viernes, 6 de septiembre de 2013

ANTROPOLOGIA - Los hombres fósiles de América del Norte

El contenido del presente capítulo está destinado a sintetizar las discusiones sostenidas en torno de los restos antropológicos hallados en el enorme territorio de América del Norte y a valorar, a la luz de las críticas más ecuánimes y autorizadas, sus resultados. Desde luego podemos adelantar, sin embargo, que ni el número ni la calidad de los hallazgos están en relación con la cantidad extraordinaria de miles de kilómetros cuadrados que corresponden a la parte del mundo a que se refieren. Si a esto se agrega el carácter dubitativo (o francamente negativo) de muchos de ellos, no es de extrañar que nos encontremos con un campo cuajado de incógnitas y de interrogantes que sólo futuros y más sistemáticos estudios permitirán colmar. Frente a las nutridas series europeas de hombres paleolíticos, esta ausencia de datos indiscutibles es aun más notoria y sensible. El hecho de que esta carencia es común para casi todas las regiones extraeuropeas demuestra cuánto queda todavía por hacer, en un ámbito que abarca una extensión vastísima, por parte de quienes se interesen en tan atrayentes estudios.
EXAMEN DE LOS HALLAZGOS Los más importantes restos de este carácter son los hallados por Abbot y Volk, en Trenton, en 1911 y 1912. Son documentos insuficientes, muy destruidos y absolutamente semejantes a los de los indígenas modernos. Sólo dos cráneos —pequeños, muy bajos, con grandes órbitas en sus caras estrechas— se apartan netamente de los anteriores. Hrdlicka ha sostenido que pertenecieron a holandeses antiguos, posiblemente inmigrantes de la primera época de la Conquista. En Kansas y en Nebraska han sido encontrados esqueletos a los cuales se ha pretendido señalar como representativos de los "hombres del Loess". FIay autores que les atribuyen una edad pleistocena, otros consideran que el terreno es de formación reciente, como lo demostraría, en el último lugar, la profundidad de los hallazgos, que nunca excede de dos metros. Hrdlicka, basándose en su ausencia de fosilización y en que aparecen como enterrados según ciertos ritos funerarios, entiende que pertenecen a indios modernos. Contra esta presunción está, solamente, la robustez enorme de los huesos, las frentes bajas y fuyentes y las grandes arcadas orbitarias, elementos anatómicos todos denotadores de primitividad. Hasta el año 1914 no parecía haberse hallado ningún resto suficientemente bien documentado como para probar la existencia real del hombre pleistoceno en esa parte de América. Ese año apareció, en Rancho La Brea (California) , un esqueleto cuyo hallazgo provocó grandes discusiones. Por lo pronto, el lugar, como su nombre lo indica, correspondía a unos muy curiosos depósitos de asfalto, en los cuales se encuentran restos numerosísimos de animales fósiles, especialmente de Smilodon. El profesor Merriam ha mostrado cómo la consistencia del asfalto puede haber sido insuficiente y cómo los huesos humanos habrían descendido hasta alcanzar el nivel de los del Smilodon y demás fauna fósil. Ello explicaría por qué estos restos son absolutamente similares a los de los indígenas modernos. En los últimos treinta años se han verificado muchos descubrimientos antropológicos, pero — en su inmensa mayoría—, ya por insuficiencia del testimonio óseo, ya por deficiencias de las condiciones del terreno, los hallazgos no han sido más convincentes que los anteriores. Así ha ocurrido, por ejemplo, con toda la serie de los de la Florida, que se vienen produciendo, intermitentemente, desde 1852, tomando como escenario preferente las costas del Este y del Oeste y los bordes del lago Monroe. Todos esos hallazgos, que han producido discusiones a veces violentas, no han sido más demostrativos. Los exámenes modernos de ese material revelan que los huesos son aún ricos en materia orgánica, lo que acentúa las probabilidades de su modernidad; que, por lo general, no difieren morfológicamente de los de los indios modernos; y que su asociación con restos de la fauna extinguida no está probada de una manera indubitable. Para Boule, y otros autores, sin embargo, las piedras talladas de Trenton son muy antiguas, y la falta de diferencias anatómicas con los indígenas modernos no es prueba suficiente para invalidar a los restos antropológicos. Por el contrario, como lo quería Ameghino, sólo revelaría que el tipo estaba ya formado desde antiguo.

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