lunes, 14 de octubre de 2013

ANATOMIA Y FISIOLOGIA - La respiración

RESPIRACION EXTERNA. ANATOMIA FUNCIONAL DEL APARATO RESPIRATORIO LAS VIAS RESPIRATORIAS. El aire atmosférico, para ponerse en contacto con la sangre e intercambiar los gases respiratorios, pasa por una serie de conductos que comienzan en la nariz y terminan en el pulmón. El corte transversal de todos los conductos similares, da una superficie que aumenta a medida que de la nariz se acerca al pulmón, dibujando en conjunto un enorme cono, de escasos centímetros cuadrados al nivel de los orificios nasales, y de cerca de 100 m2 en la superficie respiratoria alveolar.
Esquema de las vías respiratorias vistas de frente. El triángulo en punteado indica cómo se ensancha la superficie de esas vías, a medida que se acerca a la superficie alveolar.
La nariz está formada por dentro, por dos corredores anfractuosos separados por un tabique óseo, que se dirigen de adelante hacia atrás, desde los orificios nasales hasta la faringe. La cara externa tiene tres salidas, llamadas cornetes, que estrechan su luz. Las paredes se hallan tapizadas por una membrana mucosa, rosada, llena de vasos sanguíneos que entibian el aire respirado y con glándulas que segregan mucus, que fija y mata a los gérmenes y humedece el aire. Cerca de su entrada, un conjunto de pelos detiene las partículas extrañas que pudieran llegar. De la nariz pasa el aire a la faringe, tubo ancho y corto, que comunica en su parte inferior con la laringe. La faringe, situada en la parte posterior de la boca, es trayecto común para el aire y para los alimentos, que siguen luego, el primero la vía de la laringe y los segundos la del esófago. La laringe es un corto tubo que contiene las cuerdas vocales, que dan la voz, y que se prolonga en su parte inferior. por la tráquea, constituyendo ambas el conducto laringotraqueal, situado verticalmente en la cara anterior del cuello, donde es fácil de tocar. La tráquea penetra en el tórax hasta su división en dos ramas: bronquios derecho e izquierdo, que se dirigen una a cada pulmón, y se subdividen en ramas que vuelven a dividirse, y así sucesivamente, y son cada vez más pequeñas, hasta terminar en el ácimo pulmonar, sobre el que insistiremos en seguida. El conjunto semeja a un árbol invertido. La tráquea y los bronquios están formados por un esqueleto de anillos cartilaginosos, superpuestos unos a otros, y tapizados interiormente por una membrana mucosa. Los bronquios, muy finos, no poseen cartílago, sino un sistema de fibras musculares que los rodean formando anillos y que por su contracción estrechan al tubo y regulan el pasaje del aire. Estas fibras son las que al contraerse provocan el ataque de asma con la dificultad respiratoria que lo caracteriza. Todos los conductos hasta aquí señalados no intervienen en la respiración propiamente dicha, y sólo son vías de pasaje del aire atmosférico hasta los alvéolos. Constituyen por ese motivo el llamado espacio muerto, con una capacidad aproximada de 150 cm3. Estos conductos sirven para calentar el aire inspirado, humedecerlo con vapor de agua y esterilizarlo con sus secreciones. Finalmente, cada fino bronquiolo termina en una serie de cortos conductos, en los que se abren dilataciones en forma de bolsas, cuya superficie se halla abollonada por una enorme cantidad de celdillas como las de un panal de abejas, llamadas alvéolos. Estos, constituyen la unidad respiratoria propiamente dicha del pulmón. Los alvéolos están formados por una delgadísima membrana, de unos 4 II, de espesor, en contacto por una parte con el aire que viene de los bronquios y que recibe a ese nivel el nombre de aire alveolar, y por otra, con una red capilar de mallas finas, en la que circula la sangre con sus glóbulos rojos. La superficie ocupada por los alvéolos es enorme y se la ha calculado entre 80 a 100 m2, lo que explica la facilidad del intercambio gaseoso.
Esquema de un lobulillo pulmonar con sus principales elementos constitutivos.

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