jueves, 19 de septiembre de 2013

ANTROPOLOGIA - Los hombres fósiles del Africa

Al estudiar Africa desde el punto de vista antropológico, puede observarse algo muy semejante a lo que denuncia su investigación arqueológica, es decir, la ausencia de investigaciones metódicas, verificadas bajo el signo de un propósito sistematizado y gradual de su conocimiento. La inmensa mayoría de los restos óseos humanos son neolíticos y muchos de los testimonios paleolíticos adolecen de fallas de extracción o de excesiva fragmentación, lo cual trae aparejada la desaparición de algunas de sus partes esenciales, con notorio perjuicio para su utilización científica o para su aceptación como elementos probatorios.
LOS HALLAZGOS EN AFRICA Desde fines del siglo pasado, Bertholon ha señalado la existencia de un tipo neanderthaloide en el Africa del Norte y, especialmente, en la región de Túnez. Muchos de esos documentos eran extraídos de las escargotiéres allí existentes. Para él significaban la existencia de una "raza africana neanderthaloide", pero estudios modernos han desestimado esas conclusiones estableciendo que las semejanzas con el clásico hombre de Neanderthal son puramente ocasionales. Sin embargo, Bertholon no se ha dado por vencido y en nuevos hallazgos logrados, esta vez en los basureros de Tébessa, ha vuelto a insistir en el hallazgo de otros caracteres inusitados. Como se trataba de hombres muy pequeños, nos ha hablado esta vez de caracteres negroides, que corresponderían a una capa de población sumamente antigua. A su vez, los hallazgos de numerosos esqueletos antiguos verificados por Fouquet, difiriendo ligeramente de los típicos egipcios y etíopes actuales, han servido de base a Elliot Smith, como un nuevo elemento sustentador de su "doctrina panheliolátrica", según la cual el Egipto habría sido la cuna de toda la civilización humana. Los hallazgos de Fouquet revelarían, según el imaginativo Elliot, la presencia de las poblaciones preegipcias, pequeñas, dolicocéfalas, y menos negroides que algunos de sus sucesores. De Egipto habríanse desparramado por toda la cuenca mediterránea, llegando (como lo quiere no sólo Elliot Smith sino también Sergi) hasta Francia y las Islas Británicas. En 1914, Reck descubrió en Oldoway (entonces Africa Oriental Alemana), a tres o cuatro metros de profundidad, en una capa volcánica y asociado con restos de animales, un esqueleto humano. La fauna, en la cual abundaban los huesos de elefantes, rinocerontes, hipopótamos, cocodrilos y peces, era indicativa de un clima húmedo y de una región boscosa, sincrónica con la última gran época glacial europea. Como de costumbre, su descubridor ha tendido a exagerar su antigüedad. En cuanto a las características morfológicas, el cráneo era voluminoso, dolicocéfalo y de un tipo francamente negroide. Esta última característica se acentuaba con el examen de la dentadura, que presentaba señales de desgaste análogas a la de los negros actuales. Esta similitud final haría sospechoso ese hallazgo si no fuese por las ya recordadas condiciones en que fue encontrado. La falta de un estudio detallado de estos restos impide llegar a más netas conclusiones sobre el particular. Casi al mismo tiempo que el hallazgo anterior, fue encontrado en Boskop, en el Transvaal, otro conjunto de restos pertenecientes a un hombre fósil. La calota craneana es muy grande, como lo evidencia su enorme capacidad: 1,800 cms. El índice cefálico es de 75. Haughton aproxima este resto al hombre tipo de CroMagnon, por su forma generalmente pentagonal, sus débiles arcadas supraorbitales, su frente vertical y algunas otras características anatómicas. Sin embargo, Boule ha señalado otras características que lo aproximan al hombre de Neanderthal, tales como la estrechez de la frente y la cresta submastoidea del temporal. No obstante, reconoce que la calota es comparable a la de CroMagnon y también a las de ciertos tipos negroides y bantús. Aunque las condiciones del hallazgo no son bien conocidas, Haughton habla vagamente de una profundidad de cerca de 1,50 mts.; los huesos, muy mineralizados, parecen ser realmente muy antiguos. Ello permite suponer que quizá puedan ser realmente pleistocenos. Como en el caso anterior, nuevas búsquedas y más completas descripciones son deseables.
CALOTA DE BOSKOP. A la izquierda presentamos una vista lateral de ese resto óseo. A la derecha el mismo, examinado desde arriba.
CRANEO DE LA RHODESIA. Su primitividad es evidente. La doble arcada superciliar, la carena antero posterior de la calota, las grandes órbitas, contribuyen a confirmarlo. Su estado de conservación es satisfactorio.

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