sábado, 12 de octubre de 2013

ANTROPOLOGIA - Los primeros hombres

EL HOMBRE DE NEANDERTHAL
DIFERENCIAS CON EL "HOMO SAPIENS" Un examen no demasiado profundo de las características morfológicas de este tipo humano revelará fácilmente hasta qué punto él difiere del hombre actual y explicará, en parte, la resistencia a admitir su existencia, expresada por los investigadores alemanes. El desarrollo inusitado de la parte facial de su rostro, a expensas de la parte cerebral (rasgo de bestialización de primer orden) lo aleja considerablemente del perfil habitual de los hombres actuales, aun en los agregados humanos más inferiores. Desde ese punto de vista, el hombre de Neanderthal ocupa un lugar intermedio entre los simios antropoides y el Homo Sapiens. Todos los cráneos de este tipo corresponden a la forma general dolicocéfala (cráneo alargado en el sentido antero posterior) . Además son platicéfalos (es decir, su calota craneana es poco elevada) . También por ello se alejan de los hombres actuales para aproximarse al tipo de los simios antropomorfos sin cresta sagital (gibones y chimpancés). La región posterior del cráneo tiene, como ya lo había hecho notar Huxley, un gran interés para los anatomistas. Puede decirse que hace "pendant" con la frente, igualmente fuyente. Toda la zona occipital, aparte de una especie de saliente transversal, arqueada, muy fuerte (torus occipitalis transversus), se presenta llena de relieves y depresiones, resultados de las huellas de los entronques musculares. Todo esto demuestra un desenvolvimiento notable de los músculos de la nuca, posiblemente en relación con el gran volumen y peso de la cabeza. En cuanto al rostro —que sobrepasa, por sus dimensiones, a las caras más grandes que conocemos—, una de las características esenciales es la frente fuyente (denotadora de primitividad) , terminada por una visera orbital saliente y continua. Esta manifestación ósea es, igualmente, demostrativa de un carácter bestial, pues se parece en un todo a la visera análoga existente en los cráneos de los gorilas, de los chimpancés y del Pithecanthropus. Los cráneos infantiles, de que antes hicimos mención, demuestran que esta característica existía en aquellos seres humanos desde edad muy temprana, en lo que diferían de los simios antropomorfos recién recordados, cuyas crías no los poseen. Algunos autores han intentado explicarnos su existencia como un atributo masculino debido a la selección sexual (por su mayor desarrollo en los individuos de este sexo) ; otros como recalcadores de un aspecto de ferocidad conveniente para la lucha por la vida; otros como un desarrollo producido por el juego de las mandíbulas y del aparato masticatorio; otros, finalmente, como una manera natural de protección de los ojos, adquirida bajo la influencia de ciertos hábitos (ya defensa contra golpes o proyección de objetos extraños, ya para crear zonas sombrías preservadoras del reflejo del sol sobre la nieve) . Las órbitas mismas llaman poderosamente la atención por su enorme tamaño: son una mitad más grande que las de un hombre actual que tuviese la misma capacidad cerebral. La nariz nace formando una gran depresión, como entre los primitivos australianos, y es sumamente ancha (platirrina), como entre los negros actuales. En cuanto a la región de los maxilares presenta no la forma anterior cóncava, como en la actualidad, sino una superficie plana, la cual, recubierta por los músculos, debió de ofrecer una forma de hocico que contribuyó, sin duda, a dar al hombre de Neanderthal un aspecto bestial característico. Agréguese a ello la existencia de un mentón sumamente rudimentario y fuyente. Este hecho anatómico es grandemente importante, pues la saliente del mentón es considerada por los anatomistas (al mismo título que la frente erecta) como una particularidad esencialmente humana. En la parte interna de la mandíbula fuertes salientes indican poderosas inserciones musculares. Ellas no tienen tanta relación con el lenguaje como con los actos de la masticación y de la deglución. El conjunto de esas rugosidades óseas, correspondientes a la inserción de los músculos masticatorios, es el afectado al servicio de los movimientos de lateralidad de la mandíbula o divisores de los alimentos. Los dientes insertos en las mandíbulas son netamente humanos. Anchos, robustos, bien implantados en las fuertes mandíbulas: Todas las coronas tienen un mismo nivel. No hay caninos sobresalientes. Las muelas del juicio tienen no sólo todo el espacio requerido sino que queda, tras ellas, lugar suficiente para un molar suplementario. El conjunto óseo muscular revela que la masticación debía ejercerse por un movimiento de propulsión hacia adelante del maxilar inferior sobre el superior, indicativo de una dentición más triturante que cortante. Esto parecería indicar una dieta preferentemente vegetariana, más bien que carnívora. Esta suposición —a la que se llega por el estudio detallado de aquellas características anatómicas— encuentra su corroboración en el estado mismo de los dientes. En la mayoría de los cráneos, aquéllos se encuentran muy gastados, posiblemente a causa de la tosquedad de los alimentos, mezclados de tierra, que los dientes debían triturar. Sólo los niños o los adolescentes conservan sus coronas en buen estado. Las lesiones dentarias de los mayores testifican que los hombres de ese período debieron sufrir cruelmente de muy dolorosas enfermedades contra las cuales no podían oponer otra defensa que su estoicismo: gingivitis expulsivas y poliartritis alveolares han dejado su huella en aquellos dientes prehistóricos.
EL CRANEO DE LA QUINA. La ilustración muestra este cráneo fósil con la mandíbula in situ. Obsérvense sus poderosas ramas laterales, así como los rebordes óseos sobre los ojos y el gran tamaño de las órbitas. Occipital alargado, frente fuyente y fuerte, llena de salientes y depresiones, son otros tantos testimonios de primitividad.
SUPERPOSICION DE UN CRANEO FOSIL Y OTRO MODERNO. La presente figura ofrece el diseño del cráneo del gran naturalista COPE (punteado) , superpuesto al del hombre de la Chapelle aux Saints. El contraste permite interesantes observaciones antropológicas.
DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA. Comparación entre el cráneo de un francés moderno (1) y el cráneo de la Chapelle aux Saints (2). Puede observarse cómo en el 1 predomina la parte noble, la caja craneana, sobre la parte puramente facial, en tanto que en el 2 ocurre exactamente lo contrario. La línea de puntos marca lo que falta para que el desarrollo craneano fuese equivalente al caso anterior.

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