jueves, 23 de mayo de 2013

FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX

EL DESCUBRIMIENTO DE LA VIDA HUMANA GUILLERMO DILTHEY. - Guillermo Dilthey es hasta ahora, el pensador más importante del movimiento historicista. Nació en 1833 y murió en 1911. Profesó la cátedra universitaria en Basilea, Kiel, Breslau y Berlín. En la universidad de esta última ciudad sustituyó nada menos que a Lotze, desde 1882. Dilthey es el historiador de la filosofía más significado en toda la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, y está a la altura de los más notables historiadores de su época: Mommsen, Burckhardt. Logró penetrar en la interioridad de hombres y épocas pretéritas como ningún otro historiador. Al propio tiempo fue un renovador, en toda la fuerza del término, de la gnoseología de las ciencias del espíritu y el creador de una nueva psicología: la psicología estructural o de la comprensión, a la cual originariamente dio el nombre de psicología descriptiva y analítica. La producción filosófica de Dilthey fue fragmentaria y dispersa. Buena parte de sus escritos fueron bosquejos o apuntes que sólo después de su muerte han sido dados a la estampa. Entre los libros más importantes que compuso, y que han sido vertidos al español, figuran: Introducción a las Ciencias del Espíritu (tal vez el más importante de todos), Hombre y Mundo en los siglos XVI y XVII, De Leibniz a Goethe, Vida y Poesía, Hegel y del Idealismo, Psicología y Teoría del conocimiento, El Mundo Histórico, Teoría de la Concepción del Mundo. La conciencia histórica. — La filosofía de Dilthey es un tipo de filosofía temporalista, un tipo de filosofía que coloca al tiempo y, a decir verdad, al tiempo histórico, en el centro de la explicación ontológica de la realidad. "Lo que el hombre es, dice Dilthey, lo llega a ser por la historia". Pero no todos los hombres viven en la historia, no todos se dan cuenta o se han dado siempre cuenta de tan singular hecho humano. Hoy por hoy, el hombre cultivado concibe la vida y el mundo históricamente. Posee la conciencia de vivir en un tiempo determinado, que, como tal, pasará irremisiblemente: por sí mismo o guiado por otro hombre puede remontarse a épocas lejanas y contemplar desde ahí las peculiaridades históricas de dichas épocas. El hombre contemporáneo sabe a punto cierto, además, que pertenece a una generación, a una circunstancia histórica; que su pensamiento y su acción no son insuperables y definitivos, sino limitados y fragmentarios; pensamiento y acción que habrán de ser corregidos o superados en un tiempo futuro. El hombre no siempre ha tenido conciencia de esta su historicidad, aunque ha vivido siempre en la historia. Es a la Romántica y, particularmente, a Dilthey a quienes se debe tamaño descubrimiento. Cada época impone al hombre un conjunto de ideas, creencias, gustos, etc. Al recibir el hombre actual esa herencia cultural, no sin modificarla, se eleva al nivel de su tiempo y desde tal altura se concibe a sí mismo como ser histórico. "Nunca como ahora ha vivido el hombre su vida como la efectiva realidad de los días contados. Y eso es la historia... En nuestro tiempo esto adquiere caracteres de una radicalidad desconocida... porque nuestro tiempo descubre que el que cambia es el hombre mismo. No sólo el hombre está en la historia, no sólo tiene historia, sino que es historia; la historicidad afecta al mismo ser del hombre". La crítica de la razón histórica. — Las ciencias que estudian la existencia humana son las Ciencias del Espíritu; las que investigan el mundo exterior, las Ciencias de la Naturaleza. Unas y otras se diferencian por modo radical. No podemos captar el mundo directamente: es preciso recurrir a los instrumentos de nuestra conciencia. Sólo a través de ellos puede el hombre hacerse una imagen de la realidad externa. De esta suerte la naturaleza se nos da mediatizada, como realidad fenoménica, como "una realidad encubierta con los procesos de la conciencia". Los hechos que integran nuestra intimidad espiritual, en cambio, no son apariencias (encubierta realidad), manifestaciones externas de una secreta y más honda existencia, sino hechos dados en su plenitud y radical autenticidad. Para conocerlos, no hay que proponerse descubrir algo tras ellos: sólo es suficiente describirlos con objetividad en su viva y dinámica estructura. La realidad espiritual, en efecto, es un complejo unitario, no un agregado sumativo: una estructura que se ha ido integrando orgánicamente por sedimentos históricos: una síntesis viva de hechos pretéritos y de proyecciones de futuro; en suma, temporalidad histórica. La fundamental diferencia entre el objeto de estudio de las Ciencias de la Naturaleza y el de las Ciencias del Espíritu trae consigo una fundamental diferencia respecto al proceso cognoscitivo que han de emplear unas y otras. Las Ciencias del Espíritu tienen que ocuparse del hombre en su totalidad. Kant indagó las funciones intelectuales de la conciencia humana que hacen posible, que explican, las condiciones objetivas, de las Ciencias Naturales, y llamó a su investigación Crítica de la Razón Pura. Dilthey se propone descubrir los principios que