jueves, 24 de abril de 2014

ZOOLOGIA - La vida en las aguas dulces

Las aguas dulces, que apenas equivalen en volumen a una pequeña fracción de las aguas marinas, poseen menor cantidad de especies animales. En ellas hay gran variedad de habitats, desde los pequeños charcos temporales hasta las grandes masas de los ríos y los lagos. Muchas de las condiciones ambientales del agua del mar se repiten en las aguas dulces, ya que el medio es idéntico, variando sólo en cuanto al tenor de cloruro de sodio y otras sales. La profundidad de las aguas dulces, sin embargo, no pasa de algunos centenares de metros, contra los 8.000 metros a que el mar está todavía habitado. Las aguas dulces representan una residencia más especializada que las aguas marinas; sus caracteres más peculiares como habitat son una rica vegetación de plantas superiores, la existencia de casi toda una clase, la de los anfibios, y la presencia de muchos insectos acuáticos. Estos tres caracteres no se encuentran en las aguas marinas, a excepción de los rarísimos insectos que puede haber en ellas. Fundamentalmente, las aguas dulces difieren del agua del mar por el tenor de cloruro de sodio, que constituye la principal barrera entre los dos medios. Sin embargo, muchos animales poseen una organización que les permite vivir en uno y otro sin sufrir consecuencias. Por otra parte, los animales que conquistaron las aguas dulces y las poblaron, no se vieron obligados a pasar directamente de una gran concentración salina a una nula, pues en las desembocaduras de los ríos el agua es salobre. Hay, en efecto, una gama de diferentes concentraciones, en las que cada individuo podrá experimentar su capacidad de adaptación. Todavía hoy se encuentran en esta fase de experimentación, o de comienzo de invasión, varias especies, muchas de las cuales habitan exclusivamente las aguas salobres. Por si esto no fuese bastante, todavía tenemos ejemplos elocuentes de la indiferencia de muchos animales por la salinidad de las aguas; los salmones, algunos róbalos y otros muchos peces abandonan durante la época del desove las aguas marinas y entran en las aguas salobres o aun en las dulces, donde permanecen mucho tiempo, sin ser, no obstante, afectados por este notable cambio de salinidad. Ciertos langostines también pasan, para criar, a las aguas salobres de los ríos o las lagunas, donde se encuentran sus hijos. Las anguilas, que durante años viven en las aguas dulces, las dejan y recorren miles de kilómetros en las aguas marinas para reunirse en los puntos en que desovan. Sus descendientes, durante uno, dos o tres años, crecen en los mares y se dirigen a los mismos ríos que fueron morada de los padres, efectuando el viaje en sentido inverso por el mismo itinerario. Tenemos, pues, ante nuestra vista, aun hoy, pruebas positivas de la insensibilidad de diversos animales a las variaciones en la concentración salina. La conquista del agua dulce no fue muy difícil ni exigió mucho tiempo, porque no se precisaba para ella ningún tipo especial de animal, sino solamente simples adaptaciones de los tipos preexistentes. Por otra parte, los animales de agua dulce no podrían tener un plan de organización diferente del de los de agua marina, pues en unos y otros hay una misma condición de vida fundamental, la respiración del oxígeno disuelto en agua. Dichos animales sólo tenían que variar en detalles de estructura. Este hecho se comprueba cuando se examinan comparativamente los seres que corresponden a ambos habitats. Si examinamos atentamente un árbol genealógico, vemos que todas las ramas y clases que habitan las aguas marinas, viven también en aguas dulces, a excepción de los equinodermos y los braquiópodos, estos últimos casi extinguidos actualmente. No hay ninguna rama que viva exclusivamente en el agua dulce; la mayor parte de sus habitantes pertenecen a grupos que también habitan las aguas de los mares, siendo peculiares del agua dulce ciertas familias y géneros que se desarrollaron allí y se diversificaron en varias especies. Por el contrario, en el medio terrestre-aéreo se desarrollaron por lo menos seis clases que le pertenecen exclusivamente. Las aguas dulces están abundantemente pobladas por animales de fácil traslación, como peces, insectos, gastrópodos, oligoquetos y protozoarios; los animales fijos, como las esponjas o los lamelibranquios, están muy mal representados en ellas. Los animales de locomoción libre tuvieron mucha más facilidad de adaptación a la vida en el agua dulce, puesto que disponían de mayores recursos para explorarla. La mayoría de los animales sedentarios o que andan arrastrándose no se adaptaron a las aguas dulces sino en pequeña escala. Apenas se encuentran en ellas algunos celenterados (pequeñas hidras libres y algunas medusas de hidroideos) y briozoos, y no hay braquiópodos, ni equinodermos, ni cefalópodos, ni escafópodos, ni poliquetos. Naturalmente, el tipo de organización de todos estos animales no permite una fácil adaptación. La estructura de los equinodermos, por ejemplo, no les es favorable para la conquista del agua dulce; su peculiar sistema circulatorio se halla en la mayoría de los casos en contacto directo con el agua de mar, a través de la placa madrepórica, de manera que el animal, en agua dulce, carece de elementos para impedir los efectos de la brusca diferencia de concentración salina. Esto no ocurre, en cambio, en aquellos animales que tienen un sistema circulatorio perfectamente cerrado, como los peces.

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