jueves, 18 de abril de 2013

FILOSOFIA - La filosofía del Renacimiento

FRANCISCO BACON La filosofía en las postrimerías del siglo xvI y principios del xvii continúa la oposición que muchos pensadores del Renacimiento habían dirigido contra la escolástica y contra el propio Aristóteles. Haciendo hincapié en lo infecundo del silogismo, que, en el mejor de los casos, sólo puede exhibir, probando o refutando, lo ya conocido, se engendra el anhelo de encontrar un camino seguro, un método propicio para la investigación científica de lo real. Ya no se cree que el conocimiento de la naturaleza pueda adquirirse exclusivamente en las obras de los clásicos, sobre todo en los libros de Aristóteles. FRANCISCO BACON (1561-1626) es el filósofo que, con más vigor, torna este partido en la contienda de la época. Tiene la pretensión de llevar a cabo una completa transformación de las ciencias. Señala desde luego que el conocimiento debe partir de la observación de la naturaleza, pues la fuente de todo saber reside en la experiencia (empirie, empirismo). Por la inducción, que es el método que se eleva de los hechos singulares a los principios de carácter general, la ciencia puede penetrar hasta las raíces más profundas de las cosas; y, de esta suerte, acrecentar el poder del sabio sobre la naturaleza con vistas al bienestar del género humano. Con semejantes ideas plantea Bacon nada menos que el problema de la técnica moderna, la tarea de la ciencia de poner las fuerzas de la naturaleza al servicio del hombre. "Saber es poder". Ahora bien, para llegar a los conocimientos científicamente utilizables, precisa depurar las observaciones, contaminadas a menudo de errores y prejuicios. Bacon llama ídolos a los errores de observación que se cometen en la investigación de las cosas. De ellos enumera cuatro fundamentales: idola tribus, ido-la specus, idola fori, idola theatri. Los primeros (los propios de la especie humana) son aquellos en que incurrimos cuando suponemos, por ejemplo, que la naturaleza, al igual que nosotros, procede con arreglo a fines; los segundos (los de la caverna), las falsas representaciones originadas por la limitación de nuestro círculo de vida; los terceros (los del mercado), los falseamientos de las cosas debido a prejuicios a que sucumbimos por el trato social y mal uso del lenguaje, y los últimos (los del teatro), los yerros en que vamos a parar al repetir crédulamente, sin crítica, argumentos de autoridad, sólo por el hecho de ser opiniones de grandes hombres. Aquí halla Bacon la ocasión para polemizar contra el verbalismo de la escolástica, contra la manía del argumento de autoridad, contra el antropomorfismo de la filosofía precedente, y para exigir el conocimiento directo de las cosas y la fiel captura de la realidad. Una vez depuradas las observaciones, el investigador ha de recoger el material en tres tablas. En la primera, tabla de presencias, hay que enumerar todos los casos positivos del fenómeno que se investiga; en la segunda, tabla de ausencias, de:,en estar los casos negativos, aquellos en que no se presenta el fenómeno; en la tercera, tabla de comparaciones, hay que comprender los casos en que el fenómeno se presenta en grados distintos. Observando y comparando estas tablas puede el investigador llegar paulatina e inductivamente a los principios absolutos del saber. Por esta vía creía Bacon aprovechar la naturaleza en beneficio del hombre. Natura non vincitur nisi parendo. (La naturaleza no se domina sino obedeciéndola). Francisco Bacon nació en Londres. Hombre ambicioso y de indudable talento, alcanzó grandes dignidades: llegó a ser canciller de la monarquía inglesa y Barón de Verulam. Entre sus obras más notables, precisa citar: Novum Organum, que opuso al Organon Aristotélico. Tanto aquAlla como la titulada De la dignidad y el aumento de las ciencias, en que combate el escolasticismo, y Floresta de la Floresta o Historia Natural, inconclusa, formaban parte de una obra monumental, Instauratio Magna, que debía tener seis partes, pero de las cuales las tres últimas nunca llegó a escribir.

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