lunes, 15 de julio de 2013

ARQUEOLOGIA - Las industrias del hombre primitivo

EL PERIODO MAGDALENENSE El abrigo de La Madeleine, en Dordoña, da su nombre a todo este período. Es el momento de la fase final de la época del reno, animal que fue la presa predilecta del hombre pleistoceno. Por lo tanto, es la última de las culturas que designamos con el nombre de arqueolíticas. Es, también, el punto culminante de la civilización de esos cazadores nómadas que venimos estudiando. Las sucesivas investigaciones que vienen efectuando los arqueólogos europeos van llevando, gradualmente, a la sensación de que es necesario distinguir una serie de etapas dentro de este período; pero los autores no han llegado a ponerse todos de acuerdo respecto de esa determinación interior. El período anterior, por la excelencia de su instrumental de piedra, indicaba ya la existencia de hombres hábiles e inteligentes. Este, por la diversidad del instrumental que nos ha dejado, denota que esa inteligencia humana va llevando, paulatinamente, al hombre primitivo a una continua división del trabajo y a una cada vez mayor diversificación del instrumental indispensable. En efecto, aparecen toda una serie de instrumentos líticos diversos, especialmente apropiados para las distintas tareas que se les encomiendan. Nada más contrario a la monotonía de las series correspondientes a los períodos iniciales que hemos estudiado. Cada yacimiento magdalenense nos ofrece un amplio surtido de sílex trabajados de diversa manera: cuchillos, raspadores, sierras, raederas, punzones, buriles (y a veces algunos tipos híbridos, como el raspador-buril). Las láminas se presentan en los más variados tamaños, desde 5 ó 6 mm hasta 0,25 m. Y junto a estos materiales, amplios y simples, algunas puntas tan finas que se supone han servido para abrir el ojo de las agujas de hueso o para producir tatuajes sobre la piel humana.
OBJETOS DE SILEX DEL MAGDALENENSE. A la izquierda y centro, dos buriles laterales con retoque transversal. A la derecha, otro buril "pico de loro". Según Obermaier, que los toma de Breuil y otros autores.
Como en todos los períodos, al principio el magdalenense se presenta con poca diferencia con el anterior: sólo alguna imperfección en la técnica hace pensar, más bien, en un auriñaciense regresivo. Pero, bien pronto adquiere las características, ya señaladas, que le son propias. La etapa superior del magdalenense tiene como instrumentos característicos a los arpones, los que, a su vez, evolucionan a lo largo del período. Los tipos arcaicos tienen dientes pequeños, poco desarrollados; más tarde aparecen instrumentos más evolucionados con amplios y nítidos dientes de un solo lado y, finalmente, los arpones con dentadura angulosa y estilizada, bilateral. El abate Breuil ha estudiado detenidamente estos materiales y su evolución. Otro instrumento del período magdalenense es el propulsor, generalmente hecho de un asta de reno. Las cavernas de Mas d'Azil (Ariége), y de Lorthet, así como la estación de Bruniquel (Tarn-et-Garonne), e igualmente muchos otros yacimientos, nos han dado una buena suma de estas armas, demostrativa de su uso frecuente.
EVOLUCION DE LOS ARPONES. El grabado ilustra la evolución de estos instrumentos durante el magdalenense: a, b, tipos arcaicos; c, d, provistos de una hilera de dientes de un solo lado; e, f, provistos de una hilera a cada lado; g, h, antecesores del arpón aziliense (formas de transición). Según Obermaier, que lo toma de Breuil.
Otro de los instrumentos característicos del período son los "bastones de mando". Son secciones de cornamenta de reno, cortadas a pequeña distancia por encima y por debajo de los nudos, horadadas con amplios agujeros circulares y ornamentadas con representaciones grabadas y modeladas. Verdad es que tales objetos —cuyo uso constituye uno de los problemas de la Arqueología— se encuentran ya en yacimientos solutrenses y auriñacienses. Pero su intensificación en el magdalenense permite atribuirles calidad de característica. Las decoraciones existentes en esos objetos son una muestra más de la alta capacidad de los artistas magdalenenses para la realización del arte primitivo. Cuando se lea lo que decimos en el curso de Prehistoria sobre el particular, podrá apreciarse cómo este período se destaca, desde ese punto de vista, sobre todos los otros. A la inversa de lo que ocurre con el período anterior, la industria y cultura magdalenenses tienen una muy amplia expansión en el continente europeo y hasta parece que se extendieron ligeramente fuera de Europa; el norte de España, el sur y el centro de Inglaterra, Bélgica, Francia, el centro de Alemania, Austria, Hungría, Polonia, y hasta Rusia son las países europeos en los que se tienen noticias de su localización. Los datos existentes sobre los tres últimos, son bastante vagos, todavía, aun cuando lo que se sabe de ellos permite aseverar la extensión de esta cultura hasta allí. En cambio resulta bastante más sorpresivo el encontrarla en las cavernas de la costa de Siria, especialmente por la circunstancia de la diferencia muy posible de clima con respecto al resto de Europa. En efecto, el período magdalenense coincide con la última arremetida delfrío del período posglacial. Ello trae como consecuencia la extinción, durante la primera mitad de este período, de algunos de los grandes mamíferos todavía existentes en Europa —el Elephas primigenius, el Rhinocéros tichorhinus y el Ursus espelaeus— en tanto que los grandes cérvidos y los demás representantes de la fauna ártico-alpina se encuentran a sus anchas en las estepas y las tundras de Europa. Es curioso señalar cómo desde mediados de ese período grandes migraciones de renos, de Oeste a Este, han obligado a emigrar al hombre primitivo, que obtenía de ellos su sustento. La presencia actualdelreno en los bosques de Lituania y su existencia anterior en Germania —según el testimonio reiterado de Tácito y de César— demuestra que la migración de estos resistentes animales se ha producido, a través de Europa central, siguiendo la ruta que
les marcaban las transformaciones del clima, hasta que, ya logrado el arribo a las estepas rusas, donde el clima se estabiliza, han orientado su marcha de Sur a Norte, siempre en busca de los lugares más fríos, hasta alcanzar Laponia y las costas del océano Glacial Artico.
BASTONES PERFORADOS DE ASTAS DE RENOS. El superior es procedente de la cueva de "La Madeleine" (Dordogne) y está bellamente decorado con siluetas de caballos de perfil y ha sido publicado por Lartet y Christy. En el inferior, el artista magdalenense aprovechó la apófisis para ornamentarlo esculpiendo una cabeza de zorro. Proviene de la cueva de Placard (Charente) y ha sido publicado por Breuil. Son dos hermosas manifestaciones de arte mobiliario.
Como es lógico que sus cazadores inveterados les hayan seguido —y el estudio comparativo de ciertos detalles antropológicos y hasta de ciertos utensilios y usos y costumbres así parece revelarlo—, Sollas ha podido, por ello, identificar a los actuales esquimales como a los últimos descendientes de los hombres europeos de la Edad del Reno. Esta hipótesis seductora ha sido ampliamente fundamentada por él.

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