sábado, 27 de julio de 2013

ARQUEOLOGIA - Los pobladores primitivos de América

ANTIGÜEDAD DE LOS RESTOS FOSILES EN AMERICA DEL NORTE Una de las pruebas habitualmente utilizadas por los prehistoriadores europeos para la determinación de la antigüedad de ciertos restos humanos es su asociación con los de la fauna fósil. Este procedimiento ha sido igualmente empleado en América del Norte desde lejanos tiempos, especialmente por Wilson y Osborn, aunque las primeras observaciones datan de 1839. Hachas de mano, puntas de sílex, láminas aguzadas, han sido recogidas en terrenos sembrados de osamentas de elefantes y de mastodontes en Tennessee y en otros estados de la Unión. Y en el recordado, se han hallado, repetidamente, restos humanos vinculados con huesos de desdentados fósiles, especialmente en una caverna, en la cual los hallazgos óseos de fauna fósil eran frecuentes, como lo denuncia su nombre: Big Bone. Similarmente a lo acontecido con algún otro sensacional hallazgo de la América del Sur, de que más adelante hablaremos, Martín ha encontrado incrustada en el omóplato derecho de un bisonte fósil, en un yacimiento cuaternario, una punta de sílex trabajado. Williston postula que este hallazgo es suficientemente demostrativo de la contemporaneidad del hombre y de aquella especie fósil del bisonte. En contra de este tipo de argumentaciones otros autores, como Clarke, sostienen la continuidad de la existencia de ciertos mamíferos (como por ejemplo el mastodonte) hasta el comienzo de los tiempos modernos, con lo cual desaparecería la prueba de la antigüedad humana. Esta tesis se fundamenta en el carácter muy superficial de algunos de los yacimientos faunísticos, así como en las representaciones de mastodontes en objetos grabados, hechos de conchillas de moluscos y de pendientes de piedra y encontrados en Delaware, Pensilvania y Missouri. La antigüedad del hombre en América del Norte puede señalarse por dos tipos de documentos: los restos humanos y los vestigios de industria. Para éstos, debemos referirnos a los diversos hallazgos de objetos de piedra tallada, de edad pleistocena, encontrados en diversos estados de la Unión (Minnesota, Nevada, Indiana, Ohio, Nueva Jersey, etc.), así como en México. Precisamente es en el último yacimiento norteamericano citado en el que se han detenido, con mayor vivacidad, las discusiones que los restos hallados motivaron. En efecto, en 1875, Abbott encontró instrumentos de cuarcita y argilita, en el antiguo lecho del río Delaware. No vaciló en considerarlos como representativos de una industria humana muy primitiva en sus manifestaciones v muy antigua. En efecto, su similitud con algunas hachas amigdaloides europeas era muy grande. Además estas piedras talladas eran encontradas en terrenos que contenían restos de fauna fósil. Vale decir, que las condiciones del yacimiento parecían indicar formalmente la presencia de un hombre pleistoceno en América del Norte. Quince años después Holmes, Mac Gee y Brinton mostraron la similitud de estos supuestos vestigios pleistocenos con los núcleos abandonados por indios de la época de la Conquista, después de haber obtenido láminas o lajas diversas de ellos. Algo más tarde todavía, una contrarreacción de Boule, en 1893, pretendió devolverles el crédito. Las opiniones se dividieron: Chamberlin negó su antigüedad, en tanto que Putnam la afirmaba. Por último, Volk y Abbott, en 1911 y 1912, por vías distintas, llegaron a las mismas conclusiones. Ellas han permitido establecer que existen en esos yacimientos tres estratos que encierran otras tantas capas culturales. El más antiguo es una formación fluvio-glaciar, efectivamente pleistocena, y en la que aparecen los núcleos antiguos que parecen estar tallados. Por encima de ella se nota la existencia de una capa amarilla, arenosa, de cuarcitas y argiritas indiscutiblemente talladas, de factura evidentemente más antigua que la de los indígenas de la época de la ocupación inglesa del territorio. Por último, hay una capa superficial, de tierra negra, en la cual se encuentran vestigios de cerámica y piedra pulida, que son los pertenecientes a los indios lenapé, que el hombre blanco encontró al ocupar esas tierras. La huella de pasos humanos, impresa por el peso del hombre sobre la superficie de arcilla natural o de lava volcánica, se ha creído encontrar en Carson (Nevada); pero estudios más minuciosos han demostrado que las supuestas huellas humanas eran las dejadas por algunos grandes desdentados. Un hallazgo similar cerca del lago de Managua, en la América Central, debe de ser muy moderno, pues los pies debieron estar calzados con mocasines. Sin embargo, una capa superior muestra la existencia de huesos de mastodontes. Hrdlicka supone que se trata de movimientos del terreno, que habrían alterado el orden natural de sucesión de estos estratos. En cuanto a los restos de industria, habría que comenzar por los que los dos autores antes mencionados, Abbott y Volk, encontraron en Trenton, durante las investigaciones que antes hemos reseñado. Son documentos insuficientes, muy destruidos, y que, por lo tanto, no pueden dar una respuesta concluyente a aquella pregunta capital.
LOS SILEX DE TRENTON. Mucha tinta han hecho correr los instrumentos tallados en trozos de argilita que han sido hallados en los terrenos aluvionales de Trenton, a dos metros de profundidad. Según Wilson.

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