viernes, 1 de noviembre de 2013

ANATOMIA Y FISIOLOGIA - La audición

OIDO INTERNO. El oído interno, junto con la porción correspondiente del sistema nervioso, son las partes esenciales del aparato auditivo. Su destrucción produce sorderas incurables llamadas de recepción.
A la izquierda y abajo, el caracol con sus espiras; en punteado el lugar del corte transversal, que aparece muy ampliado a la derecha. En dicho corte se ven las dos rampas y el conducto corlear, así como las demás partes.
El caracol o coclea es el receptáculo anatómico del oído interno. Está formado por un tubo óseo situado en pleno peñasco, enrollado 21/2 veces como la envoltura de aquel animal. La base del caracol mide 9 mm, y comunica con la ventana de la pared del oído medio; su altura es de sólo 5 mm. Su cavidad se halla recorrida a lo largo por dos membranas que la dividen en tres conductos independientes y superpuestos, llenos de linfa. La membrana del conducto intermedio, llamado conducto coclear, que mira hacia la base del caracol, se denomina membrana basilar y sobre ella apoya el órgano de Corti, formado por células de un tipo y disposición articulares que reciben una rica inervación. La membrana basilar y el órgano de Corti son los dispositivos especializados que captan las vibraciones debidas al sonido. El funcionamiento del oído interno es el siguiente: Las vibraciones de los huesecillos trasmitidas a la ventana oval se comunican a la linfa, que llena el caracol, produciendo variaciones de presión en este líquido, variaciones que son captadas por la membrana basilar y el órgano de Corti. Pero cada región de esta membrana se halla especializada en la recepción de vibraciones de determinada frecuencia; las cercanas a la base del caracol son sensibles a los tonos agudos y su lesión perturba la audición de éstos, como sucede en los viejos, y las cercanas al vértice son sensibles a los tonos graves. Es decir que hay una localización del oído interno para la recepción de cada tono. En el año 1930, Weber y Bray llamaron la atención sobre el curioso hecho de que cada vez que llega una vibración al oído interno, éste produce corrientes eléctricas que se pueden captar como las ondas de la radio y retransformar en sonido. Por eso, para precisar su origen, se las llama corrientes microfónicas cocleares. El experimento de estos investigadores ingleses es sorprendente. Conectaron dos hilos de un aparato receptor de radio con el oído interno de un gato y los pusieron en comunicación con un altavoz situado en una habitación alejada; bastaba hablar quedamente en la oreja del gato, para que el altavoz repitiera las palabras.

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