hacen posible, que vienen a fundamentar las Ciencias del Espíritu, y proyecta una Crítica de la Razón histórica, ello es, una Gnoseología del mundo histórico: ¿Cómo es posible la historia como ciencia? La vida humana. — La nueva teoría del conocimiento se sirve de la Psicología estructural, que es una psicología que se diferencia de la Psicología tradicional en su intención y su método. Al paso que ésta trata, a manera de una ciencia natural, de explicar los hechos de conciencia echando mano de la categoría de causalidad y, por ende, tratando de combinar elementos para construir artificiales imágenes de la vida anímica, la Psicología de la estructura concibe la realidad espiritual como un complejo unitario de hechos solidarios que evolucionan estructuralmente. Estructura, evolución e historicidad son las categorías con las que opera la gnoseología de las Ciencias del Espíritu, y es que la realidad humana es un complejo de relaciones histórico-vitales. Para el hombre, cada cosa es algo que sólo en atención a su dinámico desarrollo tiene sentido y explicación. "El amigo es para él una fuerza que eleva su propia existencia; cada miembro de la familia tiene un puesto determinado en su vida, y todo lo que lo rodea es entendido por él como vida y espíritu que se ha objetivado allí. El banco delante de la puerta, la casa y el jardín tienen en esta objetivación su esencia y su sentido. Así crea la vida desde cada individuo su propio mundo". En otros términos: la vida humana no puede entenderse por la categoría de la causalidad, pues no es un agregado de causas y efectos, sino por la idea de finalidad, porque es una estructura cuya sustancia es el tiempo histórico. La hermenéutica. — Dilihey llama comprensión a esta captura teleológica o finalista de la vida, para distinguirla de la explicación causal en que se obstina la vieja psicología. El método de las Ciencias del Espíritu es la comprensión histórica, pero como el comprender la vida ajena, actual o pretérita, requiere por necesidad una interpretación, llama Dilthey a su método hermenéutica. Comprender es revivir (volver a vivir) las vivencias de un espíritu o alma individuales y concretos, partiendo unitariamente de los propósitos y objetivos que motivaron su conducta. Pero entender un hecho espiritual no por las causas sino por los motivos, por los propósitos y los objetivos que lo determinaron, es reconstruir un acontecimiento peculiar y único; significa hacer la historia del hecho, si entendemos por historia el revivir y explicar el pasado tomando en cuenta el sentido, valor e importancia de los acontecimientos. Es un método de comprensión histórica, asimismo, porque para entender el hecho en su integridad es preciso relacionar las partes con el todo; enlazar cada uno de los aspectos del acontecer con la conducta total del sujeto. Poner en relación las partes o aspectos de la conciencia humana con la conducta total de la persona es comprender estructuralmente. La filosofía de la filosofía. — En relación con la vida histórica de la filosofía, la hermenéutica pone al descubierto la antinomia entre la aspiración a lo universal, propia de toda construcción metafísica, y la conciencia histórica que exhibe la relatividad de todo sistema. La solución que ofrece Dilthey a este problema es la "filosofía de la filosofía", cuyo propósito no es fundar una nueva metafísica, sino el de descubrir la ley conforme a la cual nacen y mueren los diferentes sistemas filosóficos, al propio tiempo que describir los tipos de las principales concepciones del mundo. La filosofía de la filosofía, además, hace ver la intrínseca necesidad del hombre de
poseer una cosmovisión, una idea unitaria del Universo. La verdadera filosofía, la filosofía de la filosofía, no tiene otro papel que interpretar la estructura de las filosofías históricamente dadas, que, a su vez, no han sido otra cosa que teorías de las concepciones del mundo y de la vida. La filosofía de la filosofía es, así, una filosofía de la vida. Dilthey cree descubrir tres tipos de concepciones filosóficas del mundo que, dentro de los peculiares caracteres de cada época, se repiten a lo largo de la historia; el materialismo, el idealismo objetivo y el idealismo de la libertad. Para el primer tipo, positivismo (Demócrito, Hobbes, Comte), el mundo aparece como un conjunto de hechos causalmente determinados. Los conceptos de valor y finalidad no tienen sitio en esta concepción del mundo. El segundo tipo de filosofía, el idealismo objetivo (Heráclito, Leibniz, Hegel...), postula la idea de valor y de sentido en la interpretación de "mundo de vida". Panteísmo y panenteísmo son formas de esta filosofía. El idealismo de la libertad (Platón, Kant, Fichte) se funda en la experiencia humana del libre albedrío y establece la soberanía y trascendencia del hombre. En su concepción del mundo aparecen las ideas de personalidad divina y de creación. Por esta vía creyó Dilthey convertir la filosofía, de mera concepción del mundo, en teoría de la concepción del mundo. La filosofía deja de ser un sistema más; comprende todos los sistemas históricamente dados.

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