoyándose en la doctrina de Kant, exenta de toda sobrestimación de los factores que intervienen en el conocimiento. OTON LIEBMANN (1840-1912) dio la fórmula de este anhelo. En su libro, fogoso y entusiasta, intitulado Kant y los Epígonos, 1865, exhibe la senda extraviada de la filosofía posterior a Kant, pidiendo al término de cada capítulo el retorno a este pensador. Su lema es: "Hay que volver a Kant". A fines del siglo lux y principios del XX, se producen otros retornos a grandes pensadores. La encíclica Aeterni Patris, 1879, de León XIII, promovió una vuelta a Santo Tomás, y, como consecuencia, el origen del neotomismo, debido ante todo a los trabajos de Báumker y Kleutgen, en Alemania; de Liberatore y Taparelli, en Italia; de P. de Broglie y E. Delmas, en Francia, y de Balmes, Donoso Cortés, Ortí y Lara y Zeferino González, en España. También tiene lugar una vuelta a Aristóteles, consumada principalmente por ADOLFO TRENDELENBURG (1802-1872) y FRANCISCO BRENTANO (1832-1917). En particular, este último pensador ha ejercido una considerable influencia en la filosofía actual con sus obras: El origen del conocimiento moral; Psicología desde el punto de vista empírico; Las cuatro fases de la filosofía; El porvenir de la filosofía.

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