lunes, 22 de abril de 2013

FILOSOFIA - La filosofía del Renacimiento

INFLUENCIA DE DESCARTES. GEULINCX Y EL OCASIONALISMO La filosofía cartesiana encontró, en Francia, Holanda y Alemania, muy pronto, numerosos enemigos, pero también no pocos admiradores. En Francia, por ejemplo, la enseñanza oficial en las universidades se opuso resueltamente a ella, afirmándose en la doctrina escolástica. Por otra parte, el abate PEDRO GASSENDI (1592-1655), enemigo al par de Descartes y de Santo Tomás, trató de rehabilitar la filosofía de Epicuro, bien que tratando de conciliarla con la dogmática del cristianismo. Entre los admiradores del cartesianismo, hay que contar en Francia, la Congregación del Oratorio, de donde sale Malebranche y los filósofos de la comunidad de vida y de trabajo de la abadía de Port-Royal. De estos últimos es particularmente importante ANTONIO ARNAULD (1612-1694), quien junto con PEDRO NICOLE escribió la célebre Lógica de PortRoyal, concebida desde el punto de vista del cartesianismo. En Holanda y Bélgica el espíritu cartesiano fue llevado por ARNULFO GEULINCX (1625-1669), cuyas obras (Etica, 1665; Metaphisica, 1695), fueron objeto de ruda crítica por parte de los pensadores católicos. Geulincx lleva hasta sus últimas consecuencias el dualismo de alma y cuerpo de Descartes. Es evidente, dice este filósofo, que por sí mismo no puede influir el espíritu (que es inextenso) en el cuerpo (cuyo atributo esencial es la extensión), ni éste sobre aquél. Pero dado que existe una evidente relación entre ambos, por ejemplo, en nuestros movimientos voluntarios y en nuestras percepciones involuntarias, hay que considerarla como un misterio y, por tanto, creer que es producido por Dios, quien enlaza a ambos de un modo ocasional. Sin embargo, el ocasionalismo de Geulincx admite una intervención de Dios sólo en ciertos casos; en general, se ha establecido por la providencia divina, para lograr una relación constante, una correspondencia de espíritu y cuerpo los cuales tienen una marcha paralela al igual de dos relojes construidos por el mismo relojero, idénticos, que marcan la misma hora.

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