miércoles, 8 de mayo de 2013

DERECHO PUBLICO - Partidos políticos

Llámase "partido" (del latín pars, SE o fracción) al conjunto de ciudadanos que profesan las mismas ideas y se conciertan para desarrollar una acción conjunta y solidaria. El partido es "político" cuando tiene por objeto intervenir en la organización de los Poderes públicos. La existencia de partidos políticos es necesaria en la forma representativa de gobierno, porque el funcionamiento práctico del sufragio universal requiere la formación de grandes núcleos de ciudadanos guiados por propósitos comunes y con probabilidad de influir eficazmente en los resultados de la elección. Hay personas desafectas a las lides electorales y que estiman su actitud prescindente como una virtud. La verdad es que la prescindencia en la elección favorece el advenimiento de políticos profesionales movidos por sus propios intereses. Los partidos políticos son un elemento útil en toda democracia, pero llegan a ser indispensables en el régimen parlamentario, en que las mayorías contribuyen a la formación del "gabinete". El temor de que un gobierno partidista ajuste sus actos a las instrucciones de sus correligionarios, no se realiza en los hechos. En Gran Bretaña, por ejemplo, es frecuente que un gobierno conservador siga una política liberal, y recíprocamente, que un gobierno liberal adopte medidas sugeridas por los conservadores. En principio, ningún funcionario debería admitir mandato imperativo del partido que le elevó al poder, porque, una vez electo, se convierte en representante del pueblo, lo cual no obsta a que simpatice y trate en lo posible de desarrollar el programa que figuró en su plataforma electoral. La denominación de los partidos responde generalmente a sus orientaciones políticas. Así hay partidos federal, unitario, conservador, liberal, nacionalista, socialista, independiente, demócrata, republicano, comunista, etc. Otros partidos llevan el nombre de su fundador o director: bonapartista, orleanista, en Francia; carlistas, en España; alsinistas, mitristas, irigoyenistas, peronistas, en la República Argentina; herreristas, en Uruguay. Algunos partidos conservan nombres que en sus comienzos fueron despectivos: whigs (escoria) y torys (bandidos), en Gran Bretaña; otros se distinguen con colores (blancos y colorados, en Uruguay; camisas negras, en Italia). Por su programa, hay partidos "personalistas" y "antipersonalistas". Estos últimos se jactan de poseer plataformas de principios y no meras inspiraciones personales de sus jefes o caudillos. No siempre la denominación responde a tendencias reales. Así, los dos partidos tradicionales de Estados Unidos, el republicano y el demócrata, fundados respectivamente por Hamilton y Jefferson para equilibrar las tendencias conservadoras con las liberales, han perdido con el andar del tiempo su primitiva fisonomía y hoy sus principios de gobierno no difieren en forma substancial. En todas partes dos partidos principales se disputan tradicionalmente el predominio: el partido conservador y el partido liberal. A su alrededor se han constituido otros partidos de diferentes matices, unos con tendencia a la "derecha", otros a la "izquierda", otros al "centro". Es fácil darse una idea de las ramificaciones partidistas al recordar la composición del Parlamento francés antes de la guerra de 1939, en que había re- presentantes radicales, radicales socialistas, republicanos demócratas, socialistas, republicanos socialistas, radicales de la izquierda, republicanos demócratas de la izquierda, republicanos de la izquierda, independientes de la izquierda, comunistas, demócratas, etc. Igual multiplicidad de partidos hubo en el Tercer Reich antes de la segunda guerra mundial. Los dos partidos tradicionales tienen tendencias típicas. El partido conservador suele ser respetuoso de las instituciones vigentes y cultiva el sentimiento de la patria y de la religión. Hay partido conservador moderado y partido ultraconservador. El moderado, sin desconocer las nuevas fórmulas de la civilización, prefiere las innovaciones naturales y progresivas; es afecto a la beneficencia pública y prefiere para gobernantes a personas de elevado rango social, aunque también reconoce los merecimientos personales. El tradicional partido liberal está dotado de un espíritu crítico tan agudo, que no reconoce otra autoridad sino la considerada realmente digna de respeto. Propugna reformas sociales progresistas. No es nacionalista á outrance, porque considera al Estado como miembro de la gran familia de las naciones. Preconiza la libertad dentro del orden y el progreso. Rinde homenaje al verdadero mérito y desestima la pretendida suficiencia de las personas de encumbrada posición social. Sólo admite leyes que sean la genuina expresión de la voluntad popular.

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