miércoles, 29 de mayo de 2013

FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX

FECHNER Y LOTZE Una muy diferente orientación toma la filosofía en cuatro importantes pensadores, quienes tratan de conciliar los nuevos progresos de las ciencias con una concepción semiidealista o semiespiritualista de la vida y el mundo, y en éste su intento llevan a cabo significados descubrimientos. Dichos pensadores son Fechner, Lotze, Hartmann y Wundt. GUSTAVO TEODORO FECHNER (1801-1887) y HERMANN LOTZE (1817-1881) fueron hombres de ciencia. Fechner fue físico; Lotze, fisiólogo. Fechner defiende una suerte de panpsiquismo, en su libro Nanna o Sobre la Vida Psíquica de las plantas. Dado que entre el reino de las plantas y el de los animales no existe solución de continuidad, no hay razón para negar la vida psíquica a las plantas. Hay más: ¿por qué no han de tener también alma los astros? La analogía entre la vida de los seres inorgánicos lo empuja a sustentar la idea de un alma universal indestructible. Hay una correlación entre lo psíquico y lo corpóreo. El mundo material es el mundo externo del universo; el mundo psíquico, el lado interno. La ley de la conservación de la energía rige en los dos mundos; pero la intensidad psíquica (sensación) no aumenta en la misma forma que el excitante que la produce (las intensidades de la sensación se comportan como los logaritmos de las intensidades de los estímulos: Ley Weber-Fechner). Con este principio da Fechner la base para una psicología fisiológica. Fechner es eudemonista. Acepta como fin supremo la mayor felicidad posible en la humanidad. El placer es el fundamento de la contemplación artística. La estética tiene que partir de muchas experiencias; ha de ser una estética psicológica, "desde abajo", no especulativa. Por su parte, Lotze formula el idealismo teleológico. Considera el mecanismo de la naturaleza como la legalidad en que el impulso de la vida y de la creación, que constituye lo peculiar de la esencia espiritual de todo lo real, lleva a cabo su objetivo, lo bueno. Según esto, la ciencia natural, en todo caso, no posee otro principio que el del nexo causal mecánico, cuya validez se lleva al propio campo de los organismos: pero el punto de partida de la metafísica se halla, como el de la lógica, en el dominio de la ética. En el desarrollo de este idealismo teleológico repercuten motivos de todos los grandes sistemas de la filosofía alemana en una nueva configuración armónica: todo lo real concreto realiza su esencia en las relaciones vitales, en las que se encuentra con otro concreto real, y esas relaciones, que vienen a determinar la cohesión del universo, sólo son posibles si todo lo existente se funda, como parte de la realidad, en cierta unidad substancial, y si al propio tiempo todo contacto entre las esencias particulares se concibe a modo de una realización de un contenido de la vida universal, pleno de finalidad. Para llevar a efecto cabalmente estos pensamientos metafísicos fundamentales estaba llamado Lotze, debido a su poderosa universalidad, mediante la cual era capaz de domeñar los hechos y las formas de las elaboraciones científicas en las disciplinas particulares, e incluso en este aspecto se articulaban su personalidad y su doctrina a la época precedente. Su posición propia se caracteriza en general por su manera de concebir el conocimiento, o saber, como un influjo mutuo vital y lleno de finalidad, entre el "alma" y las otras "substancias". El hombre obra, en última instancia, movido por apreciaciones de valor. En su Lógica hace ver Lotze, la serie de formas del pensamiento en un nexo sistemático que se desarrolla tomando como pauta las exigencias o tareas del pensamiento mismo. En su Metafísica ha desenvuelto la concepción del mundo del idealismo teleológico con agudeza intelectual y cuidadosa ponderación. La tercera parte del sistema, la ética, no ha llegado a ser tratada en esta forma rigurosa: a trueque de ello, aparecen las convicciones del filósofo y su madura comprensión de la vida y de la historia, en la bella y sutil exposición de su obra Microcosmos.

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