miércoles, 9 de octubre de 2013

ANTROPOLOGIA - Los primeros hombres

LA MANDIBULA DE MAUER Este resto, bastante completo y bien conservado es, en la opinión de muchos autores, el más antiguo de cuantos vestigios osteológicos se conocen del hombre. Su rusticidad evidente, el avanzado estado de su fosilización y otras circunstancias conexas dan la impresión cabal de su extraordinaria antigüedad. Ella fue encontrada en el pueblecillo alemán de Mauer, a diez kilómetros al sudeste de la ciudad universitaria de Heidelberg. El hallazgo fue verificado en un estrato de arenas fluviales (pertenecientes al antiguo lecho del río Neckar), a veinticuatro metros de la superficie del suelo. Hacia fines de 1908, el profesor Schoetensack, de aquella Universidad, publicó dicho hallazgo. Las arenas de Mauer contenían una rica fauna fósil, tanto de moluscos terrestres y fluviales como de mamíferos. Entre estos últimos el elefante antiguo, el rinoceronte etrusco, osos y una forma arcaica del caballo &mostraban la antigüedad realmente pliocena del estrato. El hallazgo de la mandíbula, en un medio de tal naturaleza, acrecienta su valor documental. Ella tiene, pues, la misma edad que dicha fauna fósil. Además, sus características anatómicas concuerdan, exactamente, con lo que era previsible para tan grande antigüedad. Tiene un tamaño mayor que el habitual en nuestros hombres contemporáneos. Toda su conformación es extraordinariamente robusta, condición que se acrece por la anchura inhabitual de sus ramas superiores. Otro rasgo de gran antigüedad es la ausencia de mentón. Todas estas condiciones anatómicas la aproximan a las mandíbulas de los simios. Y así, posiblemente, se la hubiera clasificado si no fuese por las características del aparato dentario, que son netamente humanas: los caninos son pequeños y no rebasan el nivel de las otras piezas; los molares tienen los caracteres y las dimensiones que corresponden a los del hombre actual. La antinomia existente entre la característica simiesca (o si se prefiere, de bestialización) de la mandíbula y las tan puramente humanas del conjunto de dientes y muelas en ella engastados, han llamado poderosamente la atención de los especialistas desde la época en que esta pieza, tan fuera de lo común, fue conocida. Boule ha hecho notar que el gibón es, entre el grupo de los simios antropomorfos, el que tiene una mandíbula más parecida a la de este hombre chelense, aunque alguna otra característica —como por ejemplo el ángulo truncado de la mandíbula— le asemejan al orangután (y al hombre de Neanderthal, que más tarde estudiaremos). Algunas pequeñas variantes de la región de la sínfisis se encuentran entre los simios antropomorfos —especialmente los gibones— y los primitivos australianos (fósiles o actuales). La superficie interna de la sínfisis tiene también algunas características propias: está muy echada hacia atrás, lo que en lenguaje antropológico se denomina, y en adelante así lo haremos, así como la superficie externa, es decir, de la región del mentón, en donde muestra una pequeña cúpula, como entre los simios antropomorfos, en vez de la saliente que se nota en los hombres. Todo este conjunto de elementos morfológicos deja muy poco espacio a la lengua. Por lo tanto, el juego de este órgano, tan indispensable para la articulación del lenguaje, tiene que haber sido forzosamente muy reducido. Boule, con toda propiedad, ha podido recordar al respecto una expresión sumamente elocuente, de Gaudry, cuando al describir al Dryopithecus dice que es una especie de "intermediario entre el hombre que habla y las bestias que gritan". La dentición, aunque humana, según se ha dicho, presenta, sin embargo, en un examen minucioso, algunas características de primitividad. Acaso la principal sea las grandes cavidades pulparias, persistencia de un carácter infantil recordatorio del estado primitivo de la dentición de los grandes primates. Otro tanto ocurre con las coronas de los grandes molares inferiores. En los simios antropomorfos, la corona está formada por cinco dentículos, bien desarrollados. Entre los blancos el quinto dentículo se presenta atrofiado, o aun ha desaparecido totalmente, con excepción de un solo molar, en el que todavía persiste. En la mandíbula de Mauer (como entre algunas poblaciones primitivas fósiles o actuales), el quinto dentículo puede ser notado, con mayor o menor desenvolvimiento, en todos los casos, pero en vez de formar una saliente, como entre los simios, aparece disminuido (como en el único molar en que se conserva entre los hombres blancos) . Por fin, la muela del juicio puede desenvolverse normalmente, sin los inconvenientes que el borde alveolar ofrece habitualmente en el hombre moderno. Puesto a elegir entre clasificar a este resto entre los simios (por la pieza ósea) o entre los hombres (por la dentadura), Schoetensack se ha inclinado por lo segundo, denominando al ser correspondiente: Homo Heidelbergensis, es decir, el hombre de Heidelberg. Por su parte, Bonarelli, que también se ha pronunciado en favor de la tesis de que se trata de restos de un hombre primitivo, le ha bautizado con el nombre de Palaecoanthropus. A su vez Duckworth lo considera como un testimonio óseo demostrativo de la existencia, en Alemania, del Pithecanthropus. No hay nada, sin embargo, que permita tener a esta hipótesis como probada, si no es una mera coincidencia lógica: la mandíbula de Mauer ocupa, entre la de los simios antropomorfos y la del hombre actual, el mismo puesto intermedio que la calota del Pithecanthropus entre las de los ya nombrados. Pero, mientras no se obtenga una mandíbula completa del ser de Java —de quien sólo se conocen unos pocos dientes—, la opinión de Duckworth quedará como una mera deducción que sólo contiene de positivo el reconocimiento de la posición intermedia del tan interesante resto de Mauer.
LUGAR DEL HALLAZGO DE MAUER. El pequeño plano muestra la localidad de Nfatier, al borde del río Elzenz y en las proximidades de la ciudad de Heidelberg. en donde se verificó ese importante hallazgo.
LA MANDIBULA DE MAUER. Esta extraordinaria pieza ósea presenta la inserción dentaria perfectamente humana en una mandíbula completamente pitecoide.

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