viernes, 17 de enero de 2014

ASTRONOMIA - Las mareas

LEY DE CLAUSIUS CLAUSIUS, basándose en el principio de Carnot, formuló la ley por él descubierta en esta forma: La entropía universal o energía no transformable tiende hacia un máximo. Esta ley, al parecer innocua, lleva consigo consecuencias trascendentalísimas. Efectivamente, como todo fenómeno material resulta de un cambio de energía, que va por el estado potencial, pasando por el trabajo o energía actual, al estado entrópico mediante rodeos más o menos largos, de aquí que toda la energía disponible en el universo, necesariamente finita, se convierte en energía entrópica, que ya no puede retroceder jamás. De aquí se deduce la necesidad de la creación, verificada en un tiempo tan alejado como se quiera, pero necesariamente finito, lo cual exige, a su vez, la existencia de un Creador exterior al espacio e independiente del tiempo. Por ventura su fiat consistió en crear la materia en estado caótico, o sea en el estado de la máxima energía potencial, regulada por leyes que la conduzcan irresistiblemente al estado entrópico, pasando antes progresivamente por el estado de la energía actual. Cuando la energía entrópica haya llegado a su máximo, o en otros términos, cuando todas las energías hayan sido niveladas, el Universo habrá muerto. Cabe amontonar todos los millones de años que se quiera, pero siempre resultará que, a la postre, la actividad del universo tuvo principio y tendrá fin. Ahora bien, como esta conclusión se opone tan abiertamente a ciertas negaciones, de aquí que determinados autores la hayan combatido, no con argumentos fundados en la imposibilidad intrínseca del hecho, sino en la imposibilidad de hacerla concordar con sus postulados apriorísticos. Véase, por ejemplo, lo que dice el transformista HAECKEL en su conocido Wiltraetseln: "Si esta teoría de la energía entrópica fuera exacta, debería haber habido un principio del universo, correspondiente a este supuesto fin; un mínimo de entropía en la cual las diferencias de temperatura en los distintos puntos del Cosmos hubieran sido máximas. Ambas ideas son insostenibles bajo la luz de nuestra idea monista del proceso cosmogónico externo; ambas contradicen nuestra ley de substancia. El Universo no tiene principio ni fin; es infinito y eterno en su movimiento; la conversión de la energía cinética en potencial y viceversa, persiste sin interrupción, y la suma de energía potencial y actual permanece constante. La segunda tesis de la teoría mecánica del calor contradice a la primera y debe ser abandonada". Así discurre el famoso profesor de Jena; pero la contradicción está, no en el principio de la entropía, sino en la apriorística ley de la substancia, que lleva consigo la eternidad de la materia y la energía, para fundar con ella el monismo. Muy de otra manera habla de la ley de la entropía el eminente físico ruso O. D. CHWOLSON, en su folleto titulado Hegel, Haeckel y el Duodécimo Mandamiento: "Sostengo —dice— que el descubrimiento de la ley de la entropía es lo más alto que ha realizado el saber humano. En profundidad filosófica, en amplitud y eficiencia para el conocimiento de la realidad, en fecundidad inagotable, no admite parangón con otra verdad alguna, y no hay conquista mental, cuya grandeza pueda emular con la de esta ley. De ella, grabada en el frontispicio del magnífico templo de la verdad absoluta, puede el hombre enorgullecerse más que de todas las demás verdades científicas juntas. Entre las escasas leyes naturales que el hombre ha logrado descubrir, esta ley descuella dominándolas a todas". Arrhenius, para evitar la creación, supone el mundo eterno y que no tendrá fin; para ello ideó un ciclo cerrado en los astros, haciéndoles pasar sucesivamente por los estados de estrella nueva, nebulosa espiral, sol ardiente, sol apagado y, por choque con otro astro, otra vez la estrella nueva. Pero POINCARA, al hacer la crítica de esta hipótesis, dice que con ella a lo más se obtendría retardar enormemente la muerte calorífica del Universo, pero no impedirla definitivamente. Y así es en efecto, porque en todas estas evoluciones no deja de aumentar la energía degradada; por tanto, si este proceso de actividad no hubiese tenido comienzo, ya hace tiempo que hubiéramos llegado a la muerte del Universo; pero si para obviar esta dificultad se supusiese que la actividad del mundo comenzó en el tiempo, esto no pudo ser sino mediante la intervención de una causa extramundana, por ser de suyo la materia inerte. Además, nada se soluciona con esta serie infinita y circular de causas existentes desde toda la eternidad y produciéndose las unas con las otras, pretendiendo que aun cuando los seres sean contingentes, la colección sea necesaria e improducta, y que la colección puede poseer una virtud, un poder, que no posean los individuos que la componen. Y la razón de la inanidad de esta solución estriba en que sólo la colección puede poseer un poder que no tengan los individuos, cuando éstos tienen al menos parcialmente este poder, como 10 hombres pueden mover una piedra que cada uno no movería; en cambio ni 10 ciegos ni todos los ciegos del mundo harán un vidente; luego, todos los seres contingentes no llegarán jamás a hacer un ser necesario.

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