domingo, 29 de septiembre de 2013

ANTROPOLOGIA - Los primates: monos y hombres

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENTRE MONOS Y HOMBRES Debe observarse que el conjunto de todos estos caracteres corresponde tanto al hombre como a los simios, salvo diferencias de cantidad o de detalle anatómico. Este hecho, observado desde antiguo, ha dado lugar a grandes discusiones de algunos naturalistas que buscaban eliminar al hombre de una relación demasiado estrecha con los simios, aunque sólo fuera en las clasificaciones zoológicas Al unos de ellos, Isidoro Geoffroy SaintHilaire o De Quatrefages, se han fundado en la superioridad de la inteligencia humana o en la religiosidad del hombre para fundar con él un grupo aparte. Pero, como muchos otros naturalistas modernos lo hacen, notar, las clasificaciones zoológicas toman como base elementos puramente anatómicos y no caracteres intelectuales, de manera que resulta totalmente arbitraria esta innovación en cuanto a la base clasificatoria, que sólo se modifica al llegar al hombre y para servir a su orgullo de "rey de la creación". Por eso Darwin, con una ironía muy bien fundada, arguye que: "Si el hombre no hubiese sido su propio clasificador no hubiese pensado nunca en fundar un orden separado para colocarse en él". Voltaire y Anatole France han explotado esta misma línea de pensamientos en el campo de la literatura. Las diferenciaciones establecidas por Buffon (poniendo al hombre en el grupo de los bitnanos y a los simios en el de los cuadrumanos), y otras tentativas de diferenciación similares, sobre base anatómica, son tan accidentales y pequeñas que no alcanzan a dar base racional a la creación de un orden separado. De ahí que aunque nuestro orgullo se sienta lesionado por la gárrula e inquieta compañía de los monos, no hay manera de separarnos totalmente de ellos, como lo querían los autores antiguos. Las diferencias que, sin embargo, existen, aun entre los hombres y los simios antropomorfos (es decir, los más evolucionados) no dejan por ello de existir, y no debemos —dejándonos llevar por una corriente inversa a la que venimos criticando— despreciarlas ni subestimarlas. La primera de ellas es la que se refiere a circunstancias anatómicas vinculadas con la cabeza. Por un lado, el gran desarrollo alcanzado por la caja cerebral, el cerebro y el encéfalo humanos, que aun en los menos evolucionados de los hombres primitivos es mucho mayor que el más desarrollado de los simios antropomorfos. Una consecuencia de esta gran parte de la cabeza concedida al órgano del pensamiento y a su envoltura ósea protectora, es la correlativa disminución de la parte relativa al rostro (es decir a la parte estética, no pensante, de la cabeza), que en el hombre se observa. Todos los antropomorfos, en cambio, presentan un desarrollo de la cara, especialmente de la parte mandibular (órganos de sustentación animal), tan vasta que, naturalmente, se logra a expensas de la parte cerebral. Ya Cuvier expresaba esta regla de una manera insuperable: "el hombre es, entre todos los animales, el que tiene el cráneo más grande y la cara más pequeña; los animales se alejan tanto más de esas proporciones cuanto más estúpidos y más feroces se convierten". Pequeñas diferencias anatómicas, en la garganta, en la forma y manera de inserción de la lengua en la glotis, traen consigo la obtención, para el hombre, de un elemento de invalorable eficacia para su vida en común: el lenguaje articulado. Hay un abismo entre los chillidos y gruñidos de un antropoide —por mucho que pacientes y prolijos investigadores hayan podido reconocer la existencia de tonos y sonidos que traducen sus ansias, emociones o inhibiciones— y la clara y dulce facilidad de expresión del hombre. El más sabio de los monos y el menos ilustrado de los hombres presentarán, desde este punto de vista, una diferencia tan extraordinaria que constituye, por sí sola, una de las manifestaciones más vivas y perceptibles de la distancia que media entre simios y hombres. Pero, observemos que este asunto del lenguaje no es, meramente, dependiente de un problema de inserciones anátomomusculares. El desarrollo de la inteligencia (mostrado ya por la ampliación de la caja y de su contenido) es lo que gobierna, en realidad, el mecanismo del lenguaje. Podemos ver a cada paso buenos ejemplos, y el Pygmalion, de Bernard Shaw, es una prueba magistral de ello, en el terreno de la ficción teatral. El aparato dentario difiere, también. aunque más levemente que los otros elementos consignados, entre los monos y el hombre. Este carece de los caninos sobresalientes, así como sus cavidades pulparias son menores y el número y disposición de los dentículos coronarios también es diferente. Pasando al cuerpo —y sin seguir paso a paso variantes más pequeñas, como serían las referentes a la forma y disposición de algunas vértebras especiales, del mayor desarrollo de las inserciones musculares en los huesos, etc.—, son las curvaturas de la columna vertebral las que marcan las más grandes diferencias. En el hombre la columna vertebral se inserta en la base del cráneo —circunstancia que mantiene horizontal a la cabeza y que ha permitido a Blumenbach fijar su sistema de orientación, en tierra de los cráneos, para el estudio de la "norma superior"—, en tanto que en los simios la inserción se verifica en una posición mucho más posterior, de manera que la cabeza pende hacia delante. El grado de evolución de los diferentes simios puede ser valorado a través de este detalle anatómico: en los lemúridos (como entre todos los cuadrúpedos), el agujero occipital ocupa un lugar muy posterior en la base del occipital; en los otros monos inferiores el agujero occipital está colocado en algún punto intermedio, más hacia la base; entre los antropomorfos casi alcanza a la posición humana, aunque no llega a ella, y el gran desarrollo de la parte maxilar del resto acentúa la diferencia.
PERFILES COMPARATIVOS. Si superponemos los cráneos de un francés medio actual (I), de un hombre fósil de Neanderthal (2). de un Pithreanihropus (3) y de un chimpancé (4). observamos fácilmente sus volúmenes decrecientes.

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