lunes, 2 de septiembre de 2013

ARQUEOLOGIA - Trabajos fuera de Europa

LOS HOMBRES FOSILES EN EL AFRICA Así como el Asia, por su inmensidad territorial se nos presenta como de muy posible división en zonas diversas, ocupadas por culturas igualmente diferentes, el continente negro nos muestra, igualmente, un cuadro de influencias culturales prehistóricas bastante vario y diverso. De él lo más conocido, desde luego, son las regiones más vecinas a Europa, aquellas que, desde los albores del cuaternario, han debido tener con las regiones meridionales europeas contactos culturales, traducidos en acciones e interacciones recíprocas, según lo han demostrado los hallazgos negríticos de Grimaldi. Desde épocas remotas el norte de Africa y el sur de Europa han constituido regiones muy similares, por su clima —regulado por la presencia del Mediterráneo—, por su flora y por su fauna. El hombre, mera partícula de esta última (si se le mira con un criterio puramente naturalista), no tiene por qué haber diferido esencialmente. Los hallazgos paleolíticos confirman esta suposición: el instrumental de piedra tallada es idéntico al de los períodos clásicos europeos. Dentro del norte de Africa, y por razones obvias, Egipto resulta uno de los primeros países explorados, tanto desde el punto de vista cronológico como desde el de la intensidad de las búsquedas verificadas. El mismo hecho, de haber servido, más modernamente, de sede a una de las más elevadas culturas que la humanidad ha producido, hizo converger sobre ese territorio investigadores capaces, decididos a rastrear los orígenes de la civilización egipcia hasta tan lejos como les fuera posible. Desde la época en que Worsaec halló los primeros sílex tallados, es decir, desde 1867, franceses e ingleses se han disputado, por igual, el cetro de estos estudios. Arcelin, Hamy, Lenormant, Delanoue, J. y H. de Morgan, entre los primeros y Haynes, Seligman, Flinders Petrie, Forbes y Beadnell, entre los segundos, han realizado búsquedas en todo el valle egipcio, encontrando la prueba de una ocupación paleolítica de ese territorio por parte del hombre. Hachas de mano, punzones, raspadores, y muchas de las otras formas chelenses, achelenses y musterienses fueron encontrados en diversos yacimientos, de los cuales el principal acaso sea el de las cercanías de Tebas. Esos materiales fueron hallados en muy viejos depósitos aluvionales, correspondientes a la época en que el valle del Nilo no estaba completamente concluido, lo cual habla elocuentemente de su remota antigüedad. Otras localidades del Alto Egipto han dado, también, testimonios semejantes, los cuales fueron recogidos asimismo, en el desierto de Libia.
MINAS DE SILEX EGIPCIAS. Este croquis topográfico de los trabajos de relevamiento efectuados por el arqueólogo Seton Karr, en la localidad de Ouadi el Cheikh (Egipto) muestra —como pequeños redondelitos, a veces agrupados y otras unidos en hilera— las bocas de las minas. Según de Morgan.
Pocos años después de los primeros descubrimientos paleolíticos en el Egipto, en 1875, Bleicher encontró los primeros instrumentos de tipo achelense en Ouzidan (Berbería). Palikao y Aboukir proporcionaron buenas colecciones de piezas chelenses y musterienses, íntimamente relacionadas con fauna fósil. En 1887, otro yacimiento, esta vez en los alrededores de Gafsa, en Túnez, dio la primera oportunidad de encontrar una verdadera superposición de industrias líticas en un mismo lugar, a la manera europea. Collignon, que las estudió, demostró su identidad con la de los principales períodos europeos, que ya conocemos. La más antigua capa arqueológica correspondía a formas similares a las de la industria chelense europea. Nuevas investigaciones realizadas en el mismo yacimiento por Couilla y J. de Morgan, han revelado que las separaciones por períodos no son, sin embargo, tan netas como el investigador precedente lo creía. Por el contrario, en el estado actual de los estudios africanistas, parece que la norma es, más bien, una cierta confusión de los estratos culturales. Hallazgos superficiales —factibles por el constante desplazamiento de las arenas por acción de los vientos— han sido efectuados por una muchedumbre de autores, en el Sahara, desde la época en que el abate Richard hizo los primeros descubrimientos. Es natural que haya cierta concentración de los hallazgos en torno de las aguas potables, extinguidas o actuales. Este elemento vital para el hombre —el agua— ha regido, desde siempre, su instalación sobre el terreno y ello se advierte en el Sahara, por las condiciones propias del terreno, mejor que en ninguna otra parte. Esos hallazgos comprenden instrumentos similares a los de los períodos musteriense, auriñaciense, tardenoisiense y capsiense. Los estudios de Gautier parecen indicar que esas formas paleolíticas han persistido, en esa región, durante el período Neolítico y han llegado, finalmente, hasta la Edad del Hierro. En el Africa ecuatorial, las Costas del Marfil y del Oro, el Sudán, el Senegal y el Congo han proporcionado diversos elementos demostrativos de la presencia del hombre paleolítico. La Somalia ha dado, también, hermosas y abundantes hachas de mano talladas de acuerdo con el tipo amigdaloide. Mozambique sólo ofrece, en cambio, según los estudios de Wayland, groseros instrumentos de piedra tallada, resultantes de fuertes golpes y carentes de todo valor representativo de una cultura primitiva afinada. Esta rápida recorrida demuestra que, como era de prever, el interior del Africa es mucho menos conocido que sus bordes, especialmente en los extremos tanto del norte como del sur de ese continente. En efecto, los estudios practicados por investigadores ingleses en Rhodesia, Zambeze, Transvaal, Orange y Colonia del Cabo, han permitido reunir en el South African Museum colecciones interesantes y numerosas de una industria paleolítica que va desde las hachas de mano chelenses y los tipos almendrados achelenses hasta la finura y diversidad de los instrumentos auriñacienses. Es curioso hacer notar, sin embargo, que la mayor parte de estas piezas corresponden a hallazgossuperficiales. Los principales investigadores de esta región son los geólogos Johnson y Codrington y los arqueólogos loes, Leith, Feilden, Lamplugh, Balfour, Mennel, Chubb, Péringuey y Smith. En oposición a aquellos hallazgos, habitualmente superficiales, el prehistoriador Obermaier ha descrito un hacha de mano encontrada a cinco metros de profundidad en el antiguo lecho de un río de la región de Natal. Pero este y otros hallazgos parecidos no son sino excepcionales. Esta ausencia de capas arqueológicas impide estudiarlos estratigráficamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario