lunes, 18 de marzo de 2013

PRIMEROS AUXILIOS - Quemaduras

COMO SE CLASIFICAN LAS QUEMADURAS Las lesiones cutáneas de las quemaduras suelen clasificarse por grados. La quemadura de primer grado es la que sólo ocasiona rubefacción dolorosa, es la más superficial y afecta sólo a la epidermis. La de segundo grado es aquella que comprende la formación de flictenas. La de tercero, ocasiona la mortificación total de la piel, lo que se denomina necrosis, es decir, que la piel muere, formándose una costra negruzca por coagulación de las albúminas de los tejidos alcanzados por el calor o por los cáusticos. Los médicos clásicos añadían aun un cuarto grado cuando se carbonizaban los tejidos aponeuróticos y musculares y un quinto, cuando esta mortificación llegaba al hueso. Esta división es convencional, pero en general responde a la práctica. La lesión de primer grado corresponde a una quemadura que, como hemos dicho, sólo toma la epidermis, la de segundo grado incluye la segunda capa cutánea o dermis, la de tercer grado es la mortificación absoluta y total de la piel. La dificultad radica en que es difícil establecer en el momento del accidente qué profundidad real alcanza la lesión. Esto es particularmente cierto cuando se trata de quemaduras químicas en las cuales, si no se neutraliza inmediatamente la sustancia, el agente agresor sigue actuando. Las quemaduras ocasionadas por el sol suelen ser extensas, pero no sobrepasan, por lo general, el segundo grado, que como hemos dicho está caracterizado por la presencia de vesículas llenas de líquido. En algunos puntos particularmente sensibles pueden llegar a producirse cicatrices por este tipo de quemaduras, sobre todo en personas imprudentes que han descuidado la limpieza y atención de sus quemaduras. Todo el mundo conoce esta imprudente exposición a los rayos del sol, particularmente en las personas de piel muy blanca, que se acompaña con un verdadero cuadro de intoxicación, con fiebre, malestar gástrico, cefaleas, e intenso ardor o prurito de las zonas quemadas. Desde luego diremos que la gravedad de una quemadura es verdaderamente proporcional a su extensión. Así estas simples exposiciones de inexpertos al sol, pueden producir cuadros serios, necesitándose una terapéutica activa, que consistirá en dar abundantes líquidos al paciente, analgésicos para calmar el ardor y cubrir las superficies enrojecidas con una sustancia grasa o aceite esterilizado. En las quemaduras de segundo grado con grandes vesículas de líquido claro, algo gelatinoso, que son el fruto de la exudación del dermis, se produce a veces la rotura por aumento de la tensión a que está colocada la epidermis que las aguanta. Esto puede ser fuente de infecciones del dermis, que se deja ver por estas grietas como una superficie roja. La infección se demuestra porque la flictena se hace opaca y contiene gran cantidad de pus, que, como se sabe, está formado por glóbulos blancos acumulados y mortificados por la acción de los microbios. Tiene que ser muy intensa una quemadura para que inmediatamente se produzca la coagulación y a veces desde el primer momento la escara, es decir, la mortificación del tejido blando. Suele verse sobre todo en las quemaduras por electricidad. La escara es al principio amarilla o blanca, más tarde se hace negruzca y por debajo de ella comenzará el proceso de reparación por medio de un tejido llamado de granulación, por tener una apariencia áspera y corresponder cada una de sus saliencias a un conjunto de pequeños vasitos que son los que se encargan de reparar, por medio de una cicatriz, esta pérdida de la barrera protectora del medio interno que constituye la piel. Si la quemadura es muy extensa ocasiona un estado de shock franco. Existe además una pérdida de los líquidos de la sangre, pudiendo llegar esta pérdida hasta ocasionar la muerte. Toda quemadura de segundo grado o mayor, que comprenda un tercio o más de la superficie cutánea, es de pronóstico grave, y de dos tercios, prácticamente mortal, incluso con los recursos de la medicación antishock con que actualmente contamos. Y aun sobrepasado este primer período, el quemado en gran superficie tendrá ante sí otras etapas del proceso de la liberación tóxica de sus tejidos mortificados. Existirán lesiones pulmonares, renales, gastro- intestinales, las que suelen presentarse entre el cuarto o el sexto día. La infección sobreagregada es otro problema que se presenta como una complicación más en el tratamiento de estos accidentados, haciéndolos sumamente difíciles de tratar, hasta por las manos más expertas. La segunda guerra mundial ha actualizado la cuestión de cómo tratar estas lesiones. La revisión de los procedimientos ha desaconsejado prácticamente todas las sustancias empleadas hasta hoy y a las cuales se daba como capaces de favorecer la cicatrización. Sabido es que esta guerra se ha caracterizado por la cantidad de armas y métodos que implicaban deflagración, incendios, o aun contacto directo con sustancias de autocombustión como el fósforo blanco. La experiencia concluía que el mejor tratamiento de una quemadura extensa, es tratar el shock, pues éste mata al individuo en corto plazo. A esto debe agregarse la limpieza aséptica integral de sus quemaduras realizada en forma semejante a la que se usa en un acto quirúrgico, lo que presupone la actuación en un ambiente de tal naturaleza y con materiales igualmente esterilizados. Esta protección de la piel de todos los contactos exteriores que podrán llevar a la infección secundaria, debe ser absolutamente minuciosa e ir acompañada de la aplicación de las sulfadrogas y de la penicilina. Apenas estén limpios los tejidos y si la quemadura es de tercer grado, en la que, por tanto, no habrá reparaciones espontáneas de la piel, el cirujano practicará injertos de piel o plásticas de las partes vecinas a la zona quemada. Si éste es el plan, ¿qué puede hacer quien realice los primeros auxilios, no tratándose ya de una pequeña quemadura? Volvemos a encontrar aquí la tendencia actual de hacer de la primera cura un acto sencillo, destinado ante todo a proteger al enfermo de los contactos exteriores y que no dificulte o vicie la verdadera cura, que será realizada por el experto, que dará la solución definitiva al problema. Digamos ante todo que en caso de una quemadura grande o de segundo o tercer grado en una extensión de importancia, por ejemplo, la superficie de un miembro, en la cara anterior del tronco, una pierna, un muslo y con mayor razón si es en el tronco o incluye las regiones pudendas o los órganos de los sentidos, no se trata de un enfermo que pertenezca a la simple enfermería y debe inmediatamente cederse toda responsabilidad a los médicos especialistas. La acción del que auxilia debe ser a lo sumo limpiar la superficie quemada con suero fisiológico o bencina. Cubrir secundariamente toda la zona con gasa y un apósito de algodón hidrófilo, en forma tal que la curación sobrepase ampliamente toda la superficie lesionada, para que así se evite el contacto con el exterior, que es el que puede ocasionar la infección de la zona, que si mantenemos aislada debemos considerar prácticamente estéril. Para realizar esta curación habrá muchas veces que cortar la ropa o los restos que hayan quedado de ella encima de la zona quemada. Como cuidados secundarios agregaremos que el enfermo debe permanecer abrigado hasta su llegada al hospital, dándosele líquidos en abundancia y con preferencia té o café. Si hubiera muchos dolores se hará una inyección de morfina (1 centigramo), inyectándosela subcutánea en piel sana. El médico seguirá la cura dentro del plan que hemos esbozado anteriormente. En las pequeñas quemaduras lo mejor es proceder a la desinfección de la superficie por medio de un antiséptico suave, mertiolato, bencina o mejor aun, practicar el simple enjabonado y lavado de la región y luego cubrir la superficie con un aceite o vaselina estéril, de los que hay muchos en el comercio. En los productos de droguería destinados al tratamiento de las quemaduras, estos aceites suelen asociarse con sulfadrogas para tratar de prevenir la infección. No es necesario, pero pueden utilizarse con preferencia de frascos recién abiertos, para garantía de que la propiedad aséptica de la medicina esté conservada, ya que los aceites o vaselinas de las cajas de primeros auxilios no suelen conservarse fácilmente libres de gérmenes. Al hacer la curación se extienden sobre la superficie quemada en capa gruesa, teniendo estos aceites la cualidad de disminuir el ardor y el dolor y con ello aliviarse el paciente. Un amplio vendaje algodonado habrá terminado la cura, debiendo espaciarse lo más posible la renovación de ésta para evitar así que la herida en proceso de cicatrización sea irritada, al arrancar junto con la gasa pequeños fragmentos de piel nueva o regenerada parcialmente. Como término medio, bastará curar, si no hay mayor secreción o infección, cada 4 ó 5. días. En las quemaduras de segundo grado ¿se deben abrir las ampollas? En muchos libros se encuentran fórmulas para tratar las quemaduras; unos recomiendan abrirlas, otros aconsejan dejarlas. La integridad de la ampolla, es decir, la conservación de la serosidad exudada por la dermis, garantiza contra la infección, pero retarda la cicatrización. Esta apertura de las ampollas debe hacerse con instrumentos estériles y por tanto, es mejor que sea el médico quien actúe. Otros procedimientos para tratar las quemaduras tenían hasta hace poco tiempo aceptación entre los médicos. Entre ellos el ácido tánico, la ambrina, que es una parafina soluble a baja temperatura, el nitrato de plata y las soluciones de ácido pícrico. O la asociación entre sí de estas sustancias, a las que también solían agregarse sulfadrogas. No creemos que estos procedimientos deban formar parte del arsenal de urgencia, pues han demostrado ser incapaces para acelerar el proceso de curación y aun presentan ulteriores inconvenientes en la prosecución del plan anteriormente enunciado, el cual constituye el tratamiento standard de las grandes quemaduras, que son las que realmente dan la prueba de la bondad de un método. Las quemaduras sencillas de primero y segundo grado, se curan por sí solas, siempre que se cuide la conservación de la asepsia, esto es, que la superficie no se infecte. No terminaremos este apartado sin referir cómo se procederá a apagar la ropa incendiada de una persona. Es frecuente que esto ocasione quemaduras al que auxilia. Lo mejor es envolver a la persona quemada rápidamente en una manta o lienzo, con lo que se apaga la combustión. Voltear al quemado haciéndolo rodar o induciéndolo a practicarlo con voz autoritaria. Si se vierte agua, tanto mejor. Pero el verdadero auxilio consiste en sofocar las llamas por medio de las frazadas y evitar que el dolor y el pánico induzcan a correr al incendiado, con lo que se avivará la combustión

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